Categoría: The Sky Was Pink

  • combando a las personas

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    The Bloody Beetroots son lo más cer­cano al te­rro­ris­mo mu­si­cal que po­de­mos en­con­trar en el House a día de hoy. Sumémosle a es­to le la co­la­bo­ra­ción del crea­dor de mo­das en la som­bra por ex­ce­len­cia, Steve Aoki, y con­se­gui­re­mos un es­pe­jo de la con­tem­po­ra­nei­dad co­mo Warp.

    Warp si­gue la es­te­la del Electro House más su­cio y os­cu­ro par­tien­do co­mo ba­se de Dominator de Human Resource, ac­tua­li­zan­do en un tono si­mi­lar pe­ro en un nue­vo con­tex­to el te­ma. Desde Dominator, el epi­to­me de lo co­ol en su épo­ca, The Bloody Beetroots se atre­ven a res­ca­tar­lo con una me­lo­día más os­cu­ra y su­cia pe­ro mu­cho más es­cu­cha­ble pa­ra una for­ma más re­fi­na­da de en­ten­der el House, fir­man­do así una obra que no so­lo re­nue­va sino que me­jo­ra el con­cep­to original.

    Y es que tan­to Steve Aoki co­mo The Bloody Beetroots han en­ten­di­do la esen­cia de la mo­der­ni­dad con­tem­po­rá­nea, un mo­do de en­ten­der la exis­ten­cia, es­ta de mo­da ser alternativo.

    One, two, ¡uh, uh!

  • el caballero de personalidad disociativa

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    En el fon­do to­dos es­ta­mos un po­co lo­cos, la di­fe­ren­cia es en que pun­to en­tre las pe­que­ñas ma­nías y mie­dos ha­bi­tua­les y la psi­co­pa­tía en su es­ta­do más pu­ro es ha­cia que la­do de la ba­lan­za mas nos acer­ca­mos. Batman Arkham Asylum abor­da es­te te­ma des­de sus dos pro­ta­go­nis­tas y un in­vi­ta­do es­pe­cial que aca­ba re­sul­tan­do ser lo me­jor del juego.

    Batman atra­pa por enési­ma vez a Joker pe­ro es­te una vez en Arkham con­si­gue ha­cer­se con el po­der del psi­quiá­tri­co des­atan­do una ola de te­rror, Batman en es­ta si­tua­ción de­be­rá en­fren­tar­se a sus más te­rri­bles mie­dos en for­ma de sus re­cu­rren­tes enemi­gos. Desde Killer Croc has­ta el mis­mo Joker pa­san­do por los re­tos de Enigma en un en­torno que no de­ja de ser una tí­pi­ca cár­cel de al­ta se­gu­ri­dad mas que un in­sano ma­ni­co­mio. Pero es­to no es lo que te­me, su enemi­go más pe­li­gro­so y te­mi­do es el más dé­bil en apa­re­cien­cia, es El Espantapájaros.

    En ca­da apa­ri­ción del Espantapájaros ino­cu­la una can­ti­dad de dro­gas del pá­ni­co a Batman por las cua­les re­me­mo­ra los mo­men­tos más te­rri­bles de su vi­da, lo que más te­me en es­ta vi­da. Desde la muer­te de su pa­dre has­ta un tra­sun­to del prin­ci­pio del jue­go don­de en vez de es­col­tar Batman a Joker es es­te se­gun­do quien es­col­ta al in­te­rior a un de­men­ta­do Batman con per­so­na­li­dad di­so­cia­ti­va. Después de es­to lle­ga a un lu­gar don­de rei­na el caos y la lo­cu­ra del Espantapajaros en for­ma gi­gan­tes­ca do­mi­nan­do to­do, te­nien­do que huir de el has­ta en­con­trar la luz que pue­de de­rro­tar­le y ter­mi­nar con las ho­rri­bles pe­sa­di­llas que produce.

    Si Batman te­me a Joker no es por el da­ño que pue­de ha­cer, sino por­que es el re­fle­jo te­ne­bro­so de si mis­mo, la úni­ca di­fe­ren­cia en­tre ellos dos es la for­ma en la que abra­zan su lo­cu­ra, un pe­que­ño res­ba­lón po­dría po­ner al uno en el lu­gar del otro. Porque el ma­yor enemi­go de Bruce Wayne es Batman.

  • el terror es la cotidianeidad

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    Katsuhiro Otomo sien­te una cier­ta in­quie­tud ha­cia don­de se di­ri­ge hu­ma­ni­dad, te­nien­do su mues­tra más co­no­ci­da en Akira. Pero no de­be­ría­mos ob­viar que en una obra an­te­rior ya apun­ta­ría en es­ta di­rec­ción en la cual no coin­ci­de con el es­ti­lo pe­ro sí coin­ci­de pro­fun­da­men­te con la sus­tan­cia. Esta obra no po­dría ser otra que Domu.

    Domu nos ha­bla del caos en­gen­dra­do por la hu­ma­ni­dad, una hu­ma­ni­dad en­ce­rra­da en un du­do­so por­ve­nir en el cual los avan­ces tec­no­ló­gi­cos y so­cia­les so­lo pa­re­cen en­claus­trar­los más en for­ta­le­zas de cris­tal y fan­ta­sías de un ma­ña­na me­jor. Así una ur­ba­ni­za­ción fa­mi­liar se tor­na en una pe­sa­di­lla ho­rri­ble cuan­do ex­tra­ños sui­ci­dios y ase­si­na­tos em­pie­zan a su­ce­der­se den­tro de es­ta, no so­lo te­men ya a la ru­ti­na, te­men tam­bién el no vi­vir un día más. De es­te mo­do nos si­tua­mos en un lu­gar apa­ren­te­men­te apa­ci­ble, una re­pre­sen­ta­ción de la se­gu­ri­dad y el con­fort de la ciu­dad con­tem­po­rá­nea co­mo es la ur­ba­ni­za­ción mo­der­na. Pero don­de el es­ti­lo cy­ber­punk de Akira nos lle­va­ría ha­cia una nue­va car­ne bru­tal y des­car­na­da el es­ti­lo bru­ta­lis­ta ‑co­mo el de la ur­ba­ni­za­ción en el cual trans­cu­rre la trama- de Domu nos lle­va por un cam­po igual de sal­va­je pe­ro mu­cho más mís­ti­co. La des­car­na­da exis­ten­cia gris, os­cu­ra, que se su­ce­de en un com­ple­jo de edi­fi­cios bru­ta­lis­ta aca­ba pro­du­cien­do una bru­tal lu­cha en­tre los que es­tán más cer­ca de la muer­te y, a la vez, de la vi­da. Así se con­for­ma, co­mo ya es cons­tan­te en su obra, una opo­si­ción en­tre un cier­to plano fí­si­co, ma­te­rial si se pre­fie­re, con­tra un cam­po más men­tal, mís­ti­co incluso. 

    En una ur­ba­ni­za­ción de cla­ses aco­mo­da­das los ni­ños jue­gan ig­no­ran­tes del pa­pel de su ino­cen­cia y los adul­tos anhe­lan y te­men las fan­ta­sías na­ci­das muer­tas de los fu­tu­ros pa­dres asa­la­ria­dos. Entre las pa­re­des de hor­mi­gón ar­ma­do, lan­gui­de­ce cual­quier pa­sión po­si­ble; la ar­qui­tec­tu­ra es una re­pre­sen­ta­ción fí­si­ca de los con­fi­gu­ra­dos ma­pas men­ta­les de sus ha­bi­tan­tes. El te­rror adul­to en for­ma de la ur­ba­ni­za­ción co­mo cár­cel de los deseos.

  • un domingo triste

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    Gloomy Sunday
    with sha­dows I spend it all
    my heart and I
    ha­ve de­ci­ded to end it all

    Tsukimono no in­ven­ta pe­ro re­mo­za una me­lo­día tris­te y me­lan­có­li­ca, una voz que se oye des­de una ra­dio y cru­ji­dos de la ma­de­ra com­bán­do­se. Gloomy Sunday es la can­ción de los aman­tes sui­ci­das, una can­ción som­bría so­bre la de­ses­pe­ra­ción de la per­di­da del ser ama­do y de la in­ca­pa­ci­dad de se­guir ade­lan­te sin esta.

    Lo mas cu­rio­so es co­mo es­ta mo­der­ni­za­ción de la can­ción la lle­va al li­mi­te la ex­pre­si­vi­dad de esa de­ses­pe­ra­ción, no des­de lo som­brío, sino des­de la evo­ca­ción. Si el aman­te sui­ci­da es som­brío por sus pa­la­bras y sus ac­tos, Gloomy Sunday so­lo lo es por sus pa­la­bras. Una oda al sui­ci­dio por amor des­de una ra­dio vie­ja y destrozada.

  • enter the porcast

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    Les trai­go una sor­pre­sa, una en­tra­da no ha­bi­tual en es­te blog, si ba­jan has­ta aba­jo po­drán oír mi pri­me­ra in­ter­ven­ción (y es­pe­ro que no ul­ti­ma) en el Porcast del nun­ca su­fi­cien­te­men­te lau­rea­do Mario Virico. Espero que les gus­te y so­bre­to­do re­cuer­den pa­sar por el blog del an­fi­trión y co­men­tar­le a el tam­bién y por fa­vor, aní­men­se a par­ti­ci­par en fu­tu­ros por­cast, tan­to Mario co­mo un ser­vi­dor se lo agradeceremos.