Una de las aspiraciones más comunes y legitimas de todo ser humano es el de la inmortalidad. Todo hombre se escuda tras la religión, el esoterismo o la ciencia en un quizás vano intento de poder perpetuarse con respecto al infinito; y eso está bien. Pero algunos en vez de elegir la inmortalidad buscan una más perentoria, aunque incluso absurda, intemporalidad del ser y aquí Thurston Moore la alcanza en Psychic Hearts.
Sin abandonar en ningún momento todo aquello que define el ya clásico sonido Sonic Youth vemos como Moore se adentra en los confines más profundos de la psychodelia hippie aliviándola de todo posible peso técnico hasta desnudarla como adorno compositivo. Por esto mismo el disco suena intermitente, cambiante, pero con una base común; aunque pueda ir variando desde el indie rock de los segundos Sonic Youth hasta los devaneos más noise que tendrían con Yamantaka Eye todo suena uniforme por una ligera capa psychodélica. Quien busque aquí alguna clase de originalidad no podrá disfrutar del disco, aquí sólo hay un ejercicio de construcción metódica de unas formaciones fetichistas que en conjunto conforman un todo uniforme. Quizás consciente de la imposibilidad de superar el sonido de su propio grupo él se desplaza a un lado dando todo el peso dramático a las mínimas pinceladas de LSD en la música; en la imposibilidad de cerciorarse de la inmortalidad de su obra constituye algo tan antiguo y monolítico definiéndola dentro de sí que la haga reconocible en todo tiempo pasado-futuro.
Existen obras con unas resonancias tan fuertes, con unos componentes tan cargados de simbolismo, que es imposible no reconocer al instante esa potencia tras de sí. Este es el caso de Psychic Hearts un disco tan brutalmente sincero que desde su mismo título nos explicita sus intenciones; muestra con orgullo aquello sin lo que no sería nada y otros tratarían de ocultar. Y su belleza es la del fetiche que aun perdido en el tiempo sigue causando estupor en aquellos que lo ven.