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  • Las conexiones existen en donde nos encontramos en los otros. Lista (de listas) del 2019

    Las conexiones existen en donde nos encontramos en los otros. Lista (de listas) del 2019

    Esta es la dé­ci­ma vez que nos reuni­mos. Desde aque­lla pri­me­ra lis­ta, en 2010, han cam­bia­do mu­chas co­sas. Nadie, sal­vo una per­so­na, ha re­pe­ti­do en to­das las oca­sio­nes. Muchos se mar­cha­ron, otros con­ti­nua­ron, otros se vol­vie­ron in­ter­mi­ten­tes y sor­pre­si­vos. Nunca se sa­be quién apa­re­ce­rá en la lis­ta de lis­tas. Ni cuán­tos quie­nes se­rán. En par­te, por­que cuan­do se co­men­zó es­te pro­yec­to, só­lo se pro­pu­sie­ron dos de­seos, más que dos ob­je­ti­vos: lle­gar a diez en­tre­gas y, pa­ra cuan­do se lle­ga­ra a diez en­tre­gas, que par­ti­ci­pa­ran cin­cuen­ta per­so­nas en ella.

    No so­mos cin­cuen­ta. Somos cin­cuen­ta y cin­co. Y son diez en­tre­gas. Eso no qui­ta pa­ra que, an­tes de ce­le­brar­lo, ten­ga­mos que de­rra­mar un par de lá­gri­mas. Fran Pinto, más co­no­ci­do co­mo Pinjed, mu­rió es­te año. Por su­pues­to, su in­vi­ta­ción se ha guar­da­do. Es, en es­pí­ri­tu, el miem­bro cin­cuen­ta y seis de es­ta lis­ta. No sa­be­mos qué hu­bie­ra es­cri­to, por­que se­gu­ra­men­te nos hu­bie­ra sor­pren­di­do. Se hu­bie­ra sa­li­do por la tan­gen­te, de­ján­do­nos a cua­dros, ha­cien­do que nos pre­gun­tá­ra­mos có­mo fun­cio­na el in­te­rior de su ca­be­za. Es lo que ha­cía siem­pre. Por eso só­lo te pi­do, lec­tor, que si le co­no­cis­te, te pa­res un mi­nu­to e ima­gi­nes eso. Imagines qué tres ar­te­fac­tos cul­tu­ra­les hu­bie­ra ele­gi­do es­te año Pinjed. No por la lis­ta, sino por él: pa­ra que no lo olvidemos.

    Ahora, sí, por fa­vor, vol­va­mos a la lis­ta. Ante ti tie­nes cin­cuen­ta y cin­co per­so­nas dan­do su opi­nión so­bre las tres co­sas más re­le­van­tes del 2019. No hay cohe­sión. No hay ho­mo­ge­nei­dad. No hay re­glas, al me­nos, en lo que a con­te­ni­do se re­fie­re. Cada uno eli­ge lo que quie­re. Eso lle­va diez años sien­do igual. Y es­pe­ro que si­ga sien­do igual, al me­nos, otros diez años más. Pero só­lo si nos se­guís acom­pa­ñan­do, vo­so­tros, que­ri­dos lec­to­res. Porque no hu­bié­ra­mos lle­ga­do a ser más de cin­cuen­ta si nos hu­bie­rais de­ja­do de leer mu­chos años atrás. Si no se hu­bie­ra con­ver­ti­do, en cier­to mo­do, en una tra­di­ción que acep­ta­mos con gusto.

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