el terror es la cotidianeidad

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Katsuhiro Otomo sien­te una cier­ta in­quie­tud ha­cia don­de se di­ri­ge hu­ma­ni­dad, te­nien­do su mues­tra más co­no­ci­da en Akira. Pero no de­be­ría­mos ob­viar que en una obra an­te­rior ya apun­ta­ría en es­ta di­rec­ción en la cual no coin­ci­de con el es­ti­lo pe­ro sí coin­ci­de pro­fun­da­men­te con la sus­tan­cia. Esta obra no po­dría ser otra que Domu.

Domu nos ha­bla del caos en­gen­dra­do por la hu­ma­ni­dad, una hu­ma­ni­dad en­ce­rra­da en un du­do­so por­ve­nir en el cual los avan­ces tec­no­ló­gi­cos y so­cia­les so­lo pa­re­cen en­claus­trar­los más en for­ta­le­zas de cris­tal y fan­ta­sías de un ma­ña­na me­jor. Así una ur­ba­ni­za­ción fa­mi­liar se tor­na en una pe­sa­di­lla ho­rri­ble cuan­do ex­tra­ños sui­ci­dios y ase­si­na­tos em­pie­zan a su­ce­der­se den­tro de es­ta, no so­lo te­men ya a la ru­ti­na, te­men tam­bién el no vi­vir un día más. De es­te mo­do nos si­tua­mos en un lu­gar apa­ren­te­men­te apa­ci­ble, una re­pre­sen­ta­ción de la se­gu­ri­dad y el con­fort de la ciu­dad con­tem­po­rá­nea co­mo es la ur­ba­ni­za­ción mo­der­na. Pero don­de el es­ti­lo cy­ber­punk de Akira nos lle­va­ría ha­cia una nue­va car­ne bru­tal y des­car­na­da el es­ti­lo bru­ta­lis­ta ‑co­mo el de la ur­ba­ni­za­ción en el cual trans­cu­rre la trama- de Domu nos lle­va por un cam­po igual de sal­va­je pe­ro mu­cho más mís­ti­co. La des­car­na­da exis­ten­cia gris, os­cu­ra, que se su­ce­de en un com­ple­jo de edi­fi­cios bru­ta­lis­ta aca­ba pro­du­cien­do una bru­tal lu­cha en­tre los que es­tán más cer­ca de la muer­te y, a la vez, de la vi­da. Así se con­for­ma, co­mo ya es cons­tan­te en su obra, una opo­si­ción en­tre un cier­to plano fí­si­co, ma­te­rial si se pre­fie­re, con­tra un cam­po más men­tal, mís­ti­co incluso. 

En una ur­ba­ni­za­ción de cla­ses aco­mo­da­das los ni­ños jue­gan ig­no­ran­tes del pa­pel de su ino­cen­cia y los adul­tos anhe­lan y te­men las fan­ta­sías na­ci­das muer­tas de los fu­tu­ros pa­dres asa­la­ria­dos. Entre las pa­re­des de hor­mi­gón ar­ma­do, lan­gui­de­ce cual­quier pa­sión po­si­ble; la ar­qui­tec­tu­ra es una re­pre­sen­ta­ción fí­si­ca de los con­fi­gu­ra­dos ma­pas men­ta­les de sus ha­bi­tan­tes. El te­rror adul­to en for­ma de la ur­ba­ni­za­ción co­mo cár­cel de los deseos.

Comentarios

2 respuestas a «el terror es la cotidianeidad»

  1. Avatar de Chris_Waltz

    Otomo es un ca­ta­crack, re­cuer­do leer pe­sa­di­llas y maravillarme.

    Sin du­da, hay mu­cho Katsuhiro a par­te de Akira!

  2. Avatar de Jean-Luc de Kodamá Mortem

    Domu es pu­ro Otomo y se no­ta en ese sen­ti­do de la ma­ra­vi­lla que im­pri­me a ab­so­lu­ta­men­te to­das sus obras, es un hom­bre cu­rio­so y muy bueno, si.

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