En el cuerpo se construye el concepto-materia de la identidad humana
Cuerpo, de Harry Crews
¿Qué define la identidad de una persona? Esta pregunta, en el contexto en el que estamos hablando, es tremendamente capciosa en tanto se pretende como posible de responder en una sociedad en la que se ha sobredimensionado hasta el absurdo el valor de la imagen sobre el concepto ‑como, de hecho, ya resaltaría Guy Debord en un pasado no muy lejano. Eso explicaría también por qué un deporte tan minoritario como puede ser el culturismo es, de hecho, una forma adecuada de acércanos a nuestra realidad presente: en éste no nos importa nada más allá del físico, de lo que aparenta y como aparenta. En el culturismo hay una total disociación del concepto de la forma pues, cuando se juzgan los cuerpos, no nos importan sus nombres o las ideas que estos contienen, muchísimo menos aquella personalidad que podemos presuponerle con mayor o menor certeza. La imagen y la capacidad para moldearla es lo único que define la identidad del culturista, su identidad es su cuerpo en sí mismo.
El caso paradigmático será precisamente aquel que sólo podamos definir como El Cuerpo, aquel físico que sea el indiscutible imán absoluto capaz de destruir cualquier noción de perfectibilidad que se desvíe de su propia norma. Y de hecho, en el culturismo, se ha conocido. Cuando vemos las imágenes de Arnold Schwarzenegger alias El Cuerpo cuando aun era fisioculturista podemos ver el canon por el que se ha regido toda la cultura de la musculación posterior, pero también la construcción de la idealización del cuerpo masculino en tanto tal. Su cuerpo está bien definido y tonificado, inflado hasta el borde del exceso pero sin perder aun el dibujo que se le supone a cada linea de sus músculos, lo cual le hace irradiar una ligereza sublime de imposibilidad a las grotescas medidas de su materialidad. Él ha sido El Cuerpo y, en términos puramente históricos de nuestro tiempo, el será siempre la imagen que se torna zeitgeist de El Físico Mascúlino.