madurez (y auto-odio) del héroe infantil
El ser humano medio tiene un problema bastante acuciante en tanto, en su configurar, no tiende a poder disociarse de lo que antes fue; nos cuesta una barbaridad aceptar los cambios en cualquier dirección. Aun más esto es así en cuanto se trata de los otros, pues entonces nos creemos con derecho de poder suspender en el tiempo aquello que una vez hemos adorado. Y ahí se encuentra Shigeru Miyamoto rompiendo esos mitos una vez más con Super Mario Slug Bros.
En una sorprendente asociación con SNK, Nintendo nos ofrece un Super Mario muy alejado de sus corrientes estipulaciones para toda la familia. En esta aventura Bowser, Wario y otros villanos del universo Super Mario han declarado la guerra contra el Reino Champiñón y, como no podría ser de otra forma, han secuestrado a la princesa Peach. Hartos de su actitud pacifista los hermanos, bajo duro entrenamiento militar, han conformado un comando de dos miembros para salvar al reino de las fuerzas del mal; hoy lloverán las balas y las escamas. Como un desarrollo calcado de los Metal Slug nos enfrentaremos contra decenas de enemigos mientras nos apoderamos de diferentes power-ups que nos darán una limitada munición de armamento particularmente potente. Pero, fans de toda la vida, no se alarmen aun pues, detrás de ese desvencijado nuevo estilo de los héroes, siguen las premisas de siempre; las plataformas, el uso de proyectiles especiales y los adorables bob-omb nos acosarán como debería hacerlo el inspector del fisco con Emilio Botín: con intensidad suicida. Además, en el alocado giro final, tendremos que enfrentarnos contra un Bowser tamaño Godzila sólo para descubrir que, en realidad, los habitantes del Reino Champiñon llevan siglos haciendo sopas de lagarto con los habitantes del reino del emperador Bowser.
Nintendo no sólo reforma de un modo brusco, en cierto modo irreal, la saga del fontanero favorito del mundo sino que hace madurar de forma drástica el discurso; la ambigüedad moral ‑cuando no mera ejecución oscura de órdenes- de Mario le lleva hasta la revelación final del genocidio cometido durante estos años. ¿Qué nuevos caminos tomará Nintendo en los próximos tiempos? Eso no lo podemos saber, pero sí sabemos que Mario jamás saltará dentro de una bota gigante alegremente… nunca más.