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  • El espejo es la recursividad del objeto que se mira a sí mismo

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    El es­pe­jo, de Jafar Panahi

    Uno de los ma­yo­res pro­ble­mas al ha­blar so­bre el rea­lis­mo es co­mo la gen­te es in­ca­paz de no re­du­cir to­da pos­tu­ra con res­pec­to de la reali­dad en círcu­los con­cén­tri­cos ba­sa­dos en la pu­ra per­cep­ción. Esto no se­ría un pro­ble­ma sino fue­ra por­que no cual­quier cla­se de per­cep­ción va­le, pues los ani­ma­les ‑sin ir­nos (aun) ha­cia re­trué­ca­nos ontológicos- tam­bién tie­nen per­cep­ción del mun­do y de sí mis­mo, ya que só­lo se ad­mi­te co­mo vá­li­da aque­lla per­cep­ción que con­si­de­ra­mos co­mo su­pe­rior; en cual­quier apre­cia­ción de la reali­dad hay una he­ge­mo­nía de la mi­ra­da hu­ma­na con res­pec­to de cual­quier otra for­ma de per­cep­ción exis­ten­cial. Si Berkeley de­cía que ser es ser per­ci­bi­do no se re­fe­ría tan­to a ser per­ci­bi­do co­mo a ser vis­to; no es vá­li­do que los de­más nos hue­lan, nos sien­tan, nos no­ten o nos sa­bo­reen ‑aun­que, qui­zás, si es vá­li­do has­ta cier­to ni­vel que nos oi­gan, pe­ro in­clu­so en­ton­ces de­be­re­mos ma­ni­fes­tar­nos co­mo vi­si­bles en al­gún momento- por­que se ha es­ta­ble­ci­do que la úni­ca for­ma de aprehen­der la reali­dad es a tra­vés de la per­cep­ción ba­sa­da en la vis­ta humana.

    Esto es un pro­ble­ma. Y es un pro­ble­ma no só­lo por­que nos si­túa a Diderot, y su Carta a los cie­gos, en el lu­gar de un ma­ma­rra­cho que afir­ma que los cie­gos co­no­cen la reali­dad ‑lo cual lo pri­me­ro ya es afir­ma­do ale­gre­men­te por la aca­de­mia y lo se­gun­do es plan­tea­do en el tono con­des­cen­dien­te con el que se tra­ta la ceguera‑, sino que tam­bién lo es en tan­to li­mi­tan to­da po­si­bi­li­dad de con­cep­ción del mun­do ha­cia la ex­tre­ma­da­men­te li­mi­ta­da vi­sión per­cep­ti­va del hom­bre. Es por ello que, de re­pen­te, en­con­tra­mos des­agra­da­bles su­pues­tos on­to­ló­gi­cos de cor­te idea­lis­ta: los cie­gos no per­ci­ben la reali­dad, los ani­ma­les exis­ten fue­ra de la con­for­ma­ción del mun­do y el hom­bre es en el mun­do en tan­to con­for­ma el mun­do; es­ta pers­pec­ti­va idea­lis­ta anu­la cual­quier con­cep­ción fí­si­ca de la reali­dad: el uni­ver­so no exis­te an­tes del hom­bre, aun cuan­do ten­ga­mos evi­den­cias de que así ha si­do. Este pro­ble­ma se mul­ti­pli­ca has­ta el in­fi­ni­to en la in­ter­pre­ta­ción del ar­te co­mo mi­ra­da del objeto. 

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