Gótico carpintero, de William Gaddis
Aunque la literatura se pretenda como una representación común de lo real en algunas ocasiones, la realidad siempre se impone como algo que tiende de forma infinita hacia la confusión que el ordenado discurso del que hace gala la novela común. Es por ello que, por brillantes que nos puedan parecer los diálogos de Don DeLillo o Miguel de Cervantes, por acudir a dos ejemplos tan cercanos y tan lejanos al tiempo, la realidad siempre hace acto de presencia como algo infinitamente más anodino y espeso de lo que la literatura requiere para sí; la literatura es arte y el lenguaje común es una común grosería anti-poética. Pero esto está muy lejos de significar que los diálogos más callejeros o que las formas más obtusas del lenguaje de libros menos agraciado por la pluma virtuosa de un gran escritor estén más cerca de la realidad, más bien todo lo contrario: el lenguaje común de las personas nunca se ve caracterizado en la novela en tanto abstruso, huidizo y siempre esquivo con respecto del entendimiento del otro. Porque el problema es que aunque yo diga algo, el otro no tiene porque entenderlo. |