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The Sky Was Pink

La muerte suena como un corazón desvelado. Sobre «Tokio Año Cero» de David Peace

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Nadie re­gre­sa tras su pa­so por la tie­rra de los muer­tos, por­que des­pués de ese úl­ti­mo pa­seo la vi­da ca­re­ce por siem­pre del vi­vo co­lor de la es­pe­ran­za. No que­da na­da, si­quie­ra la po­si­bi­li­dad de la na­da. Todo te­mor es en úl­ti­mo tér­mino el mie­do a la muer­te, a des­apa­re­cer del mun­do —por­que el mun­do lo es to­do, na­da exis­te más allá de él ni si­quie­ra si exis­tie­ra; si exis­te un afue­ra del mun­do, es un afue­ra de la exis­ten­cia — , in­clu­so en aque­llos ca­sos que pa­re­cen aje­nos a sus do­mi­nios: el mie­do a la so­le­dad es el mie­do a la muer­te so­cial, a no te­ner con quién com­par­tir la vi­da; el mie­do a la en­fer­me­dad es el mie­do a la muer­te de la sa­lud, a no te­ner po­si­bi­li­dad al­gu­na de vi­vir; y el mie­do al fu­tu­ro es el mie­do a la muer­te del pre­sen­te, a no com­pren­der la vi­da en sí mis­ma. Cuando se vi­si­ta la tie­rra de los muer­tos es im­po­si­ble vol­ver sin una pro­fun­da he­ri­da en el co­ra­zón que nos re­cuer­de, al me­nos en se­cre­to, que es­ta­mos mar­ca­dos pa­ra vol­ver con ellos al­gún día.

El ins­pec­tor Minami só­lo co­no­ce del mar­ti­llar de su pen­sa­mien­to. とくとく. La cul­pa le atra­vie­sa de for­ma cons­tan­te; in­ten­ta huir del pa­sa­do, pe­ro es­te le per­si­gue de for­ma cons­tan­te. とくとく. Siempre to­ma ma­las de­ci­sio­nes, siem­pre es­tá don­de no de­be: con su aman­te cuan­do de­be­ría es­tar con su fa­mi­lia, con su fa­mi­lia cuan­do de­be­ría es­tar en su tra­ba­jo, en su tra­ba­jo cuan­do de­be­ría es­tar con su aman­te. とくとく. Quiere ol­vi­dar, pe­ro no pue­de; quie­re dor­mir, pe­ro no pue­de. とくとく. Tiene que re­sol­ver el ca­so de un ase­sino en se­rie de mu­cha­chas jó­ve­nes, pe­ro sus com­pa­ñe­ros ha­cen más avan­ces de los que él con­si­gue. とくとく. Asuntos in­ter­nos le per­si­gue, la ma­fia le per­si­gue, la vi­da le per­si­gue. とくとく. Sabe que ya es­tá muer­to, lo que no sa­be es cuan­do se ma­te­ria­li­za­rá la muer­te とくとく. Sólo de­sea no te­ner que car­gar con su vi­da. とくとく.

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