saber donde pisar es tanto cuestión de saber como de fortuna
La vida es una lenteja no tanto porque puedes decidir tomarla o dejarla, que también, sino porque siempre es sorprendente ver cuales son las lentejas más aprovechables. Las que a priori parecían inapropiadas ‑con un aspecto poco sano; con colores o furúnculos extraños- pueden ser las mejores y las que parecían más exquisitas ‑con mejor color, forma y densidad- pueden estar infestadas de miriópodos; las lentejas, como la vida, son inescrutables. Y de eso trata, en sus dos vertientes, “Al acecho” de Jack Ketchum, de como el mundo humano se rige (en ocasiones) por hechos arbitrarios.
Cuando una editora de Nueva York, una mujer fuerte, segura y decidida de sí misma, decide tomarse unas vacaciones para terminar su nuevo libro no podría imaginar cual sería su destino. Como tampoco lo podrán hacer sus amigos, un grupo esencialmente heroico, ni su hermana, una joven pusilánime con iniciativa que tiende a cero y un carácter marcadamente infantil. Pero cuando un grupo de caníbales asedia su casa después de capturar a la anfitriona sale el auténtico carácter de los personajes; las fachadas se desmoronan ante una realidad tan brutal que no pueden ocultar la realidad detrás de las paredes de la presencia. De éste modo irán cayendo uno a uno, siendo cazados metódicamente hasta que finalmente sólo queden dos, los auténticos héroes que sobrevivirán al ataque de más allá del entendimiento urbanita. ¿O no?