Para volar como un pájaro de papel necesitas ser en el amor
Alps, de Motorama
Un prejuicio rayano el absurdo es la insistencia en que la poesía sólo existe en los libros, como sí sólo la actividad poética pudiera ser traducida, necesariamente, cuando se es arrojada sobre un soporte donde debe ser leído. Sin embargo una parte muy presente de toda actividad poética es siempre la recitación, el hacer que las palabras cobren vida mediante su cadencia y su ritmo particular, lo cual produce que en la poesía sea tan importante la metáfora interna como su sonoridad; la poesía juega con el mismo canon interno que la música. Pero aunque podamos considerar que, efectivamente, en la música hay discursos poéticos no deberíamos caer en chabacanos acercamientos contemporáneos de esta clase. Las letras de Leonard Cohen o Bob Dylan pueden ser evocadoras para quien gusten de su clase de música pero, sin embargo, carecen de ciertas características formales extra-poéticas necesarias para constituirse como obras poéticas en su contexto. Lo primordial para que un músico pueda considerar que su música es auténticamente poética es que nunca sea visible el carácter poético por encima del musical; la música constituye el contexto que refuerza y contiene el sentido ulterior máximo de las metáforas impresas entre sus versos.
El caso más paradigmático posible de esta conjunción músico-poética sería Alps de Motorama porque el post-punk de los rusos es capaz de sintetizar a la perfección unas imágenes vividas, reiterativas y rastreables como metáforas consistentes a la par que consiguen su particular evocación a través de su música en sí. No sólo es que digan metáforas particulares que funcionen en un nivel de entendimiento poético, es que la música es en sí mímesis de ese carácter poético en su capacidad de evocar esas mismas formas.