Magma, de Lars Iyer
La sombra es aquello que se sitúa siempre como pisándonos los talones, permaneciendo visible o invisible según capricho, pero siempre unida a nuestra propia presencia: sólo deja de haber sombra cuando deja de haber persona. Esta es la presencia que tiene el desastre, la incapacidad de seguir pensando en absoluto en un mundo que ya ha llegado hasta su límite al haber agotado todo aquello que se puede haber pretendido decir; nada queda, salvo la sombra.
Sólo partiendo de esta premisa podemos entender el oscuro prisma que desarrolla Lars Iyer en su debut literario, en el cual busca incasable ese je ne sais quoi que esconde el mundo y por el cual éste sigue siendo mundo: busca conocer como es posible seguir pensando, escribiendo, existiendo. Por respuesta le salen dos personajes amorfos en pensamiento y forma que, lejos de congraciarse con el desastre, lo viven como la inevitable catástrofe que saben que viven sin pretender darle posible solución. Pero tampoco continuación. Los personajes de Iyer están encerrados en la judáica posición del sufrimiento — no es casual que la palabra que más veces se repita en el texto sea pathos, porque el único motor de la narración es el dolor infringido ante el saberse sumergidos en medio de la catástrofe. Pero precisamente, sólo sumergidos en medio de ésta, su existencia se define: su humor, violento y visceral, siempre acontece a través de esa aceptación de lo terrible de su situación.
Ahora bien, ¿qué significa pathos? El pathos tiene tal amplitud de significados que es imposible pretender dar una respuesta unívoca y única, menos aun en un texto que se vanagloria de fundarse en la imposibilidad actual del pensamiento y la escritura. Es por ello que si hablamos del mismo como terror existencial nos da una lectura básica, trágica, próxima a la filosofía de Maurice Blanchot, que caracteriza la catástrofe como aquello que nos deja en la posición de una vida carente de todo posible sentido; si hablamos del mismo como patetismo tendremos una bis cómica por la cual el problema no es que el mundo esté deshaciéndose, sino que los hombres —y de forma particular los protagonistas de la novela— ya son incapaces de pensar el mundo. Si queremos entender el pathos por lo artístico, entonces deberíamos decir que la novela pretende transmitirnos un sentimiento a través de sus personajes, al cual ellos también son sensibles al tiempo, que sería el sentimiento de estar en un mundo sumergido en la catástrofe. Sin embargo si es todo lo que se siente y se experimenta, no es más que la función a través de la cual podemos sentir como la catástrofe se da en un estado interior nuestro: lo que está en estado de catástrofe, es nuestra existencia misma. ¿Y si se refiere al pathos como todo aquello que es recibido culturalmente? Entonces es el mundo no el que está en situación de encontrarse en su personal apocalipsis, sino que hoy ya nos llegan nada más que las ruinas de aquel apocalipsis que ya aconteció.
La única respuesta no-equívoca al respecto de como interpretar el ethos sería entenderlo en todas sus acepciones al tiempo; es imposible entender las motivaciones de W. y Lars sin tener en cuenta que viven por y en la catástrofe: no pueden situarse fuera de El Fin, de la idea de que todo destino ha sido ya dado. Su rostreidad acontece necesariamente en la amistad que florece en medio de la catástrofe, hacia la catástrofe y para la catástrofe.
Es por ello que hay un humor profundo que transita toda relación que acontece en la novela, ya sea la de Lars con W. o la de Lars con el moho que invade su casa, porque en la aceptada inevitabilidad del desastre el único modo de poder transigirlo es a través de la risa. Una risa oscura y cruel, una risa kafkiana, una risa judía: una risa que aterra, que quizás no pueda ser entendida para aquel que no acepta lo inaceptable. Es por ello que sólo ya es posible reírse y darse al otro de forma radical, porque sólo en la comunidad imposible es donde puede acontecer ya algo que se genere como auténtico. Salvo por la excepción de que ese ya nunca podrá entenderse como un ahora porque, en tanto el pathos es todo lo que recibimos por parte de la cultura, siempre hemos estado en medio de la catástrofe; nunca hemos podido encontrar nada que no estuviera en lo imposible. Siempre hemos vivido en la comunidad imposible, incluso cuando creíamos en el presente que ya era absolutamente imposible.
One thought on “En el desastre surge la posibilidad de lo imposible”