Esta es la décima vez que nos reunimos. Desde aquella primera lista, en 2010, han cambiado muchas cosas. Nadie, salvo una persona, ha repetido en todas las ocasiones. Muchos se marcharon, otros continuaron, otros se volvieron intermitentes y sorpresivos. Nunca se sabe quién aparecerá en la lista de listas. Ni cuántos quienes serán. En parte, porque cuando se comenzó este proyecto, sólo se propusieron dos deseos, más que dos objetivos: llegar a diez entregas y, para cuando se llegara a diez entregas, que participaran cincuenta personas en ella.
No somos cincuenta. Somos cincuenta y cinco. Y son diez entregas. Eso no quita para que, antes de celebrarlo, tengamos que derramar un par de lágrimas. Fran Pinto, más conocido como Pinjed, murió este año. Por supuesto, su invitación se ha guardado. Es, en espíritu, el miembro cincuenta y seis de esta lista. No sabemos qué hubiera escrito, porque seguramente nos hubiera sorprendido. Se hubiera salido por la tangente, dejándonos a cuadros, haciendo que nos preguntáramos cómo funciona el interior de su cabeza. Es lo que hacía siempre. Por eso sólo te pido, lector, que si le conociste, te pares un minuto e imagines eso. Imagines qué tres artefactos culturales hubiera elegido este año Pinjed. No por la lista, sino por él: para que no lo olvidemos.
Ahora, sí, por favor, volvamos a la lista. Ante ti tienes cincuenta y cinco personas dando su opinión sobre las tres cosas más relevantes del 2019. No hay cohesión. No hay homogeneidad. No hay reglas, al menos, en lo que a contenido se refiere. Cada uno elige lo que quiere. Eso lleva diez años siendo igual. Y espero que siga siendo igual, al menos, otros diez años más. Pero sólo si nos seguís acompañando, vosotros, queridos lectores. Porque no hubiéramos llegado a ser más de cincuenta si nos hubierais dejado de leer muchos años atrás. Si no se hubiera convertido, en cierto modo, en una tradición que aceptamos con gusto.
Andrés Abel
The Rise of the Synths
El esperadísimo documental sobre el synthwave del director Iván Castell veía por fin la luz este año con la gran sorpresa, anunciada casi a última hora, de que nada menos que John Carpenter haría el papel de narrador. Con el nombre del maestro encabezando los de una legión de superentrevistados, música original de OGRE, y unos valores de producción que canalizan y destilan el espíritu de la escena, La rebelión de los sintes (el maravilloso título con el que se ha estrenado aquí) acaba por convertirse en una pieza fundamental del mismo puzle que pretendía resolver. Poco más le podíamos pedir, como no fuese una auténtica transmisión desde el futuro, a lo Prince of Darkness del propio Carpenter, que nos revelase cuál sería el destino final del movimiento (me imagino un postapocalipsis rollo Terminator en el que las máquinas solo escuchan grunge).
La dominación mundial de Ghost (II)
Me lo he pensado un poco antes de repetir ítem con respecto a mi lista de 2018, pero tampoco demasiado. Los nuevos popes del shock rock han seguido dándole vueltas al planeta, como cabezas de cartel y como invitados especiales de Metallica, y han lanzado un single de los de antes (Seven Inches of Satanic Panic) que, además de enriquecer la mitología del grupo —se supone que es la reedición de uno de sus primeros trabajos… lanzado originalmente en 1969 — , contiene en cada una de sus caras una de las mejores canciones de 2019. Son motivos suficientes para justificar esta segunda oda a los gules, pero sobre todo quería dedicársela a la memoria de Pinjed, que coincidió en incluirlos también en su selección del año pasado. Se te echa de menos.
Love, Death + Robots
Un monumento a la fantasía y al cine de animación para adultos, materialización de un viejo proyecto de Tim Miller y David Fincher, que a lo largo de sus 18 episodios piruetea entre subgéneros, estéticas y tecnologías como un circo de otras tantas pistas (o una galería de arte con otras tantas salas, por si a alguien el símil del circo le parece poco elevado). Siendo su modelo manifiesto la película Heavy Metal de 1981, me sorprendió que finalmente solo reflejase la característica mezcla de sexo y violencia de aquella en 4 o 5 de esos 18 episodios, pero me sorprendió muchísimo más cómo reaccionaron ante ellos algunas sensibilidades heridas. Y por eso he querido destacarla también entre lo mejor del año: porque ofrece una oportunidad de oro para detenerse y rascarse la cabeza. En estos tiempos nuevos y mejores, donde nos está tocando revisar tantas actitudes, quizás convendría revisar también si seguimos teniendo clara la diferencia entre ficción y realidad, entre una explotación escapista que nos desagrada y un verdadero panfleto de odio, y si, con la mejor de las intenciones, no les estaremos haciendo a veces el trabajo sucio a los guardianes de la moral de toda la vida.
Javier Alemán
Circe, de Madeline Miller
Aunque el libro apareció en 2018 (ganando el premio de Goodreaders a mejor novela fantástica), la edición con traducción al español nos llegó a 2019, así que espero me perdonen la trampa aquí. Circe es una novela maravillosa en tanto que sabe darle una relectura de género a la ya conocidísima Odisea. Que Madeline Miller haya sabido construir a partir de una de las obras más antiguas que conocemos y que además lo haga reivindicando el papel de las mujeres de la historia ya es meritorio, pero no sólo se queda ahí. Lo ha hecho escribiendo de maravilla, con un uso del lenguaje que quiere acercarse al clásico del poema épico pero sabiendo acercarlo al lector de ahora; y con un conocimiento enciclopédico de la mitología que no sólo no abruma sino que deja con ganas de más. Tan importante ha sido su trabajo que nos deja a Circe ya como protagonista de pleno derecho de su historia, más que como nota al pie de los viajes de Odiseo. Personalmente, no se me ocurre nadie que hasta ahora haya logrado algo así.
GLOW, de Liz Flahive y Carly Mensch para Netflix
Me da un poco de miedo que GLOW, habiendo aparecido en agosto, acabe sufriendo la tiranía de la memoria y de Watchmen (que, sin duda, merecería un comentario) y quede olvidada en este tipo de listas. Quizá lo más asombroso de la serie que han creado Liz Flahive y Carly Mensch es que todavía tiene cosas que decir, que con cada temporada que ha ido terminando uno pensaría que otra temporada más sería un error. Eso pensaba tras el final de la segunda, y la tercera me ha atropellado como un camión enfurecido. Nada de GLOW sobra, nada en GLOW falta. El trabajo actoral está a la altura de la increíble coralidad de la serie, el desarrollo de los personajes no nos deja respirar y sabe meterse en todos los charcos posibles sin mancharse ni un solo segundo. Si tuviera que pensar en una única palabra para definirla sería «sensibilidad», es una serie tan sensible que hace daño, que te llena de ternura y que te abraza. Cuando uno entra en ella se da cuenta de que todo lo que hay dentro está vivo, que sus personajes respiran con la misma fuerza que tú al verlos, que nada es artificial. Con el tiempo miraremos atrás y otras series resonarán, pero a ver si queremos a algún personaje más que a las mujeres que la habitan.
Toundra poniéndole música a El Gabinete del Doctor Caligari
Toundra anunciaron hace unos días que en 2020 lanzarán el álbum con la música que compusieron para El Gabinete del Doctor Caligari, un concierto único que dieron el 8 de mayo en los cines Capitol de Madrid. Una noticia increíble para todos los que no pudieran estar entre el público (y para los que pudimos asistir). El matrimonio entre el post-rock y las bandas sonoras es muy fecundo, desde Mogwai con Les Revenants hasta unos Explosions in the Sky que en la última década casi tienen más discos de composiciones para películas que propios, pero hasta ahora había pocos proyectos para hacerlo en retrospectiva y remezclar el cine mudo. Que yo conozca, anteriormente sólo lo hicieron Perro en 2017 para M, el Vampiro de Düsseldorf. Estuve en el concierto, y aún sabiéndome de memoria el clásico del expresionismo alemán (gótico que es uno), ver El Gabinete del Doctor Caligari mientras Toundra, incesamentemente, ponían la música, era como ver otra cosa. Ni mejor ni peor, una obra diferente con otras capas y profundidades, un remix inesperado lleno de guitarras tristes y cadencias pesadas que merece la pena conocer. El talento de la banda madrileña es descomunal, un manantial incesante que no para de refrescar un género al que se acusa de estancado. Por suerte, el 28 de febrero podrá hacerlo todo el que se quedase fuera. Y háganme caso, no se lo pierdan.
Álvaro Arbonés
Disco Stranding
Rara vez hay un único camino para llegar a un lugar. Sea en la vida o en el arte, lo más normal es que cada persona encuentre su modo de llegar a las mismas conclusiones. Por eso es imposible elegir entre Disco Elysium y Death Stranding. Ambos juegos no son sólo los mejores del año, sino que además ambos consiguen llegar al mismo lugar, la excelencia, desde dos rutas completamente diferentes. Desde el exceso experimental y obsesionado con las mecánicas del triple A; desde la reformulación de las lógicas del juego de rol clásico y la escritura literaria más elegante. Dos caminos no tan diferentes, no tan dispares, para dos juegos que se parecen mucho cuando los pensamos no porque recorran el mismo camino, sino porque llegan al mismo lugar.
Fire is coming!
Flamagra es Flying Lotus al cubo. Es su electrónica excesiva, polimorfa, huidiza, pero también es toda la gente que le cubre las espaldas. Están Anderson .Paak, George Clinton, Denzel Curry. También Thundercat, porque los discos de uno no existen sin el otro. Pero también nos encontramos a Toro y Moi, Solange, David Lynch. Ese David Lynch. Y entre medio, cuando se queda a solas, firma piezas magistrales. Remind U. Post Requisite. Takashi. Pero entonces, ¿qué hay del audiovisual? ¿Podría marcarse un videoclip dirigido por Shinichiro Watanabe? Claro, ¿por qué no? Total, FlyLo ha compuesto varias canciones para su nuevo anime, Carole & Tuesday. No es como si Flying Lotus no fuera, sorpresivamente, casi en secreto, el hombre que está dando forma a la música del presente.
Sara-sara-saraaa-¡sarazanmai!
Kunihiko Ikuhara es un genio. Ha cogido las lógicas del anime infantil —escenas llamativas, repetición entre capítulos, especial hincapié en diseños sencillos y atractivos— derivadas de las necesidades de la producción semanal y las ha aplicado a un terreno completamente diferente: los dramas cargados de simbolismo. Sarazanmai es, en ese sentido, todo lo que cabría esperar. Subtexto, obsesión con el diseño gráfico, la tradición y la tragedia. Pero también una historia sobre permanecer unidos, perdonarnos y perdonar. Aprender que no podemos vivir sin los demás, pero que tampoco podemos vivir sin nosotros mismos. Todo ello con la soltura del que es capaz de saltar del drama a la comedia y volver a la comedia aún más convencido en hacernos llorar como si le fuera tan natural como respirar. Porque tal vez lo sea. Al fin y al cabo, es Kunihiko Ikuhara. Y Kunihiko Ikuhara es un genio.
Bamf!
Manga para todes
Como ya nos anuncia Marc Bernabé, el panorama editorial español de 2019 vuelve a alcanzar un récord histórico en el sector del manga con 838 novedades publicadas. Está claro que podemos interpretar estos datos de muchas formas distintas, tanto positivas como negativas, que varían dependiendo del sector de la industria desde el que se analicen. Pero hay una certeza: un aumento de títulos supone una apertura del rango de opciones que las editoriales españolas ofrecen a lectores y lectoras, llevando a las estanterías propuestas que hace unos años habrían sido consideradas arriesgadas o directamente imposibles. 2019 ha sido un año de licencias que se salen del obvio bombazo de acción mainstream de temporada; de recuperación de clásicos ninguneados y décadas ignoradas casi por completo; y de forzamiento de barreras de lo obvio y zonas de confort por parte (principalmente) de editoriales que se han movido en los márgenes y la representación. Encontramos ejemplos como Satori Manga (Mujeres del zodíaco), Fandogamia (La novia era un chico) o la joven Editorial Kodai (Echoes), y mención aparte merece la cuidada línea editorial de Ediciones Tomodomo (Sombras sobre Shimanami) o el epatante catálogo de Milky Way Ediciones (Atelier of Witch Hat): casas con tal identidad propia, coherencia y delicadeza en la selección de licencias, que me han obligado a involucrarme (en más de una ocasión) en intensas conversaciones en las que se «fangirleaba» sobre ellas como si de títulos o artistas se tratara. El manga en España está un pasito más cerca de esa realidad japonesa en la que existe un título para cada persona.
Lo de Avengers: Endgame
Detéstala como producto artístico. Sácale fallos técnicos. Odia a Disney y la inexorable fagocitación a escala planetaria a la que nos está exponiendo de forma insidiosa. Seguramente estaré de acuerdo contigo en todo… Pero nunca he saltado, gritado, gemido y puesto en pie (todo esto, literalmente) en una sala de cine como durante ese cierre de época del Universo Cinematográfico Marvel. Y desde luego, nunca había estado en un pase de cine en el que el resto de espectadores compartieran y me devolvieran ese mismo entusiasmo en una perfecta comunión generada por ordenador. Disfruto las películas de superhéroes como un transeúnte que pasa por ahí. No me interno ni profundizo en ellas como sí hago con sus contrapartidas comiqueras. El «fandom» superheroico audiovisual puede convertirse en ocasiones (habitual y principalmente en redes sociales) en un ámbito extremadamente tóxico y cerril… Pero de aquel día y de aquella sala de cine sólo recuerdo amor grupal y sensación de satisfacción, épica, y cierre de una era. Y las uñas de mi pareja clavadas en mi brazo, de pura tensión, mientras yo hacía lo propio con el suyo.
Hay que comerse a los ricos
Si bien es cierto que Disney es dueña hasta de las magdalenas que te tomaste esta mañana en el desayuno, no debemos olvidar que dentro del “mainstream” sigue habiendo artistas con ideas propias que se valen de su altavoz e influencia en Hollywood para colar píldoras de crítica al privilegio y la clase acomodada, ocultas en un envoltorio de género o de entretenimiento aparentemente distendido. Jordan Peele ya dio el pistoletazo de salida a este subgénero de cintas rentables con subtexto de clase y raza con Déjame salir (Get out, 2017), e inauguró con fuerza este 2019 con Nosotros (Us), a la que se le han sumado la deliciosa y sangrientamente lúdica Noche de bodas (Ready or not, dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett) y la «agathachristiesca» Puñales por la espalda (Knives Out, dirigida por Rian Johnson); las tres, además, con un excelso y representativo protagonismo femenino (Lupita Nyong’o, Samara Weaving, Ana de Armas). Si bien Noche de bodas y Puñales por la espalda muestran un compromiso y análisis mucho menos exigente y un subtexto más básico que las propuestas de Peele, no podemos evitar sonreír por partida doble: por los acontecimientos de la propia cinta y por las continuas pullas (sutiles o no) hacia los poderosos y los herederos del privilegio, villanos que no siempre ocupan un sillón giratorio mientras acarician un gato.
Noah Benalal
Contra el diluvio
Me doy cuenta de que todos los eventos culturales que quiero destacar este año son intentos más o menos modestos de huida, individual y colectiva, de las dinámicas globales terroríficas que lo arrastran todo y a todos. Siempre he disfrutado mucho de una megalomanía que sólo es posible dentro de una industria cultural masiva, pero una sensación de pequeñez e impotencia se ha ido haciendo fuerte en el fondo de mi estómago y ahora clama por probar formas distintas de organización y de acción creativa. Así que me parece apropiado abrir con algo que no es un producto ni un objeto consumible, sino un sitio de producción y difusión de material divulgativo: la página web de Contra el diluvio, «un modesto intento de contribuir a un movimiento contra el cambio climático y sus consecuencias» mediante textos, traducciones y charlas que, desde los marcos del ecosocialismo (que me parecía en sí mismo demasiado grande y demasiado viejo para titular este punto de la lista, aunque si hablamos de cosas influyentes bien podía haberlo hecho), plantean distintas maneras y razones para combatir el capitalismo, asumir el ecologismo y construir, mediante la movilización social, otros futuros posibles.
Las películas y Dan Sallitt
Fourteen (2019) es la última película de Dan Sallitt, un cineasta al que he podido acercarme este año en el contexto del festival Filmadrid y que me ha reconciliado con todo el aparato que hay detrás de las películas de una forma muy íntima. Su cine es pequeño, sacado adelante con costes muy bajos y fruto del trabajo organizadísimo de quien tiene que compaginar la actividad artística con un empleo a jornada completa; aunque el formato «coloquio después de la película» rara vez resulta muy enriquecedor, escucharle hablar es como atender una masterclass sobre cómo hacer cine íntegro. Salitt escribe para sus actores y se adapta a los recursos de los que dispone, atiende a las relaciones entre personas con un grado brutal de sensibilidad y humanidad y le saca un partido increíble al conflicto, el lenguaje y el gesto. Aunque no sea su intención provocar este efecto, en un contexto en el que predico como un profeta loco sobre el abaratamiento mal entendido del cine más masivo (¡nos inundan los productos desalmados de la producción en cadena! ¡subid al arca las películas hechas con gusto y cuidado y significado y fuguémonos!), ver una película como Fourteen, o la anterior The Unspeakable Act (2012) —que es mi favorita de Sallitt— se convierte para mí en una experiencia muy cargada de ideología. Más de 900 euros costaba asistir en Madrid a un seminario en el que Robert McKee prometía explicar cómo se escribe un guion comercialmente explotable, según el método que difunde en un libro que se vende a 24,22€. Yo cada vez estoy más segura de que lo único que se puede enseñar en el cine son buenas y malas prácticas y en Sallitt he encontrado, casi gratis, un modelo que es amable y humilde y descorazonador, y que me parece absolutamente inspirador. Sus películas se distribuyen poco pero no son imposibles de encontrar, y me gustaría mucho que hablásemos de ellas.
Música perfecta
Si puedo utilizar esta lista con propósitos o esperanzas proféticas, también me gustaría que en 2020 hablásemos más de Cabiria. Nunca he sabido estar en la vanguardia musical, y casi todo lo que escucho últimamente vivió y murió en los años 80; me gusta el disco cantable y bailable, las estéticas brillantes y las voces femeninas fuertes o suaves, y su tema Fantasma es como una visita por todas mis fantasías. El videoclip es un sueño de cabaret y Cabiria una Kate Bush fantasma del espacio, y verla actuar en directo es divertido y es mágico. Su disco C’est Lindy On (2017) me descubrió que es posible llorar de emoción con un chiste, y es lo que más me gusta escuchar en el coche, de noche, volviendo a casa. Además, Eva es la curadora de una de mis listas favoritas de Spotify, con toda sinceridad titulada “MÚSICA PERFECTA”.
Jorge Cano
Booksmart, de Olivia Wilde
Me he dado cuenta durante este último año de cuánto disfruto estando rodeado de gente mucho más joven que yo, y digo «mucho» para que quede claro que no me considero viejo, todavía estoy en edad de merecer. Si bien lo que manda la tradición es echar pestes de las nuevas generaciones, que suelen ser más vagos, menos listos y con peores gustos que los de tu quinta, a mí me pasa prácticamente lo contrario; me parecen más cultos, sensibles y tolerantes que cuando yo tenía su edad, me dan un poco de envidia la verdad, y me contagian su vitalidad y energía, a pesar del mundo tan hostil y desconcertante en el que les ha tocado vivir. Estas mismas sensaciones son las que me transmitió Booksmart, el debut en la dirección de Olivia Wilde, una comedia divertidísima y con una visión muy positiva de los adolescentes de hoy en día que, pese a sus taras ‑como las ha tenido cualquier otra generación- tienen multitud de virtudes que muchas veces se dan por sentado y no se destacan lo suficiente. Como si se tratara del reverso luminoso de la pesimista y seguramente mucho más realista Euphoria de HBO, me identifico totalmente con la mirada positiva de la generación Z que se plasma en esta película, en las antípodas de lo que podíamos esperar hace ya unos cuantos añitos de las vulgares comedias adolescentes tipo American Pie. ¿Estamos Olivia Wilde y yo (siempre quise decir esto) idealizando un poco a la muchachada? Seguramente, pero algunos necesitamos vivir con la esperanza de que los que vienen detrás son mejores que nosotros.
La voz de Werner Herzog en The Mandalorian
Vale que sí, que Baby Yoda es muy mono, que nos morimos de amor cuando aparece en pantalla, daríamos la vida por él y realizaríamos los genocidios que hicieran falta por protegerle, eso está de fuera de toda discusión, pero con los años los gustos van degenerando y mirad, a mí lo que me ha flipado de The Mandalorian es la aparición estelar de Werner Herzog y su sugerente voz, ese viejo de acento extraño que quiere experimentar con la criaturita. Que el mítico cineasta haya acabo inmerso en semejante fregado ya es motivo suficiente de asombro, algo que hay que agradecerle a Jon Favreau y sobre todo a la excéntrica personalidad del director, documentalista, escritor, productor y actor alemán, al que ya le suda la polla todo, ese estado mental que cualquier persona de bien desea alcanzar algún día. Con una presencia simplemente magnética gracias a su hipnótica voz, tiene un no sé qué y un qué sé yo que te hace desear que se hubiera prodigado más en pantalla a lo largo de su prolongada trayectoria. Sin que esto parezca una pobre excusa (que lo es), nunca es mal momento para recomendar la inclasificable obra de este artista, desde sus películas o documentales más indiscutibles como Fitzcarraldo (1982) o Grizzly Man (2005), hasta sus mayores mamarrachas, como su alucinógeno remake de Teniente corrupto (2009) con dos Nicolas Cage, más que nunca en su salsa, una repleta de droga y alcohol.
Solastalgia de Rafael Anton Irisarri
«Y voló, y me hiso volar y yo volé de él», no hace falta ir de paquete con un motorista ebrio paraguayo para vivir una experiencia tan mística en pleno 2019, y aunque seguramente sea menos divertido —y también menos peligroso— unos buenos cascos y Solastalgia de Rafael Anton Irisarri te pueden hacer volar muy alto, en un disco indescriptiblemente denso y complejo, que exige bastante predisposición de tu parte, pero que tiene mucho que ofrecer. En un año en el que se ha hablado tanto de cambio climático, este músico norteamericano se ha atrevido a ponerle banda sonora al que es, y va a ser, uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, titulando a su álbum de una manera rotundamente explícita. Aunque de primeras quizá no suene muy atractivo el ponerse a escuchar una música que intenta transmitir la angustia mental o existencial causada por el cambio ambiental, creedme que la experiencia merece la pena, y al menos si el mundo se va a la puta que sea escuchando sonidos tan sugerentes y deliciosos como estos.
Pablo Casado
El Implacable Asalto Del Gooserino
Al momento de entregar estas líneas, ya he escrito para Eurogamer los motivos por los que considero que Untitled Goose Game tiene que ostentar un pico desafiante en el podio de los mejores videojuegos de este año. Estaría bastante feo ‑aunque nada lejos de la villanía de nuestro querido ganso- hacer un corta-pega para trasladarlos aquí, pero, sobre todo, dejaría de lado uno de los motivos por los que sus alas se han desplegado con tanta fuerza: su capacidad para trascender su propio universo e insertarse en cualquier situación. Hacer memes con el Ganso, vaya. Desde robar la gorra militar del Caudillo hasta el casco del Jefe Maestro, pasando por todos los iconos habidos y por haber de los videojuegos o el cine moderno. El fantástico sentido de la comedia que contenía su premisa ofrecía tantísimas posibilidades que no se podía quedar ahí. Las paredes de su propio universo no podían contener el ímpetu del Ganso y este salió a tocar lo que no suena en infinitas realidades, como si le hubiera escrito Grant Morrison. Larga vida al Ganso. O te robará el móvil.
La coexistencia de Doomsday Clock y Watchmen de la HBO
Hasta el último momento de realizar esta lista he estado dudando sobre este apartado. Más que nada porque acabar Doomsday Clock me daba una pereza terrible. Ya no es que su publicación se haya dilatado dos añazos para doce números, o que Geoff Johns no sea Santo de mi devoción —más bien al contrario, su Green Lantern me gusta muchísimo— sino porque conforme avanzaba su desarrollo sentía como la cosa iba no descarrilando, no: iba dirigiéndose hacia una inexorable hostia. El pobre Gary Frank ha salvado la papeleta con matrícula —bastante marrón llevaba sobre los hombros— pero Johns ha usado Watchmen como un vehículo para toquitear la continuidad de DC, en un ejercicio que sorprende por ser un espanto conceptual que no tiene ninguna razón de ser más allá de, quizá, tocarle los cojones a Alan Moore por llamarle indirectamente «mapache que rebusca en los cubos de basura [de la continuidad] en la oscura noche». A ver, yo también me hubiera mosqueado. El caso es que Doomsday Clock sorprende aún más cuando lo enfrentas a la serie de la HBO. Un trabajo impecable, contundente, minucioso, que entiende perfectamente el universo con el que trabaja, con una carga ideológica en la dirección correcta y que, además, no se anda con chiquitas a la hora de señalar con el dedo. Ambas producciones son continuaciones de una de las obras maestras del cómic, sí, pero ambas ponen de manifiesto qué ocurre cuando remas en la misma dirección del material original y cuando lo empleas única y exclusivamente en función de tus intereses. Larga vida a Watchmen, que sigue más viva que nunca.
The Gold & Silver Sessions EP de Elder
Año de Elder, año de bienes. No es necesariamente cierto, pero queda bien. Aunque en lo musical es impepinable, ahí sí que no admito discusión. El ahora cuarteto de Boston desafía cualquier etiqueta ‑y también su propio sonido- con cada proyecto que sacan a la palestra y este último EP no podía ser menos. Me resulta extremadamente complicado escribir sobre música, pero no sobre Elder. Más que nada porque ningún grupo suena como ellos. Donde la gran mayoría de grupos sienten la innecesaria urgencia de desatar una avalancha de sonido a las primeras de cambio, Elder calienta sus instrumentos en los primeros minutos, estableciendo el leitmotiv de su tema y dejando que su música se abra paso sin prisas, de forma elegante y con precisión. Y eso no significa que no haya sitio para un crescendo hacia un sonido más contundente y eléctrico. Sólo que no hay necesidad de apretar el paso. Con este EP, una rara avis instrumental dentro de su discografía, siguen expandiendo sus horizontes sonoros y, aunque es fácil trazar sus orígenes hacia Reflections of a Floating World, eso sólo puede significar buenas noticias de cara a su nuevo disco de 2020. Aquí vendría un «Larga vida a Elder» pero no hace falta, para algo son Los Antiguos.
Sergio Chesán
Calígula, de Lingua Ignota
En un año especialmente significativo para la música experimental —por la llegada de varios discos de artistas consagrados que se hacían esperar — , una obra ha destacado por encima de todas. Calígula, el tercer trabajo de Lingua Ignota, combina folk, black metal, industrial, armonías medievales y melodías eslavas para crear una mixtura sonora que algunos críticos sitúan en el llamado neoclassical dark wave. Pero esta obra, Calígula, es mucho más. Se trata quizás del intento de música monstruosa más talentoso de nuestro milenio. Y hablo de música monstruosa no solo por sus letras rabiosas, excesivas; ni por sus atmósferas supresoras, aniquilantes; sino por su afán de destruir toda moderación, toda sobriedad, toda pretensión de objetividad. Calígula es una obra arrebatada, totalmente aeconómica, que, aun manejando a la perfección los patrones convencionales de la música occidental, escupe sobre ellos, como escupe sobre todos nosotros y nuestras convenciones. No podía ser de otra forma, tratándose de una obra que, teniendo su fuente de inspiración en las relaciones de maltrato sufridas por Kristin Hayter —que comanda el proyecto — , huye deliberadamente del victimismo, de la retórica que se le asume a una mujer maltratada en una sociedad heteropatriarcal, para erigirse como un instrumento de venganza. En Calígula, Hayter hace de la liberación del mal, de lo monstruoso femenino, de la rabia medeana, un arrebatamiento místico, algo que conecta íntimamente con una experiencia total de la vida que, tradicionalmente, también en la música, le ha sido negada a las mujeres: se entrega a aquello que le ha sido vetado, señalando a su vez a la desposesión, a manos de múltiples tiranos, de la capacidad de las mujeres para hacer el mal, para devolver el daño recibido, como una de las causas de su sufrimiento. Y es por esto último que Calígula es una obra tan importante. En estos años en los que hemos visto reaparecer un cierto feminismo reaccionario, profundamente esencialista, que casi nos retrotrae a las reivindicaciones de las señoritas burguesas del siglo XIX, Kristin Hayter nos recuerda que las mujeres no están en este mundo para ser maltratadas, violadas, perseguidas; que tras la tragedia, no hay un destino, un algo sensiblero, maternal, consustancial a las mujeres, que las hace débiles, sino un patriarcado feroz que ha de ser aplastado sin miramientos.
Disco Elysium, de ZA/UM
Si Disco Elysium merece entrar en esta lista no es solo por llegar un paso más allá que otros títulos como Planescape: Torment en la complicada y controvertida fusión de videojuego y novela. Sí, es cierto que el juego explora planos narrativos poco transitados hasta ahora, incluso para un RPG, como podría ser la interacción con la dimensión racioafectiva de nuestro personaje (permitiéndonos influir directamente en sus procesos de subjetivización y, por tanto, en la producción de su discurso); pero hay otro aspecto destacable que, a mi juicio, lo hace merecedor de la inclusión entre los tres mejores artefactos culturales del año. Estoy hablando de su narrativa social. Toda obra de arte se construye como un mundo en sí mismo, como una región infernal o paradisíaca —o quizás las dos cosas— que, no obstante, nunca llega a ser enteramente autónoma. Efectivamente, toda obra de arte extiende sus tentáculos, sus canales, sus códigos-puente hacia nosotros, los receptores. A veces es complicado entrar, no existe la recepción pasiva, y nuestra experiencia será diferente según los dispositivos hermenéuticos con los que nos equipemos. Pero qué maravilla cuando, ya convenientemente equipados, nos topamos con una obra como Disco Elysium, con un protagonista que nos habla de nosotros mismos y un mundo que refleja nuestro propio mundo. Su distopía, en una era indeterminada, en la que una revolución fallida medio siglo atrás funciona casi como único marcador de tiempo, se nos muestra como un polvorín de conflictos de clase, raza y género. Y es que, en el fondo, el conjunto de discursos que sustentan la atmósfera distópica del juego son los de nuestro propio mundo. Disco Elysium no es la típica ficción distópica reaccionaria que pretende que nos conformemos con lo que tenemos porque el futuro podría ser todavía peor; Disco Elysium nos advierte de que «el futuro es ahora» es solo un eslogan vacío articulado para ocultar una verdad mayor; nos advierte de que la distopía es ahora, en este eterno presente, en este mundo donde los opresores combaten ferozmente para perpetuar su dominio hasta la eternidad.
Un apartamento en Urano, de Paul B. Preciado
Creo que todos los que conocemos la obra de Paul B. Preciado tenemos bastante claro que su filosofía no va a dar ni un paso atrás. No esperamos sus nuevos libros con el temor de que la vejez haya corroído su pensamiento y lo haya diluido en una nube de conformismo y autocomplacencia. Su última obra, un hilado de artículos escritos para el periódico Libération entre 2013 y 2018, se podría enmarcar en esa corriente de libros que se escriben con la propia sangre del autor (los únicos que interesaban a Nietzsche). Entre sus páginas encontramos brillantes análisis sobre tecnologías de reproducción, de subjetivización, sobre cuerpos migrantes o disidentes de género. Su mirada, siempre controvertida, transgresora —realmente transgresora, en tanto ataca las leyes sagradas del tecnocapitalismo; no como esa falsa transgresión que encontramos en la alt right— nos señala numerosas líneas de fuga que habían permanecido ocultas; Paul B. Preciado piensa a una velocidad de escape y, ante esa bestia territorializadora que es el «futuro cancelado», nos invita a ensayar lo imposible, a abandonar la pornografía del apocalipsis, a lanzarnos contra todos los muros, una y otra vez, para llegar, quizás, a cualquier otro de los múltiples mundos posibles. En tiempos en los que la izquierda sigue tan desunida como siempre y gran parte de ella se abraza a la reacción («¿Qué unión? ¿Qué izquierda?» Que decía Guy Debord), Paul B. Preciado se nos muestra como uno de los referentes a partir de los que formular un antídoto contra esa toxina paralizante que es la nostalgia.
Anabel Colazo
Construir puentes, crear enlaces
Teniendo Death Stranding tan reciente no he podido evitar acordarme mucho de un libro que leí a mediados de año, El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, en el que Becky Chambers escribe una historia de gente (seres sapientes) cuyo trabajo es conectar a otra gente en remotos lugares de la galaxia. En esta suerte de space opera, la nave que tripulan estos personajes se convierte en un punto de confluencia para distintas razas e ideologías, un lugar en el que la tripulación (incluyendo la propia nave) aprende a relacionarse con los demás. La aventura que plantea no es otra que una historia para juntar a una serie de personajes y darles su propia voz, pues lo que realmente importa son los lazos que establecen entre ellos mismos y su entorno: las particularidades que se muestran entre distintas razas determinan la naturaleza de sus relaciones hasta el punto de crear los conflictos políticos que suponen el motor de la historia. Quizás construir puentes no es tan fácil como cabría esperar.
Las historias que juntan a gente se han convertido en lo que más he disfrutado este año: quizás se debe a que he tenido mi primera experiencia con un Final Fantasy (gracias al estreno del VII y el VIII en Switch este año). Los juegos de rol son esencialmente eso, una aventura en la que una serie de personajes son lanzados para salvar el mundo, su mundo. Quizás sea este su mayor error, la ambición que hay detrás de estas historias. Desde luego, es lo que más lastra a un juego como Final Fantasy VII, en el que personajes muy bien construidos se pierden en una historia que les va demasiado grande. Y quizás sea esto lo que mejor sabe resolver Final Fantasy VIII, un juego que podría haberse varado al igual que su predecesor pero corrige su trayectoria dejando muy claro que lo que más le importa es hablar de las relaciones entre los personajes, siendo el centro de esto el romance entre Squall y Rinoa. El personaje protagonista no es un héroe ni quiere serlo, y mucho menos le interesa salvar el mundo. Squall es una persona reservada y nihilista, como casi cualquier adolescente, a la que han educado para servir. En las conversaciones su aportación no suele ir más allá de «…», pero casi nadie en su entorno se lo echa en cara. Simplemente, dan por supuesto que «él es así». Pero la realidad es que a Squall le preocupa muchísimo como le ven los demás por lo que no se atreve a hablar más de la cuenta, teniendo largos monólogos internos que nunca verbaliza pero que tú como jugador tienes el privilegio de leer. Sin embargo conoce a Rinoa, una chica que si que tiene una causa por la que luchar y que en seguida aprende a leer a Squall a través de esa máscara que se impone a si mismo. Es a través de esta relación la manera en la que Squall aprende a establecer lazos con la gente que le rodea y a entender quien es él realmente y por qué luchar. Y, a pesar de que ambos héroes salvarán el mundo (más o menos), el verdadero clímax de la historia tiene lugar en el espacio mientras ambos personajes intentan llegar el uno al otro. Posteriormente Faye Wong acompaña con sus versos un momento que nunca pensé que vería en un videojuego de hace 20 años: un héroe protagonista decide por fin hablar de sus sentimientos.
La gente se junta para aprender a entender a los otros, o para intentar entenderse a sí mismos. Pero hay gente que se junta porque puede que no le quede otra, quizás se encuentren en una situación definida por una huida hacia adelante y para describir ese momento busquen un objetivo que de sentido a ese viaje: un elefante en una remota ciudad del norte de China llamada Manzhouli. Esta es la sórdida aventura que el director Hu Bo narra en An Elephant Sitting Still, una de las mejores experiencias cinematrográficas que he podido vivir en una sala de cine. Narrando la historia de 4 personajes a lo largo de 24h de un fatídico día para todos ellos Hu Bo explora temas que, si bien en el marco de la ciudad que se nos presenta son identitarios se establecen como esencialmente universales: el anciano que es violentamente desplazado por las nuevas generaciones, el capitalismo salvaje que consume las esperanzas de los jóvenes y los juegos de poder a los que se ven arrastrados… No obstante, lejos de ser el centro de la narración estos temas se quedan en un entorno esencialmente contextual dejando que los personajes se muevan como quieren dando lugar a las escenas más memorables de la película y que haciendo que valga la pena cada minuto de su metraje.
Xabier Cortés
Nest, de Brutus
En este 2019 que nos ha dejado grandes lanzamientos discográficos uno destaca sobre el resto: el segundo trabajo de los belgas Brutus. Su propuesta de post-hardcore/post rock/post metal/ post-cosas vibrante, directo y emotivo (que no emo, ojo) ha llegado a la escena con la misma necesidad que ese vaso agua fresca que te tomas al llegar a casa después de una noche de desenfreno alcohólico-gastronómico. Ya con su debut de hace un par de años, Burst, nos dejaron ver chispazos y maneras de lo que este trío belga liderado por la poderosa pegada a la batería e increíble voz (sí, has leído bien) de Stefanie Mannaerts era capaz de hacer y en este Nest han conseguido consolidarse como una de las bandas más interesantes del espectro musical europeo (y mundial, si me apuran). Temazos siderales bigger than life como Django, la espídica Fire que abre el disco, la intensa War, cuyo videoclip grabado en directo en los estudios Rain City supuso el pistoletezo de salida para la aventura de este disco, o la más pausada e íntima Sugar Dragon, que cierra el disco, deberían ser razones suficientes para proponer erigir monumentos en cada plaza de todos y cada uno de los pueblos desde aquí a Lovaina (base de operaciones de este power trio). Y todo esto solamente con su segundo álbum. Casi nada.
Why aren’t you laughing?, de Gold
No es ningún secreto que a Gold le gusta moverse entre diferentes géneros, es algo que ya no puede pillarnos por sorpresa; desde ese maravilloso No Image que irrumpiera en la escena post-punk hace ya cuatro años ya supimos que estos Gold reinventados (si tomamos como punto de referencia su primera edición Interbellum) deciden desmarcarse de un sonido entre el hard rock y el rock sureño simplón para adentrarse en las oscuras aguas de la vanguardia vertebrando su sonido con un post punk melancólico (más si cabe) y aderezándolo aquí y allá con elementos metálicos y goth. En Why aren’t you laughing? la voz de Milena Eva continua descubriendo nuevas facetas, nuevos giros que le permiten seguir profundizando en ese, característico ya, sonido melancólico y profundo de Gold. Canciones como He is not, la propia que da nombre al disco y la que probablemente sea la mejor canción que estos humildes oídos han tenido el placer de escuchar durante este 2019, Taken by storm construyen un relato en el que explora un amplio rango emocional y que aun cuando el sonido varía y pasamos de momentos puramente atmosféricos a sonidos ásperos y ruidosos, ese tono Gold se mantiene completando uno de los trabajos más relevantes de este 2019 agónico.
Hidden history of the human race, de Blood Incantation
Que Blood Incantation ocupe un lugar (de honor) entre los artefactos musicales más interesantes que han aparecido a lo largo de este año nos da pistas sobre lo que ha sido este año en la cosa metálica: el death metal está más vivo que nunca (pun totalmente intented) de la mano de los propios Blood Incantation, Tomb Mold, Gatecreeper y un largo y maravilloso etcétera. Una banda que irrumpió en el underground hace ya ocho años y que —tras demos, EPs y splits— se sacó de la manga el que es, sin duda, uno de los mejores discos debut de la cosa metálica extrema de los últimos, qué se yo, 25 años. Un sonido que se aleja, para bien, de ese death metal prototípico y moderno convertido en tendencia y que parece patrocinado por conocidas marcas de bebidas azucaradas. Blood Incantation dicen que no, que el death metal que ellos practican bebe de Chuck Schuldiner (de Death) lo mismo que de la vanguardia, la ciencia ficción y la experimentación. Por supuesto en su segunda referencia larga deciden ir más allá y construir una obra que sigue bebiendo de la fuente death metal (algo que dejan muy claro ya desde el primer segundo del disco) para experimentar y retorcer su sonido como ocurre en la instrumental Inner Paths (to outer space) que sirvió como adelanto del álbum y además sirve también como preámbulo para la que posiblemente sea la canción más ambiciosa (y que entra directa al top de canciones de la década, ojo): los dieciocho minutos de desenfreno deathmetalero-vanguardista-cósmico de Awakening from the Dream of Existence to the Multidimensional Nature of Our Reality (Mirror of the Soul. Larga vida al death metal. No pun intended.
Carlos Crespo
El crepúsculo de los dioses
Después de un 2018 algo pobre en cine mainstream, 2019 nos ha regalado un abanico de obras de enorme calibro. Entre estas, creo que sobresale una temática, la que gira en torno al paso del tiempo, la nostalgia y nuestras relaciones con este y a través de este. La película más obvia en este ámbito es la Once upon a time in… Hollywood de Quentin Tarantino, una obra hedonista que lleva al uno de los directores más polémicos a reflexionar sobre su filmografía, sí, pero también sus influencias y sus gustos. El resultado es una película melancólica, pero luminosa como pocas ha habido este año.
En el extremo opuesto de esta corriente, Martin Scorsese estrena The irishman, un mastodonte de 210 minutos en el que el italoamericano se sincera con su público en lo que se siente como un punto y final en su relación con el cine de mafia y recoge de forma depresiva una filmografía que cada vez más se aleja de su espectacular After Hours para acercarse a la impoluta densidad de Silence. No son los únicos: 6 Underground (Michael Bay), When they see us (Ava DuVernay) y Too Old To Die Young (Nicolas Winding Refn) se sienten cimas en las carreras de sus realizadores, como si hubiesen apilado todos sus intereses y este fuera el resultado, temiendo que el cambio de paradigma que se sufre en los modelos de producción se lleve por delante el cine del que se alimentaron y ahora producen.
Fáciles de encontrar
Aunque mi conocimiento musical es nulo en todos los ámbitos, este año se han interpolado los ámbitos musical y cinematográfico, y me he visto en la posición de consumir videoclips de forma incesante. Y, a pesar de pasar todo el año viendo maravillas como los videos de Paul Thomas Anderson para HAIM, desde principios de año sé cuál es mi videoclip favorito, no tanto de los últimos 12 meses como de la vida.
I Am Easy to Find es el nombre del nuevo disco de The National, pero también del mediometraje de 30 minutos que estrenaron como acompañamiento a este. Dirigido por Mike Mills (Mujeres del siglo XX) y protagonizado por Alicia Vikander (Ex Machina), el video está compuesto por imágenes que acompañan a 100 frases que cuentan la vida de la protagonista. Sin maquillaje ni cambios de actriz, la interpretación de Vikander vende una vida desde que es un bebé hasta la vejez. El final y el principio son los que todos conocemos, pero a lo largo del camino, junto a la protagonista, nos preguntaremos cómo llegó a convertirse en quién es y no en otra persona.
Taylor Swift y Kanye West
Llevo años siendo fan de Kanye West, ignorando con mayor o menor éxito las polémicas que lo han acusado. Ver cómo su discografía evoluciona es todo un privilegio, y sus dos discos este año no hacen más que subrayarlo. Sin contar la versión filtrada deYhandi, el Jesus is King que vio la luz hace unos meses es un disco que fusiona el góspel con… lo que sea que Kanye está haciendo ahora, y combina la imagen de Jesús y Yeezus mucho más de lo que el cantante creyó que hacía con su ego-trip del 2013. El 25 de diciembre, para los fieles no convertidos a sí mismo, el Sunday Service Choir publicó en plataformas digitales Jesus is born, la versión sin Kanye, que no deja de ser tremendamente disfrutable.
Si ha habido una polémica que haya vertebrado esta década, ha sido la incesante batalla de Taylor Swift por superar la sombra alargadísima de ese Kanye que le robó su momento de gloria allá por 2009. Quizá 2019 haya sido el momento en que definitivamente haya conseguido deshacerse de él: a pesar de haberse visto envuelta en una batalla legal con los dueños del sello con el que hasta ahora había publicado toda su discografía, el Lover con el que ha reventado la escena musical este año es un giro de 180º que la pone en el pedestal de la cultura popular que se merece.
Diego Freire
Perfume The Best: «P Cubed»
No entiendo muy bien qué es Perfume, si hablamos en términos industriales. Es j‑pop, supongo. Antecede al k‑pop, está claro. Pero no sé dónde ubicarlas. Tan solo sé que son de una maestría complicada de alcanzar y que no creo que haya una banda en el mundo tan grande como ellas ahora mismo. Perfume es The Best y este es, quizás, el recopilatorio definitivo.
Portrait de la jeune fille en feu / Marriage Story
Lo siento por la trampa. Dejad que me aclare. Veo ambas películas como un lugar donde construir una mirada. Una mirada sobre la mirada y una mirada sobre uno mismo. Una mirada que se derrama. Una mirada que construye al otro y que construye al que queremos ser. Son, también, dos grandes películas sobre amar y ser amado, pese a todo. Y las dos únicas obras de ficción con la que lloré este año.
Premio Nacional de Narrativa 2019
La literatura no interesa a nadie, así que, ¿cómo podría concebirse la lectura como acto político? Por supuesto, la novela no interesa, ni su lectura. Pero, por un momento, surge este espejismo donde la institución señala a la obra que realmente lo merece. Lo demuestra la agitación política posterior, donde se discute una vez más sobre literatura sin saber ni querer saber. No sé si el premio como tal será de lo mejor, pero es quizás un lugar donde pararse.
Iván Galiano
Mirror: El nido, de Emma Ríos y Hwei Lim
La segunda y última parte del cómic de fantaciencia que empezaron Emma Ríos y Hwei Lim nos llegó hace unos meses e inexplicablemente, en mi opinión, no ha recibido la atención que se merece. Pudiera ser que hubiéramos llegado a un cierto punto de saturación de obras de ciencia-ficción y que en la masa de trabajos publicados se hubiera perdido. Pero tanto esta segunda parte como el díptico en conjunto merece un puesto de honor en el recuerdo de los cómics relevantes de este año así como en el cómic de ciencia-ficción moderno. El mosaico de personajes o más bien de perspectivas es elaborado y preciso. Cada voz aporta un valor propio a la historia. Las autoras pasan del retrato a nivel individual e íntimo al colectivo y social ágilmente tocando numerosos temas de los que podríamos ‑deberíamos- reflexionar los humanos en conjunto para encarar los difíciles retos del futuro, en muchos casos ya presente. Como he dicho ya alguna vez reseñando la obra, en Mirror quedan reflejada la humanidad y las autoras nos la ponen de cara. Y además de todo esto con una ejecución gráfica arrolladora. Desde el equilibrio limpio y ordenado de los lápices de Lim a la fluidez desbordante de las acuarelas de Ríos. De la que, por cierto, si alucinaron siguiendo las acuarelas de su inktober dedicado al Sekiro: Shadows Die Twice pues Mirror tiene cuarto y mitad para disfrute del lector.
Cualquier obra que haya incluido como trasfondo o tema el cambio climático
Toda obra que haya tratado cualquier cuestión específica o global sobre ecología o el futuro del planeta me parece una obra necesaria y punto. Porque es un tema urgente. Porque se está informando poco —sí, poco— y mal. En lo que a trabajos ilustrados se refiere —cómic o libro ilustrado— tres obras me han llamado la atención poderosamente. Una es Los asombrosos trabajos del planeta Tierra de Rachel Ignotofsky, libro ilustrado que consigue condensar en una sola obra explicaciones textuales y visuales comprensivas de cómo funcionan todos los ecosistemas del planeta, los diversos ciclos que lo gobiernan y los principales peligros que lo acosan. SOS Monstruos verdaderos amenazan el planeta de Marie G. Rhode que representa cada uno de los peligros contaminantes del planeta —y no son pocos— de forma que hasta un niño pueda entender como los humanos los causamos. Y otra más, el Bahía Acuicornio de Katie O’Neill, fábula ecologista que pone el foco en la preservación de los arrecifes de coral, ecosistemas clave para la vida marina. La conservación y reparación del medio ambiente en la próxima década va a ser —debería haberlo sido ya— El Tema. Y ojalá a nivel popular vaya mucho más allá de ser una moda u otra excusa para el enfrentamiento político, porque va a requerir que todos entendamos cómo funciona el lugar donde vivimos y qué está causando su destrucción con tremenda urgencia para actuar en consecuencia.
Las mutaciones del cómic digital
El cómic digital es algo a lo que los críticos de cómic nos cuesta entrar. Prácticamente es un nuevo océano de obras y trabajos que añadir a los que ya leemos habitualmente, con una preferencia especial por el papel. Si enlazamos la entrada anterior con esta, entonces quizás valdría la pena ejercer un poco de coherencia e irnos trasladando a un medio que consume menos recursos naturales. Pero, además, cabe a tener en cuenta los interesantes cómics que se están desarrollando que, libres del medio físico, permiten explorar nuevas formas de narrativa y de creación artística. Dos obras han brillado con luz propia este 2019. Una de ellas fue Una aventura entre todos, de Laurielle, co-autora de los cómics de El Vosque, que se planteó crear una gran ilustración de un «dungeon» repleto de personajes y escenas del género medieval fantástico con mucha inspiración rolera. Laurielle fue construyendo la imagen a través de encuestas en Twitter donde sus seguidores votaban entre las diversas opciones de héroes, villanos y situaciones. A su finalización Una aventura entre todos no se alejaba para nada del medio del cómic si consideramos como tales 13 Rue del Percebe, el mural de La Gran Guerra de Joe Sacco o los trabajos de Chris Ware. La otra, la serie de historietas The Eyes, de Javi de Castro nos brindaba cada dos semanas un comic digital de lectura en descenso vertical que añadía a su narrativa el uso de gifs animados. Pese a que el uso del gif animado en el webcomic no es una novedad, sí que es destacable como de Castro variaba el uso de cada empleo según el tipo de historia o su tono consiguiendo dejar al lector epatado en cada giro revelador en cada una de las historias.
Paula García
Que Sam Porter Bridges se queda dormidito abrazando a su bebé
Viajas, cansado, con un montón de paquetes a la espalda, y cuando te fijas en tu personaje, apenas sí consiguiendo mantener la respiración rítmica, te das cuenta de que está agotado. De entre todos los pequeños gestos de cariño que Death Stranding nos deja concederle a nuestro protagonista, quizás el de pararnos a descansar en medio de un trayecto largo es uno de los más explícitos. A veces, cuando sentamos a Sam en medio de una colina, cuando le dejamos reposar, de forma metafórica y literal, el peso que lleva a sus espaldas, si esperamos unos minutos sin hacer nada, se queda dormido; duerme abrazando al bebé que tiene en el pecho como si fuese lo más importante que sus manos jamás han sujetado. Es una tontería, un guiño minúsculo, pero uno que define a la perfección a uno de los mejores protagonistas que nos ha dado la última década de los videojuegos. Sam Porter Bridges, serio y callado, gruñón y escéptico, tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Y la historia de Death Stranding, que aparentemente habla de cosas mucho más políticas e importantes, también es el camino de un hombre aprendiendo a querer a los demás al margen de lo que la sociedad le dicte que es lo correcto o lo más óptimo. Tan sencillo, puro y genuino que funciona a la perfección. Un alegato al amor frente a las adversidades. Ganas de querer, aunque vaya en contra de nuestros propios instintos. El mejor sentimiento del mundo.
Esa viñeta de los X‑Men en la que Lobezno está contentísimo junto a Jean y Cíclope
No me han encantado House of X ni Powers of X, las dos miniseries con las cuales Marvel prometía, en manos de Jonathan Hickman, dar un giro de tuerca definitivo al universo mutante, y rescatar a los X‑Men del desastre editorial en el que llevaban atrapados casi una década entera. Pero, aunque los propios tebeos que resultaron de esta maniobra creativa no terminaran de encajar con lo que yo busco en estas series, sí puedo extraer dos cosas buenas de ello. La primera: que a otros muchos sí les gustaron. Que hemos vivido una especie de revivir de los años de gloria, de aquellos noventa de los artistas superestrella y de Coloso malvado, de la Era del Apocalipsis, de Júbilo y Pícara y las series nuevas todas las semanas. Si bien no adoro a Hickman como escritor, no puedo dejar de darle las gracias por haber hecho que mis mutantes, mis pequeños outsiders, vuelvan a copar las listas de ventas, vuelvan a estar en boca de todos, vuelvan a establecer un comienzo a través del cual puedo compartir lo que más me gusta con aquellos a quienes quiero y que se sentían abrumados por el estado anterior de las publicaciones. La segunda: la idea de Krakoa como isla-refugio, como lugar feliz en el que todos los mutantes son bienvenidos, en la que incluso nuestro Lobezno, el rey de las malas pulgas, puede estar feliz y sentirse como en casa. Como siempre pasa con estas cosas — y con los cómics de superhéroes, en general — seguramente no durará mucho; pero qué bonito es mirarlo, mientras tanto.
Las películas que utilizan la luz de la mejor forma posible
No soy una persona muy de películas —quizás soy un poco más gamer de lo necesario para esto, ¿qué hacéis mirando algo durante más de una hora sin mover las manos? ¿Dónde las ponéis?— pero sí soy una fotógrafa frustrada, y quizás por eso este año no he podido evitar fijarme en el puñado de películas que utilizan la luz de maneras gráciles, bonitas e interesantes. Dentro de la luz en el cine, aborrezco los neones y adoro los giros sutiles del balance de blancos. Pienso en los aberrantes vaivenes del cian con el naranja de The Forest of Love, diciéndote al oído que quizás no puedes fiarte de todo lo que observas, trasladándotelo de una manera que quizás tu cerebro no entiende explícitamente, pero sí de forma intuitiva. Podría citar más ejemplos: el blanco absolutamente neutro de Velvet Buzzsaw —que hizo que, erróneamente, muchos la acusasen de tener «estética de telefilm»— aséptico como esa imparcialidad con la que se pretende que la crítica acceda al arte, incómodo de mirar como incómodo es el neutralizar nuestros sentimientos ante él; los amarillos ridículos y excesivos, como de plastiquito, de Once Upon A Time In Hollywood, que nos susurran que nuestra fábula no es un ensalzamiento al cine de la época tanto como una sorna que, si bien un poco airada, también le guarda bastante cariño. Jugar de esta manera con los colores, con los blancos, es en cierta medida un poco sibilino, una jugada de trilero cinematográfico, haciéndonos sentir cosas que quizás no identificamos a primera vista. A mí me hace sentir en casa, de alguna manera.
Santiago García
Cuatro libros de ensayo
A lo largo del 2019 he leído novelas, cómics y ficciones diversas de actualidad y de fondo de catálogo, y aunque muchos de estos textos me han interesado, nada me ha causado una impresión comparable a la que me han producido varios textos de no ficción; entre ellos, y de forma muy notable, cuatro ensayos que podríamos definir vagamente como antropológicos y que han transformado mi manera de pensar en muchos aspectos. The Varieties of Temporal Experience (2018, Columbia University Press), de Michael Jackson, indaga en la relación entre el espacio y el tiempo en el territorio de nuestra memoria. Cuando uno lleva años vagando por el mundo sin encontrar un puerto de destino, leer que «a veces el viaje de la vida te lleva hacia tu verdadero hogar, en lugar de alejarte del mismo» es iluminador. American Cosmic (2019, Oxford University Press), de D. W. Pasulka, hace un apasionante trabajo de campo sobre el culto al ovni en la sociedad norteamericana moderna. Pasulka, que es profesora de Estudios Religiosos en la Universidad de Carolina del Norte, aplica el mismo tratamiento a la creencia en los extraterrestres que a la creencia en el Mesías: no se trata de resolver la cuestión de la fe, sino que lo que importa son los creyentes. High Weirdness (2019, Strange Attractors/MIT Press), de Erik Davis, bucea en las fuentes del rarismo de los años 70 a través de tres ejemplos clásicos: los experimentos psicodélicos de los hermanos McKenna, el viaje espiritual de Robert Anton Wilson y la revelación y exégesis de Philip K. Dick. En American Cosmic y High Weirdness se llega, desde perspectivas muy diferentes, a la necesidad de la revisión de los temas marginales a través del aparato teórico académico más riguroso, para poner así en cuestión los fundamentos del consenso cultural. Hay entre la paralipomena de Jackson —la acumulación de fragmentos desechados por nuestra memoria que sin embargo subsisten como suplemento de nuestros relatos— y la anamnesis —el despertar a un conocimiento que uno ya poseía— que Davis reconoce en Dick, una conexión secreta y a la vez obvia. El último texto inspirador de este año ata en un bonito lazo todos los hilos que salen de los demás: How History Gets Things Wrong (2019, MIT Press), del filósofo Alex Rosenberg, un libro que critica con contundencia la fe en la historia como remedio para las crisis políticas del presente. Lo que plantea Rosenberg es tan radical y va tan en contra de lo que nos han enseñado que a muchos casi les parecerá antinatural: conocer la historia no nos sirve para afrontar el presente. De hecho, la historia debe liberarse de la historia, y la sandez de que “quien no conoce su historia está condenado a repetirlo”, eslogan supremo de la inercia intelectual, debería estar proscrito.
El blog de Nick Cave, The Red Right Hand Files
Nick Cave and the Bad Seeds han sacado nuevo disco en 2019, Ghosteen, un disco espectral y sublime de un cantante que ya es un maestro y al que acompaña una banda que hace años que suena como una orquesta celestial. Y, sin embargo, quizás la más original producción cultural de Nick Cave este año haya sido su insólito blog, The Red Right Hand Files, una especie de Curiouscat personal. Nick Cave recibe preguntas y las responde. Preguntas de todo tipo, no solo sobre música, sobre su carrera o sobre su mito, sino también sobre política, actualidad, cotilleos, religión, literatura, sentimientos, drogas y, en sus momentos más sobrecogedores, sobre la tragedia, sus efectos y los caminos para sobreponerse a la misma, tema en el que la muerte accidental de su hijo adolescente le convirtió en un referente para muchos de sus seguidores. Pero, ¿quiénes son los «seguidores» de Cave? Las edades, extracciones y orígenes de los participantes son tan variados que no es fácil encontrar un denominador común más allá del gusto por su música. No hay a estas alturas una «tribu Bad Seeds». Eso hace que las preguntas sean diversas e imprevisibles, y Cave las responde siempre con una honestidad y una sencillez desarmantes. Para ser alguien que ha dedicado décadas a construir una imagen artística basada en el artificio, la teatralidad y la hipérbole, Cave muestra aquí una humanidad y una compasión tan grandes en cada respuesta que uno casi se siente tentado de pensar que todo podría ser un gran artificio, y que las preguntas quizás sean tan obra suya como las respuestas. No es fácil para un autor presentarse así ante su público, tan lleno de humildad, cariño, humor y cercanía. Y hablar con el mismo desparpajo de su opinión sobre la posición política de Brian Eno sobre Israel, los entresijos de su relación romántica con PJ Harvey o las salidas de tono de Morrissey. Cave no elude ningún tema, y hay que decir que los temas abundan. Aunque el blog arrancó a finales de 2018, ha sido en 2019 cuando ha explotado: 62 entradas (si no he contado mal) en doce meses. Teniendo en cuenta que por el camino ha publicado un disco nuevo (que, por cierto, anunció por sorpresa en el propio blog) y ha estado de gira con su grupo, esta fecunda adhesión a su blog demuestra lo apasionante que para Cave resulta el contacto con su público. Como él mismo decía en una de las entradas, cada pregunta lleva implícita otra, siempre repetida, y es la misma también para él: ¿Hay alguien ahí?
Yago García
Sarazanmai
(Para cantar con la melodía de South American Way. Imprescindible ponerse un racimo de pepinos en la cabeza, como homenaje contextualizado a Carmen Miranda)
Ay ay, ay ay, el Kunihiko Ikuhara,
que a poco que te descuidas saca un anime fenomenal.
Ay ay, ay ay, ya van veinte años de Utena
y sigue el mariconazo contando historias de alucinar.
Hay fútbol y también
folclore japonés
y todo el rollo LGBT.
No falta el musicón,
tampoco introspección
y experimentos a mogollón.
Ay ay, ay ay, el Kunihiko Ikuhara
(coro: ay ay, ay ay)
que saque otra serie ya.
Derry Girls 2ªT
(Para cantar con la melodía de Teenage Kicks. Imprescindible vestir uniforme de colegio católico de los 90 —incluyendo la falda plisada— y enchufarse un tapón de vodka aliñado con pólvora de artificieros del Royal Ulster Constabulary para calentar la voz)
Erin es toda ella pretensión,
mientras que a Orla se le va el melón
en el armario Clare dejó de estar
y la Michelle se muere por Take That
Estr: Lisa McGee lo ha vuelto a clavar
las Derry Girls son el no va más
A James le llueven de tres en tres:
es culpa suya, por ser inglés.
Hay bombas, monjas, familia infernal,
te partirás la caja con los gags.
Estr: Lisa McGee lo ha vuelto a clavar
las Derry Girls son el no va más.
Oh, yeah!
Watchmen
(Para cantar con la melodía de Life on Mars. Imprescindible quedarse en pelota picada y darse un baño de tinte azul mientras se sostiene con una mano el tocho del cómic original y en el otro el cofre con la integral de The Leftovers)
Es un caso muy peculiar
el de esta serie tan especial
que toma un cómic sin parangón
y lo somete a deconstrucción.
Si Zack Snyder no fue más allá
de un homenaje muy insustancial
el tío de Lost lo sintetizó
y su estructura reformuló
para hacer una fina alusión
al racismo, a Trump y a ese temor
que ya no es pánico nuclear,
sino otra cosa más honda, y
Estr: ¡Sorpresa! El doctor Manhattan,
volvió a la Tierra y se casó
(¡y llovieron calamares!).
Y mira tú que el tal Rorschach ahora es un icono
para el puto Klu-Klux-Klan.
Más claro agua, señores,
Watchmen es fenomena-a-aaal.
Este Ozymandias está demenciao,
¿a cuantos clones ha masacrao?
Mientras que Laurie se ha hecho federal,
como Dana Scully pero en mal.
Y aunque me digan que el Alan Moore*
no ha visto nada de este serión
no me lo creo porque hay que ver
lo que han hecho con lo suyo, y
Estr: Trent Reznor, calienta esos sintes,
ese final nos da ganas de más.
(aunque lo que hay es la hostia).
Vale, de acuerdo, Lindelof sí tiene talento,
su Alien siempre será el puto mal,
pero vaya obra maestra.
Watchmen es fe-no-me-naaa-aa-aaal.
(solo épico de Mick Ronson, fade out y aplausos)
* Pronúnciese /Mor/.
Borja González
Guy, retrato de un bebedor, de Olivier Schrauwen y Ruppert & Mulot (Fulgencio Pimentel)
Guy es un carpintero que parece un pirata, o al revés, da igual. Él solo quiere beber. Ocurre que quiere beber mucho y siempre y no le importa ninguna otra cosa. Imagino que para Schrauwen, Rupert y Mulot, este hijo de puta, porque otro nombre no tiene, es el protagonista de esta terrorífica historia despojada de toda humanidad. Después de todo, la obra lleva su nombre. Si me preguntas a mí, te diré que los protagonistas son otros. Por justicia. Detrás del lienzo sobre el que los autores decidieron retratar a este tremendo imbécil, se esconden sus muchas víctimas. Un ricachón, la mujer del embajador, un enano… Personas que comentieron el error de cruzarse con Guy. Personas forzadas por los autores a presenciar las atrocidades de Guy a través de ese lienzo que apesta a ron y vómitos. Personas mejores que Guy. Cualquier persona es mejor que Guy. Un loro es mejor que Guy. Me niego a creer que el protagonista de esta historia sea Guy. No puede serlo. Guy. ¿Quién es ese? ¿Quién es Guy? ¿Conoces a Guy? ¿Qué? ¿Qué? Helo aquí: yo soy Guy.
Este tweet
«Reflejar el rico estado de la autoedición, ofrecer un espacio a los nuevos talentos, descubrir nuevas firmas, crear sinergias y disfrutar del cómic en todas sus formas es nuestro objetivo principal». Me parece importante recuperar estas palabras, extraídas del post con el que el staff se despedía de la edición madrileña de Graf en 2018. La idea tras este carpetazo era concentrar el enorme esfuerzo de todos los implicados en una sola edición, la de Barcelona, para poder mantener estas promesas. A mi juicio lo han conseguido con creces, y por eso este tweet me alegró tanto. Graf sigue ahí, como el motor de las nuevas ideas que siempre fue.
Sábado Gigante
La newsletter de Noel Ceballos pretende alegrarte las mañanas del sábado. Hacerlas mejores, más grandes. Gigantes, asegura Ceballos. Hoy, sábado 28 de diciembre, el capítulo 12 de esta serie de cartas con la mejor cultura pop de ahora mismo aterrizaba en mi bandeja de spam a las 16:52. Honestamente, hubiera preferido leer el ingreso de Noel en la Sagrada Iglesia del Ascensionismo y su comunión con el Adorado Zelion desde la tranquilidad de mi cama, con un café recién servido, y con todo el bendito sábado por delante, pero me alegro por él y por la mujer del actual Comodoro, Miguel Ángel García-García Patos, que parece estar definitivamente viva. ¿Cómo no alegrarme? Noel se encuentra mejor que nunca tras superar la Fase 1 del Ascensionismo, y eso significa que seguirá dándome todo lo que le pido a cualquier periodista cultural: un poco de luz para ayudarme a ver mejor las cosas que ya conozco, y otro poco de luz para descubrir las que aún no.
Marina González
Wilmot’s Warehouse
Me gusta mucho cuando encuentro un juego pequeñito que me hace sentir bien. Cook, Serve, Delicious! (y su segunda parte), Mini Metro, Tetris 99, o recientemente Lonely Mountains: Downhill son algunos de esos jueguitos a los que les tengo un aprecio especial. Wilmot’s Warehouse es un juego minimalista, aparentemente simple, de organizar un almacén. Te llega mercancía, la colocas siguiendo el orden que quieras, y vienen clientes pidiendo ciertos productos. Esto se repite hasta que llegas a tener 200 tipos de artículos, apenas queda espacio en el almacén y tienes un mapa gigante de todo en la cabeza. El equilibrio entre partes estresantes y relajadas, y la satisfacción de saber dónde está todo y tener tu almacén bonito, es increíble.
Yoga with Adriene
Uno de los canales de YouTube que más me ha gustado encontrar este año ha sido el de Adriene. Sus vídeos son siempre más que una clase de yoga. Adriene nos invita a relajarnos, a meditar, a respirar y, sobre todo, encontrar lo que nos hace sentir bien. Nos enseña que lo importante no es obsesionarnos con hacer perfectamente las asanas, las diferentes poses o posturas, sino nosotros mismos. Acompañada de su perrito Benji, cada mes crea una lista con vídeos diarios siguiendo una temática diferente. Sea una práctica corta para meditar, para curarse, o simplemente para hacer ejercicio, Adriene siempre hace que no me sienta tan sola.
Shenmue III
Estas navidades he pensado mucho en la saga Shenmue. Ha sido una mezcla de haberme pasado recientemente la segunda parte, pasar estos días en la habitación donde lo jugué y rejugué en su momento, y no haber podido probar aún la última entrega. Es un juego que me hace pensar en la adolescencia, en pasarme las tardes paseando por las calles de Dobuita o Hong Kong, hablando con la gente y gastando dinero en figuritas y recreativas. Recuerdo lo flipada que estaba con el juego, la tranquilidad que sentía al conocerme los barrios y lo bonito que me parecía todo. Rejugando este año las dos primeras entregas vuelvo a ver fallos que recordaba y otros que no percibía, quizás por intentar ahora ser más crítica y buscarle fallitos a algo tan especial para mí. Por toda esta nostalgia tengo muchas ganas de jugar por fin a Shenmue III, pero también porque me parece interesante ver cómo encaja hoy un juego que parece de otro momento.
Enrique Grandes
Los únicos policías que merecen la pena
Y no solo me refiero al Leon S. Kennedy de Resident Evil 2 Remake, también a Mabu y Reo de Sarazanmai, el último anime de Ikuhara. Posición política a parte, tengo muchos sentimientos hacia estos tres policías, siendo la relación entre los segundos de lo mejorcito y más bonito de este año (por no decir década).
Y Leon es muy guapo.
Mob Psycho 100 II
Cada episodio (¡y hasta el opening!) de esta segunda temporada de Mob Psycho 100 podría tener su propio puesto en esta lista, pero como sería ir en contra de las pocas reglas que hay, me conformo con hablar del conjunto. Con una producción casi sin precedentes en los últimos, como poco, diez años del medio y siendo excelente en cada uno de sus apartados, no podría estar más enamorado de la adaptación de la historia de ONE sobre Shigeo Kageyama y Arataka Reigen (que, adelanto, podrían tener también cada uno un puesto individual en la lista). Pero todo lo mencionado queda en segundo plano ante lo que más me ha cautivado: una historia sobre creer en la gente, ser buena persona y dar segundas oportunidades. Necesitamos a otras personas y, por mucho que se repita, siempre hace falta recordarlo.
El (k)inktober de Emma Ríos
Si algo me puede gustar más que un juego nuevo de Miyazaki, es lo que genera a su alrededor. Y no me refiero a la enésima edición de la misma polémica que ya conocemos, sino a la pasión que desborda por toda la comunidad. Comentar cada secreto, cada conversación y fliparse con cada jefe. La ilusión que hay en torno a cada lanzamiento de From Software me parece mágica. Y este kinktober de Emma no podría plasmar mejor el amor que destila hacia el juego. Una ilustración por cada día de octubre que va desde personajes secundarios como Hanbei, hasta el lobo y su novio. Lo mejor que nos ha dado Sekiro junto al contraataque Mikiri y Genichiro Ashina.
Isabel R. Guerra
I. Lick me and I’ll explode in your mouth
No me gustan nada los juegos de miedo. Me da igual del tipo que sean, sangrientos o no, con más o menos scarejumps, mejor o peor escritos… no es mi género y aun así, Yuppie Psycho se ha convertido en uno de mis juegos favoritos de este año y eso es porque el terror radica en sentimientos más cercanos a la realidad, a lo mundano, que a lo paranormal: el miedo a un primer trabajo, la ansiedad constante ante la necesidad de ascender socialmente y sobre todo, la esperanza de poder aspirar a cierta calidad de vida. El juego de Baroque Decay no es sutil, ni trata de serlo. Tiene claro su mensaje, su esencia y los cimientos sobre los que quiere construir; el resto de elementos paranormales están ahí para darle vida a una amenaza, a un sistema; la sangre, los cuerpos de compañeros de trabajo en el suelo están ahí para hacer tangibles a las víctimas, para darles una cara, aunque no un nombre. Que tampoco se me malinterprete, el juego no es todo esta narrativa pesadilla-millennial, aunque me parezca su fuerte. Tiene su tensión y una atmósfera creepy, sus bosses y sus puzzles, algunos toquecitos que recuerdan a Resident Evil… y espacio para algo de humor oscuro o momentos absurdos a los que en la oficina todo el mundo reacciona encogiéndose de hombros y siguiendo con su trabajo, aunque no sepan muy bien cuál es. Y además, hay tiempo para rayitos de esperanza, porque tampoco se necesita un juego excesivamente cínico. Rayitos de esperanza en forma de compañeros, gente en tu situación compartiendo el mismo espacio tóxico y a la que te aferras porque sin amistad la vida sería bastante más triste. Y es este cúmulo de incertidumbres y sueños que se sienten tan cercanos a la situación de muchos de nosotros lo que atrae de Yuppie Psycho y lo que realmente asusta, mucho más que La Bruja.
II. God made me and he loves me
Si uno de tus propósitos de año nuevo es escuchar más música o descubrir más artistas, no te preocupes que te tengo cubierto. Dorian Electra nos ofrece en su disco debut, Flamboyant, un electro pop con voces andróginas, mucho bass y extravagancia hasta los topes. Un disco cargado de personalidad, energía y una asombrosa positividad acompañada de unas letras contundentes donde no hay hueco para el miedo a enfrentarse a temas importantes, como la masculinidad tóxica o la identidad de género, entre otros temas LGTB. Y todo esto en 30 minutitos bastante digeribles para la mayoría de mortales, canciones bien dulces y directas al grano, porque si te quedas con ganas de más, siempre puedes ver sus varios videoclips y disfrutar de una dosis extra de excentricidad y reivindicación.
III. Peaches are a forbidden fruit
El año se acaba y como es costumbre, todo el mundo aprovecha este momento para recordar los libros, los juegos, las películas… que más les han marcado, por los motivos que sean y con ello hacer listas, porque si algo nos ha gustado mucho, qué mejor que compartirlo con el mundo, con nuestros amigos y así conseguir a alguien más con el que comentar lo chulísimo que ha estado el último capítulo de nuestra serie favorita. Pero el recomendar cosas no es algo que se haga solo a final de año, aunque sea una excusa perfecta para hablar largo y tendido de lo que nos flipa. Le hablamos a nuestros amigos de los que nos ha llamado la atención todo el año, y si no tenemos conectados en ese momento a la persona que nos escucha quejarnos durante horas de lo mal que lo está pasando nuestro personaje favorito, lo soltamos en redes sociales; en Twitter, por ejemplo. Igual en Twitter no hacemos un análisis sesudo sobre por qué nos gusta o disgusta algo, pero ahí queda por unas horas constancia de que algo nos ha marcado lo suficiente como para querer hablar de ello, como para querer comentarlo. Y una de mis cosas favoritas de Twitter, es ver como muchas voces pequeñitas empiezan a hablar de algo que les ha encantado. Igual no lo explican mucho, igual no dan un análisis, pero todo este conjunto de gente que lees, de la cual te interesa su opinión y te fías de su criterio empieza a hacer un ruido que te atrae hasta la obra que comentan. Un cúmulo de pequeñas frases: «increíble», «id a verla», «la mejor peli de este año»; frasecitas que igual no nos dicen nada de la obra en sí, pero al ver su nombre tantas veces, en ocasiones te atrae y te pica la curiosidad mucho más que una crítica o la cantidad de premios que parezca estar recibiendo. ¿Y a donde quiero llegar a parar con esto? Muy sencillo: a que os veáis Parasite de Bong Joon-ho. Estoy segura de que habéis oído hablar mucho de Parasite, que habéis leído que ha ganado algún que otro premio, como el de Cannes; algún amigo habrá dicho algo, habrá dado RT a una entrevista de Bong Joon-Ho hablando del capitalismo, o habréis visto como un compañero ha registrado la película como «vista» y «favorita» en Letterboxd. Este texto es mi vocecita en un mar de opiniones, un granito de arena más esperando que, la próxima vez que no sepáis qué película ver, el cúmulo de opiniones os guíen hasta Parasite y que os guste tanto que queráis también que alguien más la vea. Ved Parasite, es genial.
Carlos G. Gurpegui
Watchmen (Lindelof)
Escribo este párrafo todavía con su último fotograma grabado a fuego en mis retinas. Ese pie duplicado en la superficie de una piscina, vacilante, ante la posibilidad de convertirse en un nuevo dios (o diosa) tras lo sucedido en Tulsa. La reinterpretación que hace Lindelof de Moore puede que no guste al Moore ermitaño y mago de nuestros días pero quiero creer que habría encantado al Moore de su momento (¡qué coño, quiero creer que le gusta, en secreto, al Moore actual también!). El regalo de Lindelof y su equipo ha sido convertir Watchmen en un gigantesco panfleto antirracista y antifascista sin pelos en la lengua que grita, de la manera más hermosa posible, que Estados Unidos está construida sobre sangre de otros y que Rorschach no era más que un peligroso fascista tras una máscara. Watchmen es quizás el artefacto visual más potente y sorprendente de 2019 que no duda en abrazar la espectacularidad de sus escenas más a lo set pieces pero tampoco en trabajar alrededor de estructuras duplicadas y especulares para contar, a la vez, el surgimiento del movimiento superheroico y el racismo profundo de la sociedad americana (sin dejar de lado la homofobia, el capitalismo rampante o el machismo).
World of Warcraft Classic
Me sorprendo a mí mismo añadiendo esto, casi en escritura automática, a mi top 3 de cosas del año. Ni siquiera fui uno de los jugadores más intensos del WoW en su momento pero debo reconocer que su regreso triunfal y por la puerta grande (con una cola de horas para entrar por ella, eso sí) ha sido un suceso fascinante de vivir como un jugador más. El regusto nostálgico, el comentar sitios y anécdotas que todos vivimos en mayor o menor medida se ha mezclado en, mi intenso pero corto, escarceo con el juego con una visión más profesional del sector, su comunidad y los engranajes económicos de la industria. Es curioso observar más de diez años después de pasear por Lordaeron por qué Wow es quizás uno de los juegos más sólidos (sin entrar en debates de lore y de sucesivas actualizaciones y expansiones que lo enmarañan todo) que se ha hecho en el terreno online y es más curioso aún como sus engranajes son capaces todavía de atraparte entre ellos y machacarte durante horas y horas sin que notes que el tiempo pasa a tu alrededor siempre que estés charlando con amigos y raideando.
Death Stranding
Vale, seguro que se leerá mucho por aquí sobre la Kojimada y seguro que los que optamos por ponerlo aquí lo hacemos por diferentes motivos y yo, para variar, barro para casa. No hablaré de su guión que, debo reconocer tras terminarlo, me parece quizás lo más débil de todo el conjunto y un elemento que necesita, y con urgencia, un buen dialoguista que le impida según qué coletillas a Hideo. Lo que me parece verdaderamente importante de Death Stranding es lo mismo que me lo parece de Red Dead Redemption 2 en su momento y de Luigi’s Mansion ahora; su fisicalidad. El peso que tenemos y tienen nuestras acciones en su mundo y cómo un elemento tan cotidiano y denostado (un saludo a los que usan con desprecio el término walking simulator) como simplemente andar puede resignificarse con tanta fuerza en un AAA. Kojima construye todo alrededor del mero acto de andar tanto como camino como objetivo pero dota al conjunto de un peso físico como pocas veces se ha visto en un juego de alto calado. Es un juego que, como Sam, carga con muchas maletas sobre sus hombros; relaciones familiares, amistades, responsabilidad, política… pero para este portador que os escribe su redefinición mecánica es la mercancía más frágil de todas esas.
Mariano Hortal
Estoy convencido de que Álvaro me incluye en su lista de listas porque estoy bastante al día de lo que ocurre en el mercado editorial. Otros años he intentado salirme de esta etiqueta, pero este año es inevitable que sea más convencional para sacar un tema menos convencional. El mercado editorial la mayoría de las veces puede ser aburrido, pero, indudablemente, se va adaptando a lo que el público le pide. Este año ha sido la confirmación de un fenómeno que se podía considerar impensable hace un tiempo. Me dediqué a leer mucha novela de género (entendiendo como tal lo policíaco, terror, ciencia ficción, fantasía…) y he podido constatar lo que ya observé el año anterior: un pequeño boom dentro del género de terror. Hacía tiempo que no se editaba tanto terror de modo cuantitativo y cualitativo. Ya lo dije en la lista que normalmente hago para Canino en Halloween, era el primer año en el que podía elegir los títulos para la lista entre una cantidad bastante alta comparada con años anteriores. De ahí que mis artefactos de este año vayan a ser tres novelas/títulos de terror:
Me gustaría empezar con Un descanso para las muertos de la escritora Lucy Taylor, doce historias publicadas entre 1991 y 2018 que sobresalen por su eclecticismo en cuanto a temas tratados y estilos. Su autora es capaz de dejarte con una sensación de desasosiego que parte muchas veces de una típica situación mundana para convertirse en algo escalofriante. Parece mentira que esta autora no haya sido publicada anteriormente pero es un buen síntoma que haya llegado y, además, es contemporánea, con lo cual no estamos hablando solo de reediciones de género.
El segundo es un epítome de la buena salud del género en España, en La última mujer de la mancha de Enerio Dima podemos encontrar una historia de terror pero particularizada a nuestra situación, a nuestra región, a nuestro país en definitiva. Gracias al trabajo de editoriales que están dando estas oportunidades a escritoras patrias (como es el caso de Cerbero) cada vez hay más muestras de este buen hacer como es el caso de esta historia tan bien realizada por Enerio Dima. El apocalipsis manchego me sedujo de principio a fin.
El último ejemplo va a ser una mezcla, por un lado quiero, otra vez, hablar de la labor de La Biblioteca de Carfax tanto en publicaciones contemporáneas como recuperando autoras clásicas, este año fueron H. D. Everett y Rosa Mulholland, el año que viene empiezan con Rhoda Broughton, es hora de recuperar autoras clásicas olvidadas de calidad porque muchas de ellas han quedado relegadas a un olvido difícil de explicar. Afortunadamente, este olvido cada vez está menos nutrido y eso es la mejor noticia que podemos recibir.
Estoy muy a favor de tener que decir el año que viene que el terror sigue poniéndose de moda.
Francisco Jota-Pérez
Petscop
Lleva desde 2017 fascinando hasta casi el absurdo a todos los que nos dejamos fascinar de buen grado por estas cosas. Dos años de misterio y especulación retorcida un poco más con cada entrega. Y ahora, al parecer, el artefacto ha quedado completo y nos quedamos a medio vestir con la piel del proverbial huérfano, pero también satisfechos. Petscop ha sido todo este tiempo una anomalía absoluta: un canal de Youtube dedicado a una serie de vídeos estilo Let’s Play que nos muestra la evolución del responsable de las grabaciones por el peculiarísimo mundo de un videojuego que jamás existió; algo que no es un creepypasta pero se sirve del medio —porque, sí, las hechuras y modos del creepypasta se han convertido ya en un medio de pleno derecho— para provocar lo que pretende, siendo esto una reflexión profundísima sobre la familia, la infancia y las deformaciones de los vínculos humanos articulada mediante la referencia oblicua a asesinatos de niños reales y la exploración de la huella que estos pudiesen o no haber dejado en nuestro propio vínculo con el mundo digital; una obra de arte única hasta la fecha y rabiosamente contemporánea por cómo plantea un cierre del Paréntesis de Gutenberg y abre infinitas posibilidades al respecto de cómo nos contamos este horroroso presente mediante el horror mismo. A finales del pasado noviembre, el autor de la cosa desveló su nombre en Twitter, contó parte el proceso creativo y subió a Bandcamp un último regalo: la banda sonora de ese Petscop que no existía pero ahora ya sí, que se ha hecho real así mismo. Tal como el misterio original se ha disuelto en sí mismo para convertirse en arte.
Calígula, de Lingua Ignota
66 minutos y 6 segundos de brutal experiencia entre lo operístico y lo industrial. Kristin Hayter, la persona tras esa fuerza implacable que es Lingua Ignota, arma con once canciones un disco que quizá no queríamos pero, desde luego, necesitábamos. La superviviente de cinco años de maltrato doméstico encuentra un espacio seguro en su propio seudónimo y desata desde ahí la violencia no solo sobre su maltratador sino sobre todos ellos, ya recurran estos al abuso físico como al psicológico o el directamente simbólico, y les devuelve la herida con la misma falta de escrúpulo y compasión. Sumergirse en Calígula es ser obligado a escuchar el grito de la víctima que ya no va a serlo más y ha decidido construir algo valioso sobre la tierra quemada de sí; es abrirse para abrazar al violador, al asesino, al que denigra y al que consiente todo lo anterior y, una vez cogidos, reconocidos en nosotros, apretar hasta asfixiarlos y causarles el mismo dolor que han infligido. «Alábame, soy la bestia», exige Hayter, mientras su música corroe cualquier tibieza en los discursos habituales al respecto de las dinámicas de poder y vuelve bella la más pura hostilidad.
Proyecto Una
Se describen como «una colectividad milenial que tiene como cometido desenmascarar las nuevas formas de fascismo que se ocultan bajo simbología aparentemente inofensiva», «Trituradoras del viejomundismo», y vaya si cumplen con creces con lo pretendido. Si su libro «Leia, Rihanna & Trump» (Ed. Descontrol) daba a principios de año un puñetazo sobre la mesa en la que venía descansando hasta el momento ese tablero de juego de las nuevas guerras culturales que la gallina de la alt-right había revuelto y dejado lleno de mierda, la batalla planteada por el colectivo en sus cuentas de Twitter e Instagram a modo de ondas de choque de ese primer impacto ha ido delineando despacio y con inmejorable letra una trinchera de desentrañado de memes y análisis cultural de guerrilla que probablemente sea lo más fresco y ágil que ha dado España en mucho, mucho tiempo, sin renunciar por ello a echarse unas risas a costa de la más que seria amenaza que representa hoy el fascismo cotidiano, su blanqueamiento extremo por parte de los medios de comunicación tradicionales y la mórbida cultura del espectáculo que estos nos obligan a circunnavegar a diario.
Henrique Lague
Donkey Kong 64 Charity Stream, por Hbomberguy
En los actos colectivos que mejor representan este año podríamos citar «Storm Area 51» como lo más señalado y representativo (viral, falso activismo, conspiranoia, casi una parodia de la acción organizada) pero un evento más temprano inspira una visión más positiva. El youtuber Harris Brewis protagonizó un streaming de su batalla por completar Donkey Kong 64 con fines benéficos para la organización benéfica Mermaids, que protege a niños con disforia de género. La propuesta estaba inspirada en los populares maratones benéficos de speedrunning de Games Done Quick, pero la principal motivación surgía del desprecio hacia Graham Linehan, popular guionista detrás de éxitos como Father Ted, Black Books y The IT Crowd. Linehan ha utilizado su popularidad en Twitter para campañas de acoso tránsfobas y Mermaids se encontró bajo enorme escrutinio debido a sus persistentes ataques. En su lugar, Brewis y su equipo, coordinados a través de Discord, convirtieron lo que no hubiese pasado de un curioso streaming en un evento abierto por el que se pasaron Chelsea Manning, John Romero, Grant Kirkhope, Maya Rudolph, Rebecca Heineman, Natalie Wynn, Lindsay Ellis, Jim Sterling, Josh Sawyer o Alexandria Ocasio-Cortez. 57 horas después y más de 300.000 $ recaudados, el streaming se convirtió en un lugar para hablar de experiencias de personas trans, si bien puso de manifiesto la dificultad para que más de estas voces sean escuchadas. Quizás esa radicalización digital que nos aqueja pueda servir también para que nuestras «conquistas de lo inútil» abran canales insospechados en los que aprender, mejorar en comunidad y dar apoyo a los más invisibilizados, y este evento ha sido un (imperfecto) ejemplo para tener en cuenta en el futuro.
Disco Elysium
A medida que el medio de los videojuegos ha ido creciendo, con frecuencia, ha dejado fuera de lugar muchos géneros bien por la viabilidad económica, bien porque han quedado tecnológicamente desfasados, relegados (con suerte) a nichos de nostalgia. Los CRPG han tenido una nueva oportunidad al mismo tiempo que la tecnología avanzaba hacia espacios más abiertos y físicas internas, dejando narrativa y combate por dados como elementos arcaicos. Disco Elysium no sólo se ciñe a esos elementos (ignorando la tendencia al combate por completo) sino que apuesta por buscar el verdadero sentido del «juego de rol» al permitirnos definir la personalidad y pensamientos (en el lugar de las habilidades) y esgrimir (como armas) la palabra y la ideología en tiempos en que la política en los videojuegos es vista con sospecha. Así, esta historia de detectives a medio camino de Warren Ellis y Dirk Gently se convierta tanto en un fantástico paradigma de las posibilidades del género como en un retrato del pesimismo que el capitalismo tardío ha traído, donde imaginar una salida política satisfactoria a nuestro presente es el verdadero caso por resolver.
House of X / Power of X
En un año donde los tebeos de superhéroes han dado grandes muestras de talento como The Immortal Hulk, Superman’s Pal Jimmy Olsen o la (¿definitiva?) despedida de Alan Moore en The Tempest, destacar el reboot mutante de Jonathan Hickman es mirar con optimismo a un futuro que sus universos cinematográficos no se atreven a soñar. Vaya por delante que la deuda de la premisa con la novela Las primeras quince vidas de Harry August, de Catherine Webb, es demasiado grande para pasarla por alto. Y, sin embargo, recuperar algo de la expectación mensual por las andanzas de La Patrulla X y sus series hermanas no era tarea sencilla, sobre todo cuando se trata de lidiar con más de un centenar de personajes y una continuidad tan disparatada que expulsa de forma inmediata a cualquier nuevo lector. Estos mutantes han, nunca mejor dicho, renacidos para el nuevo siglo y exploran con ambigüedad moral algunas de las preocupaciones de políticas identitarias que los vieron nacer en primer lugar. Una limpieza de tablero que, de un modo algo más elegante que los juegos de Grant Morrison con la continuidad de Batman, hace válidas las historias del pasado abriendo un amplio abanico de historias venideras. Larga vida a los mutantes.
Iván Lerner
The End of the F****ing World S2
Empiezo esto admitiendo una cosa: no me he leído el cómic en el que Netflix se basó para crear esta serie. Antes de comenzar esta segunda temporada, todo el conocimiento que tenía de esta obra venía íntegramente de sus primeros ocho capítulos. Ocho capítulos que, pese a su corta duración, supieron construirme unas personajes maravillosos con una relación que he llegada a atesorar. Y por eso esta nueva temporada choca y duele tanto. Si la primera hablaba de dos chavales intentando encontrar su lugar en un mundo hostil, la segunda se centra en el arduo camino para salir del pozo creado por un gran trauma y de cómo, lamentablemente, a veces empujamos a los demás tanto que ya no hay salida posible.
Death Stranding
En los meses antes del lanzamiento de Death Stranding, cada tweet de Kojima hacía que mis ganas de jugar a su nueva obra disminuyesen de manera exponencial. El señor es un poco bocachancla aquí no estoy descubriendo la pólvora, pero este título es verdaderamente algo especial que lo ha redimido como creativo a mis ojos. En sus peores momentos, Death Stranding es una muestra de la personalidad de Kojima a veces es abrumadora. Sus puntos álgidos, los cuales no son pocos, nos muestran un título con ganas de arriesgar, de crear cosas nuevas y de contar una historia de esas que, sinceramente, hacen falta.
Die
Después del final(azo) de WicDiv necesitaba algo más de Kieron Gillen, y empezar Die es, francamente, una de las mejores decisiones que he tomado. No solo el guión de Gillen trae dinámicas interesantes entre personajes complejos, sino que el arte de Stephanie Hans básicamente me quita el aliento cada vez que paso la página. Die es una historia sobre gente atrapada en un mundo de rol que, lejos de tomar la ruta fácil a la hora de tratar este tipo de sucesos, nos habla sobre traumas y nuestra complicadísima relación con los mundos ficcionales. Llevando solo 10 entregas publicadas, no me cabe duda de que es uno de los cómics con más potencial que se están publicando actualmente.
Daniel Martínez
Doom Patrol (DC Universe)
Aquellos que tenemos curiosidad y seguimos las adaptaciones de tebeos a un medio cinematográfico siempre nos quejamos de lo mismo, somos muy pesados. Siempre se hace lo mismo, no hay riesgo, rareza, nada es memorable porque todo es igual. Por eso se siente como un milagro lo que ha ocurrido con Doom Patrol. Y más al venir de las adaptaciones más vergonzosas de las que he sido nunca testigo: las series de DC. Pero tal vez precisamente por ser este tipo de producción ha salido una serie tan poco avergonzada en decir lo que dice, que no duda en ser explícita, en usar sin rodeos enfermedades mentales a las que nadie se quiere acercar por lo manido del recurso. El mensaje de esta serie (o la primera temporada) es claro. Tú eres el narrador en tu vida, si ya hay un narrador, es el enemigo. Da igual que sea tu familia, la presión social, o una voz que no te gusta en tu cabeza. Si lo que te dice te hace daño y no te deja ser como eres, es el enemigo. Tal vez sea un mensaje pueril, propio de la ficción adolescente, pero esta es la etapa que no han dejado que ocurra en el cine de superhéroes. Los protagonistas patéticos, sin desarrollar emocionalmente y sin la capacidad de encajar. Doom Patrol es una serie sobre parias que intenta hablarles a ellos, es perfectamente comprensible que no haya llegado al gran público acostumbrado a que el cine de superhéroes sea para todo el mundo. Es extraño que una producción de Marvel o DC hable hoy en día para las minorías, esto es lo que hace Doom Patrol tan valiosa. Era lo que yo necesitaba.
Kind Words (lo fi chill beats to write to)
A pesar de ser un año en el que Kojima ha monopolizado el discurso sobre lo necesarios que son los videojuegos que hablen sobre unión y tender puentes, Kind Words es sin duda el juego sobre este tema más impactante y valiente que he jugado nunca. Simplemente gente anónima mandando cartas. A veces cuando necesitan ayuda, a veces cuando tienen fuerza para ayudar a los demás. Lo que consigue Kind Words es crear una comunidad en la que ese apoyo no se debe a una amistad ni red de cuidados, no hay razón más allá de ayudar a personas que no conoces ni conocerás nunca. Pop Cannibal ha preparado un juego sabiendo que existe gente que necesita gritar al vacío, gente que necesita ayudar y (este es su logro) gente que quiere arruinar toda posibilidad de bondad. Esto es lo que ha hecho que creen un espacio en el que puedas ser vulnerable sin consecuencias y además sólo recibas palabras bonitas, pero también puedas ver que hay gente pasando por algo y no puedas resistirte a responder porque sabes exactamente cómo es estar ahí. Y lo más importante: mientras escuchas lo fi hip hop chill beats.
Mob Psycho 100 II
Hace ya un tiempo que tengo una broma siempre que se habla de Superman: «Es fácil escribir Superman, sólo tienes que coger Mob Psycho 100 y cambiar el nombre de los personajes». Tal vez suene un poco faltón, pero parece que la ficción occidental y el imaginario colectivo ha olvidado de lo que trata Superman. Por suerte One lo entiende. Mob Psycho 100 habla sobre muchas cosas, pero en lo que yo quiero centrarme es en cómo trata la bondad como algo que se contagia, que una vez vista como forma viable de vida, no hay razón para tener otra. Pero esta falta de cinismo no viene con la ingenuidad que se les espera a las obras con un mensaje similar. La fortaleza necesaria para llevarlo a cabo no es algo que tenga todo el mundo, todos somos débiles en algún punto o aspecto de nuestra vida y debemos saber cuándo esto ocurre. A nosotros o a los demás. Porque habrá gente que no entenderá esto nunca y te dirá que la fortaleza existe para aprovecharse del que es débil. Que esa es la forma natural. Por eso cada vez que empieza un capítulo éste te dice que no es así: Your life is your own.
Víctor Manuel Martínez
La cita, de Hidrogenesse
Podría destacar cualquier canción de Joterías bobas, un disco que mejora y se ensancha con cada escucha, pero destacaré La cita porque me parece una de las cimas de la estética Hidrogenesse, ejemplar de todo lo que hace que el dúo formado por Carlos Ballesteros y Genís Segarra sea uno de los proyectos más interesantes de la música patria; hasta su estructura es casi clavada a la de esa obra maestra que es Disfraz de tigre. Se pueden quitar la importancia que quieran («Te gustan los cantantes que se enfadan y lloran/ y lo nuestro te parecen joterías bobas», dicen en la canción que abre el disco, Claro que sí) pero canciones como La cita hacen sencillo algo tan difícil (la poesía, nada menos) que se lo tenemos que reconocer.
Lectura fácil, de Cristina Morales
Aunque técnicamente se publicó a finales de 2018, ha sido 2019 el año de Cristina Morales y su última novela. Imagino que hay algo de triste que esté en boca de todos por esa suerte de polémica tuitera que se armó después de que ganara el Premio Nacional de Narrativa y Morales declarase, desde Cuba (¡desde Cuba, ¿me oís?! ¡¡¡Desde Cuba!!!), que «es una alegría que haya fuego en vez de tiendas y cafeterías abiertas», en relación a los disturbios de Barcelona. Hasta Albert Rivera, que no sabe ni qué aspecto tiene un libro, entró al trapo. Lo cierto es que Lectura fácil es una novela tan rotunda, tan potente, tan perfecta y tan viva que no necesita ni shitstorms para llamar la atención ni nadie que la defienda. Lectura fácil (que sí tiene «una genealogía en la literatura española», a pesar de lo que se diga por ahí; solo hay que saber dónde buscarla) es, ante todo y sobre todo, literatura pura y dura, de la que reemplaza la muerte de las tiendas y cafeterías abiertas por la imparable vida del fuego.
Raw Honey, de Drugdealer
No hay, en especial para quienes trabajamos y vivimos en internet, ninguna sensación más angustiosa, ni más perversa —porque sucumbes a ella aunque no te des cuenta, aunque no quieras, aunque te resistas; quizá sobre todo si te resistes, como pasa con las arenas movedizas — , que la de saber que estás perdiéndote algo, que están ocurriendo cosas de las que no solo no formas parte sino que no entiendes, y que no solo no entiendes sino que no tienes ni la más remota idea de por dónde deberías empezar para siquiera empezar a entenderlas. Si internet es una autopista de la información, cada vez más a menudo me siento (y perdonadme la primera persona) como un animalillo que no puede ir ni para adelante ni para atrás mientras a los lados pasan a toda velocidad coches que ni siquiera me ven. Aunque no descarto que sea cosa mía, la creciente preocupación por el efecto de internet en nuestras vidas offline quizá signifique algo, sobre todo porque hasta los GAFA parecen preocupados por ello. Por eso me permito el lujo de destacar aquí Raw Honey, un disco hermoso y reposado, de mecha larga, suave pero decidido, fruto de una artesanía musical que si bien nace de o tiene que ver con la retromanía (que no con la nostalgia: Michael Collins, ideólogo del proyecto, no vivió esa época) se nota suficientemente pegada al presente como para tener una voz y una relevancia extraordinarias, de manera parecida a lo que pasa con Natalie Mering, Weyes Blood, autora de otro de los discos más hermosos y pertinentes del año (Titanic Rising) y que de hecho colabora en Raw Honey. A veces me pregunto cómo serían las cosas si la vida pasara lenta, si no tuviera que estar todo para ayer, si no pasara las noches desvelado por no tener una opinión sobre The Mandalorian. Creo que serían como Raw Honey, y por eso lo adoro.
Fran Matas
Disco Elysium
Se pueden escribir infinitas frases contundentes alabando el mejor juego de rol de la década por innumerables motivos. Sin lugar a duda es el título mejor escrito al que me he enfrentado nunca, el que capta con mayor destreza la esencia de interpretar a un personaje en un mundo que reacciona a tus actos y tus relaciones. El universo ficticio que plantea, repleto de dilemas económicos, sociales y morales, es uno de los mundos que más me ha absorbido en las dos décadas que llevo jugando a videojuegos. Pero lo que realmente me ha apasionado de Disco Elysium es cómo habla de esas situaciones en las que intentamos enmendar y entender los errores cometidos en el pasado. El protagonista, al que puedes moldear dentro de unos límites muy concretos, es un detective alcohólico y drogadicto que no recuerda nada de su mundo, y mucho menos nada de lo que ha hecho desde que llegó a Martinaise. Ir descubriendo con él todas las barbaridades que fue haciendo en un estado de embriaguez deleznable es el mismo proceso doloroso, vergonzante y a veces hasta cómico que sigue uno cuando tu resaca y tú os despertáis tras una noche borrosa. El detective reacciona con miedo cada vez que aclara en su cabeza algo de lo que hizo antes de que el jugador tomara su control, y en más de una ocasión ambos titubeáis en calmar ese pavor con más alcohol, esa droga que le (nos) ha convertido en seres que se ven deformes al mirarse al espejo. Disco Elysium es uno de los juegos más importantes de mi vida no solo porque sea el único título que me haya dado un logro por ser comunista, sino porque me ha hecho replantearme mis deformidades y, por mucho que me aterren, intentar solucionarlas.
Google Stadia
Hace unos años, cuando empecé a dedicarme a escribir sobre videojuegos, mi padre se empezó a interesar por un medio cultural que se convertía también mi sustento; me preguntó, y cito de manera inexacta: «¿No hay juegos que sean como las películas que veo por las noches en La 2 o todos son de matar, conducir y esas cosas?». Le respondí que, aunque eran los menos, cada vez más se hacían juegos que tratan temas que van más allá de matar a un demonio más grande con un arma más gorda. Pero me puso una pega más a este medio sobre la que nunca había pensado demasiado hasta ese momento y que ahora no me quito nunca de la cabeza: él no puede jugar porque ni tiene dinero para comprarse una consola, ni tiene ordenador, ni tiene un teléfono móvil capaz de ejecutar un juego que no tenga ya 5 o 6 años. El lanzamiento de la beta de Google Stadia (porque eso es lo que hemos tenido este 2019, una prueba) ha sido poco menos que desastroso, pero me parece lo más importante que le ha pasado al videojuego desde el lanzamiento de NES. Que de aquí a cinco o seis años el jugar a cualquier título sin la necesidad de tener un aparato caro para ejecutarlo creo que, con una esperanza más o menos idílica, va a abrir el medio a un público que nunca había pensado en jugar. Y la llegada de ese nuevo público es lo que va a propiciar que haya más juegos que sean como las películas que ve mi padre por las noches en La 2.
Tim Rogers
Cuando Álvaro me propuso participar en su lista de lo mejor de 2019 (la mejor lista de las listas de 2019) me paré a pensar no solo sobre las cosas culturales que me parecen importantes de este año, sino también de las que más he disfrutado. Y no me tiemblan los dedos al escribir que los mejores momentos que he vivido este año frente a una pantalla son culpa de Tim Rogers, un creador de contenido audiovisual del medio dedicado a la cultura del videojuego Kotaku. Evidentemente, Rogers tiene más de 40 años, así que no se puede decir que sea de 2019; y lleva trabajando en el mencionado blog varios años (tras ser desarrollador de videojuegos AAA), así que tampoco puedo dar la excusa de la novedad para haberlo elegido. La única justificación que se me ocurre es (además del hecho de que yo lo he descubierto este año) que ha sido durante los últimos doce meses cuando más libertad, comicidad y buen hacer ha mostrado en sus vídeos. Rogers es la persona más graciosa de la vida, así en general, y mientras todavía te estás recuperando de la última carcajada causada por su humor estúpido y blanco, te está avasallando con reflexiones relativamente profundas sobre diseño de videojuegos, diseño visual o cualquier otra cosa relacionada con este medio: estamos hablando de un individuo que es capaz de hacerte un video análisis de una hora de Death Stranding y atraparte totalmente, pero también un vídeo de la misma duración sobre un mando de 180 euros de Microsoft que no te interesa para nada y que, tras verlo, has aprendido cosas (relativamente inútiles, pero has aprendido) y lo más importante, te has reído. En un panorama donde hay, por un lado, toxicidad y un clima muy negativo, y por otro, vídeos demasiado profundos que no valen para desconectar, la existencia de este ser de luz me parece muy necesaria.
Ángel Meza
Al otro lado del viento
Correr duele: es cansado, repetitivo y una acción agresiva con todo tu tren inferior. Correr es también solitario: estás tú contra ti mismo, con la vista fijada al frente, recorriendo sobre una línea caminos que has visto una y otra vez, sin alteración alguna, esforzándote por, esta vez, poder combatir un poco mejor la necesidad de que tus pulmones reclamen todo el oxígeno que necesitan utilizando una respiración más eficiente. Sin embargo, hay gente que no deja de correr una vez dado el primer paso, sea o no figuradamente. Siempre contra uno mismo. Siempre sólo. Todo trata sobre ti; convertido en el protagonista de una historia seguramente trillada, uno no encuentra motivos por los que hacer contacto con el mundo. Existes dentro de una burbuja difícil de explotar cuando huyes de todo lo que te rodea. Y corres, paso tras paso, contra un viento implacable que sopla con fuerza. Todos queremos llegar a algún lugar cuando no lo encontramos ni en el pasado ni en el presente, o cuando las circunstancias nos han traicionado, y a veces parece imposible encontrarlo. Todos, no sólo tú. Así que la solución es simple: de vez en cuando hay que parar. Detenerse para admirar el paisaje y entender que no hay que recorrer siempre los mismos caminos. Despegar la mirada del frente para mirar a tu alrededor y comprender que no estás sólo. Mirar hacia dentro y encontrar a alguien que, esta vez sí, trata de hacer lo imposible: huir de sí mismo. Si de algo trata Kaze ga Tsuyoku Fuiteiru es de compartir. Habla de compartir a través de un deporte, en principio, solitario, en el que cada persona recorre su camino. Pero compartir también es abrirse a los demás y a uno mismo. Reconocerte en los demás, y que los demás se reconozcan en ti. Compartir un mismo sueño como forma de pertenecer, descubrirse a uno mismo y comprender un todo. No importa quién fuiste porque todos cargamos con algo. Importa quién eres ahora y adónde vas. Toma un desvío o enfrenta lo que crees irrealizable. Tal vez cuando te detengas de nuevo te descubras, acompañado, en un lugar inalcanzable para la persona que eras hace unos cuantos kilómetros: al otro lado del viento. Y siempre habrá más camino. Eso nunca cambia.
«So this is what they call a heartwarming family reunion, eh?»
El regreso que Dante y Nero han protagonizado junto a un peculiar V en Devil May Cry 5 ha sido suficiente para convencerme de que lo único que hacía falta en mi vida era volver, con ellos, a fregar el suelo con sangre de demonios. Es tanto el mejor juego como el mejor regreso que nos podían ofrecer a los seguidores de la saga: es una espectacular lección de cómo hacer un juego de acción y permitir al jugador expresarse por medio de su interacción con los enemigos, pero es más que cualquier otra cosa la mejor reunión familiar del año; una celebración por todo lo alto de la saga del cazademonios más querido por todo el mundo. Y lo más importante de todo: es un juego con ambición. No es una ambición que nace de querer ser algo que no es y llegar más lejos de lo que la gente espera de él, sino una ambición de querer ser la mejor versión de sí mismo intentando abarcar más que nunca, pero siempre en terrenos conocidos, nacida del propio Itsuno. Como contó en su charla de la GDC, tan sólo le hizo falta conjurar una imagen para construir toda una historia alrededor de ella con la que emocionar a los jugadores. Qué mejor que tener un videojuego tan divertido y profundo a nivel jugable para contar una historia que comprende a la perfección los valores de la saga: por cursi y extra no es menos sincera, pero ya vendrá la sinceridad después porque aquí los puños, como las mecánicas, hablan primero, que en esta familia está visto que hablando no se entiende la gente.
Haciendo leña de árboles viejos y caídos
Ser claro y conciso nunca ha sido una característica especialmente aplaudida por ciertos sectores de la crítica popular y profesional, donde se regodean en la sutileza de los mensajes y en las cosas que sólo pueden comprender los que tienen suficiente tiempo para dar vueltas a las cosas, normalmente guiados por viejas reglas y/o consejos que huelen, por ser claro y conciso, a cerrado. ¿Por qué no aprovechar la novena temporada de una serie masivamente popular para serlo y, de paso, hacerlo con una temática viejuna que también se aferra a sus reglas? Yo soy el primer sorprendido de que American Horror Story: 1984 haya sido la que ha puesto estas cartas sobre la mesa y, por encima de todo, del hecho improbable de que me haya gustado tantísimo hasta el punto de colarse en esta lista. Llama a los nostálgicos para darles una palmadita en el hombro y decirles que ya está bien. Los árboles no tienen leña infinita, y no se puede seguir avivando la llama del pasado a base de usar como combustible la leña que uno, dos o decenas de árboles (léase cadáveres) te den. No merece la pena vivir como un fantasma para siempre porque al final lo único que puedes hacer, aislado del mundo, es intentar llamar la atención de los demás. La nostalgia, al mismo tiempo que te permite hacer leña del árbol caído, legitima ese modo de actuar porque sientes pena por algo ausente que antes ocupaba un lugar en tu mundo, o por algo que has perdido para siempre. Y cuando lo que has perdido forma parte de tu identidad, de quién eres, dejar de mirar al pasado es complicado. No hay valor en vivir para perpetuar lo que eras. El ciclo debe terminar; dejar paso a los cauces de algo nuevo. Por último, la nostalgia es, etimológicamente, regresar al dolor. Se me ocurren pocos lugares más llenos de dolor que el campamento Redwood. Los que son incapaces de dejar de volver a lo mismo y repetir lo mismo una y otra vez ya bien podrían ser una panda de psicópatas, ¿no? Mejor no perder el tiempo, porque eso sí que no vuelve nunca, y buscar un futuro. Hay esperanza, para quien quiera: tanta como sangre nueva con la que mancharse las manos.
Nacho MG
Death Stranding
A pesar de contar con las mecánicas de sigilo más sólidas que recuerdo en un juego de infiltración, Metal Gear Solid 5 pedía a gritos no ser un Metal Gear. Hideo Kojima, consciente de ello, en lugar de ampliar artificialmente una historia ya cerrada en MGS4, desarrolló una extraña y fascinante metareflexión que sugería que sus intereses creativos apuntaban en otras direcciones. P.T. fue otra pista en ese sentido, pero entonces ocurrió lo que tenía que pasar y la consecuencia fue librarse de una mochila de casi treinta años: Kojima por fin volaba libre.
Con todo lo diferente que es a MGS5, Death Stranding recoge muchos elementos estéticos y estructurales (la interfaz como elemento ambiental, la preplanificación de cada misión y gestión de recursos, el control exquisito, la narrativa episódica…), en un lienzo en blanco sobre el cual ha podido realizar una obra de madurez que explora sus inquietudes como autor de mediana edad. Todo ello con el presupuesto de un tripe A, pero la libertad creativa de no depender de las exigencias de un gran estudio. Con este entorno a su favor, Kojima desarrolla en Death Stranding un ambicioso e intrincado universo al borde de la destrucción con un equilibrio entre la mitología de los yûrei y la ciencia ficción política. Pero más allá de ese contexto, estamos ante una historia intimista sobre cómo el individualismo nos está convirtiendo en seres socialmente incompetentes. Lo logra a través de los pequeños micro-relatos generados durante los trayectos de un punto a otro y haciendo que el peso narrativo recaiga sobre Sam Porter Bridges, un protagonista incapaz de exteriorizar y compartir toda la carga emocional que le tortura.
Puedo entender que quizás para algunos está valentía temática quede empañada por ciertos tics narrativos habituales en la obra de Kojima, que todo esto habría funcionado mucho mejor en una experiencia menos ambiciosa y complicada. Sin embargo, en toda visión autoral madura, aquello que a veces percibimos como defectos sólo son un elemento más del lenguaje que el autor emplea a la hora de comunicarse con el jugador. Puede que resultado final no nos parezca del todo redondo, pero sinceramente, un poco de imperfección no me parece un alto precio a pagar si el resultado uno de los videojuegos más memorables de la historia.
Watchmen
Quedan dos semanas para que se estrene Watchmen, la serie de televisión que Damon Lindelof y algunos de sus compañeros de viaje de The Leftovers han estado desarrollando a lo largo del último año. Me dirijo a la estantería y cojo el enorme tomo que recopila la obra original de Moore y Gibbons con la idea de leer cada día un episodio y los anexos. Al abrirlo, un intenso olor a libro antiguo me recuerda que hace más de diez años que no lo leo y me siento viejo. Empiezo a leerlo. Durante las primeras 36 páginas Rorschach es el recurso narrativo que lleva de la mano al lector, de alguna manera será mi compañero de viaje a lo largo de las próximas 400 páginas.
«En esta ciudad el atardecer apesta a adulterio y mala conciencia».
«Es un niño malcriado y un decadente, ha traicionado incluso sus propios remilgos liberales y superficiales ¿Será homosexual?».
«Dreiberg es un fracasado, un blandengue que se sienta a lloriquear en su sótano».
«¿Qué importa una muerte frente a otras? Importa porque existe el bien y el mal y este ha de ser castigado».
Termino el episodio, cierro el tomo y me quedo unos segundos pensando. No lo recordaba así. De hecho me siento… ¿Alguna vez habéis hecho un viaje largo en tren y durante las próximas horas os toca como acompañante un tipo que en un principio parece guay, hasta que finalmente abre la boca y entonces eres consciente de que tendrás que hacerte el dormido durante las próximas diez horas de trayecto?
¿Es probable que a Lindelof se le pasase algo similar por la cabeza mientras estudiaba el cómic original?
No voy a decir mucho sobre esta secuela de Watchmen, porque durante las nueve semanas que se mantuvo en emisión, mucha gente la ha diseccionado episodio a episodio de forma brillante y tengo poco que aportar más allá de un par de apuntes y sentimientos. Por ejemplo, me fascina el ambicioso uso narrativo que hace del tiempo, mediante diferentes recursos (la droga «nostalgia», la percepción temporal de Manhattan, los flashbacks traumáticos de Wade / Looking Glass) poniendo en perspectiva toda esta historia alternativa de los EE.UU. Su imagen, sobria, elegante y sin estridencias (salvo cuando hay que filmar a Ozymandias), ha sido tachada de «low cost», pero lo cierto es que conecta mucho más con las páginas hieráticas y la controladísima paleta de colores de Dave Gibbons que con la estética hiperestilizada de la versión de Zack Snyder.
Pero más allá de sus valores creativos, siento que Watchmen es un monumento a la reforma audaz de aquellos iconos culturales que el inconsciente colectivo ha elevado hasta altares. La intención de Lindelof ha sido derribarlos sin ningún tipo de miramiento, ofreciendo un enfoque fresco y respetando los pilares. Sin duda la forma más honesta de hacer una secuela y continuar un legado. Una sola cosa más. Tras el último episodio, me ha invadido una sensación que últimamente escasea: me he sentido joven.
Dolor y Gloria
Aunque no me escondo y no me tiembla el pulso al escribir que Pedro Almodóvar me parece el mejor cineasta español de todos los tiempos, siempre me ha interesado más su etapa moderna. Hasta finales del siglo pasado, sus guiones parecían depender de ciertos arquetipos, bien inspirados en aquellas obras que marcaron su carrera como cineasta o en aquellos genuinamente almodovarianos que surgieron cuando el autor ya había definido una gramática propia (bien temprano). Pero tras el estreno de la magistral Hable con Ella, lo almodovariano alcanzó una nueva dimensión mucho menos constreñida, pero igualmente reconocible. Es la etapa de consolidación de un Almodóvar ya liberado de sus propias cadenas, que es capaz de pasar con total naturalidad del homenaje sin tapujos a Georges Franju (La Piel que Habito), a parodiar la idea que el público tenía de su cine (Los Amantes Pasajeros) para poco tiempo después hacer un durísimo y descorazonador análisis de la maternidad (Julieta). En todas ellas las experiencias vitales del director se funden con sus guiones, desarrollando temas recurrentes que nos permiten conectar mejor con lo que nos pretende comunicar.
Como ocurre con aquellos creadores con una voz autoral tan genuina, prácticamente la totalidad de la carrera de Almodóvar está repleta elementos autobiográficos, pero en Dolor y Gloria es la primera vez en que sus experiencias vitales sirven de hilo conductor y constituyen el grueso de la historia que quiere contar. Sí, hay nombres alterados y no sabemos el porcentaje exacto de ficción y realidad, pero es fácil percibir la autenticidad detrás de cada escena porque todas y cada una de ellas trabajan con un objetivo: mostrar de forma explícita la soledad del artista. De alguna manera parece que Dolor y Gloria es un punto y a parte, su Caminante sobre un Mar de Nubes particular. Una obra clave que da un nuevo contexto a toda su filmografía, anterior… ¡Y posterior! porque aunque me resulta imposible imaginarme a dónde se dirige la carrera de Almodóvar después de esto, estoy deseando comprobarlo.
Francesc Miró
Undone
Pocos nombres han aportado tanto a la animación norteamericana contemporánea como los surgidos de BoJack Horseman. Entre ellos Lisa Hanawalt, que este año estrenaba también la maravillosa Tuca y Bertie —cancelada tras el estreno de su primera temporada — , Kate Purdy, que había escrito los guiones de algunos de los mejores episodios de la serie del caballo, o Raphael Bob-Waksberg, responsable de BoJack. Estos dos últimos han estrenado en Amazon una serie en apariencia pequeña: una rareza de ocho episodios de veinte minutos en rotoscopia sobre una mujer que, tras un accidente de coche, empezaba a ver alterada su percepción del espacio-tiempo. El resultado es una absoluta maravilla, brillante en forma y fondo, que explora un sentir generacional en torno a las relaciones afectivas y la alienación.
Los 50 de Anagrama
La editorial Anagrama celebra su 50 aniversario y yo celebro haber vivido un idilio absoluto con ellos este año. Se trataba de un sello al que siempre le había tenido cierta reticencia por parecerme —en un prejuicio totalmente injustificado y absurdo — , la definición literaria de lo «hípster», contraria a mis hábitos de lectura más bien de «leer para formarse» y centrados en el ensayo y el manual. Pues bien, hace un tiempo empecé a acercarme por interés a su colección de «Argumentos». Y de ahí me acerqué con curiosidad —y por accesibilidad monetaria— a sus «nuevos cuadernos anagrama». Y claro, ya que estaba, que por qué no me metía en el terreno de la ficción. Y resultó que mi interés cuadró con el aniversario de la editorial y lanzamiento de una serie de la colección «Compactos» en la que reeditaban por un precio de lo más asequible algunos de sus mejores títulos. Y ahora tengo un problema porque estoy enganchado. He leído en cuestión de semanas Arte de Yasmina Reza, Lolita de Nabokov y Estupor y temblores de Amélie Nothomb. Y tengo en la mesita Expiación, de Ian McEwan, y La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. Ninguno me ha costado más de 12€. Y no tengo intenciones de parar aquí.
Guava Island
Si Awaken, My Love! es uno de los álbumes que más me he machacado el último lustro, pues se dice y punto. Y si Hiro Murai y su excelente trabajo en Atlanta son un must, pues también. Y todo eso convive en Guava Island. Que no es ni más ni menos que el mejor disco de Childish Gambino en manos de un realizador que sabe traducir en imágenes el aire disfrutón pero absolutamente mordaz y crítico de los temas del compositor californiano, encapsulado en un mediometraje brillante de 59 minutos. Y bueno, que yo sería capaz de pasarme horas viendo a Childish contonearse y bailar semidesnudo en alguna isla paradisíaca. Es algo superior a mí.
David Molina
Sekiro: Shadows Die Twice
Bajo el sello de calidad al que nos ha acostumbrado From Software, su última obra no ha decepcionado. Perfeccionando el combate que han estado forjando durante toda la saga Souls y el magnífico Bloodborne —a día de hoy su mejor juego — , con Sekiro logran la matrícula de honor con una exquisita experiencia de choque de katanas, verticalidad y diseño de niveles. Premia la valentía, la entrega del jugador y de ser el mejor alumno que ha entendido a la perfección las enseñanzas de su maestro y la experiencia de la batalla, la elegancia de la sangre y el código de hierro. Bendita verticalidad. Gracias por tanto, Miyazaki.
Control
Una de las sorpresas de este año en la industria del videojuego ha venido por parte de Remedy Entertainment. Tras un desastroso Quantum Break, la compañía nos deleita con un derroche de diseño, buen gusto y ganas de hacer las cosas bien. Como ya se ha dicho en más de una ocasión, las referencias transversales del mundo audiovisual son un híbrido jugable entre un capítulo de Expendiente X y Twin Peaks, protagonizado por los X‑Men. Se siente dinámico, ágil y enorme, todo con una diseño artístico que poco tiene que envidiar a las grandes producciones y que acompaña a un más que notable diseño de niveles.
Watchmen
Aunque si hablamos de sorpresas, porque este año hemos tenido muchísimas, quizás la más complaciente es la secuela en formato serie del cómic creado por Alan Moore y Dave Gibbons. Escapando de todo convencionalismo y remando a casi a contracorriente, Lindelof se separa de toda su obra personal a la vez que también se atreve a hacerlo con Watchmen; sin renegar de su origen, coge la distancia suficiente para entenderse como un producto propio. Valiente durante toda esta primera temporada, e incluso jugando con el posible rechazo del espectador, se enzarza con un total de nueve capítulos a toda velocidad, edulcorados con mucho simbolismo, rabia y locura, haciendo de la frase de Dr. Manhattan, «Todos somos marionetas, pero sólo yo puedo ver los hilos», algo casi propio.
Chuso M. Montero
Wolfangkillers
Wolfangkillers es un señor de 48 años que tiene una pasión: competir en Counter-Strike. Lleva desde 2015 jugando y desde no tanto emitiendo las partidas que juega en Twitch. Lo verdaderamente fascinante de estos creadores es cuando el personaje y la performance acaba trascendiendo el juego o el propio contenido en sí, y se han visto muchos casos en los que hay cierta (o toda) autoconsciencia sobre eso, pero el caso de Wolfang es especial. Pues eso, tiene 48 años, es una persona campechana, borrica, temperamental, e impulsiva, pero también tierna y adorable, y se está enfrentando de cara a códigos de comunicación y técnicas que para alguien como él deberían ser aberrantes e imposibles de comprender. Pero él es como es y así se muestra, esa naturalidad y ese contraste de ver a una persona de una generación utilizando los medios de otra para crear y comunicar, es fascinante. «Coño, tengo 48 pero aquí estoy, quedando el primero por encima de chavalitos. ¡Coño! […] ¿Y porque no voy a ser el mejor del mundo? ¡Tengo que serlo!».
Esta es un poco trampa porque no empezó a emitir este año, pero este año es cuando se ha hecho popular y sí que salió este vídeo así que ole
Los filtros de Instagram
Hablando de nuevos códigos y de nuevas formas de comunicarse, los stories y por consecuencia los filtros de Instagram son una de las más recientes. Los memes ya están muy normalizados como forma de comunicación compleja, los emojis también, y ahora con el formato stories (que es ya en si mismo una forma nueva, aunque no tan nueva), se le han empezado a añadir nuevas capas. Este año ha habido un pico de creación de filtros, desde la lengua del perro al «que Princesa Disney eres», y me gustaría reivindicarlo como, no tanto como medio de comunicación, si no como de expresión. En realidad estoy reivindicando los stories pero quería ser espécifico con esta capa nueva con los filtros. También quiero ser certero con eso porque es una nueva corriente creativa que mucha gente está empezando a usar: igual de válido es un pintar bodegón en un lienzo que un hacer filtro que te pone una corona flotante alrededor de la cabeza. Os dejo por aquí este vídeo de Ter, que es la mejor y lo explica todo muchísimo mejor que yo.
Million Dollar Baby, tema de Cecilio G
Cuando Cecilio sacó a principios de año este tema (y también la mixtape con el mismo nombre) acababa de salir de la cárcel. Estuvo desaparecido durante meses de las redes sociales y tras unos cuantos se empezó a saber que era por eso. Además, anteriormente, Cecilio aparte de llevar una vida de completo renegado intentado esquivar los márgenes de la sociedad, había estado muy mal de salud y sumido en una profunda adicción a las drogas. La vida del rockstar, ¿no? La temporada que pasó en la cárcel por un delito de amenazas fue un catalizador que le cambio los esquemas de todo. Salió viendo la vida de otra forma, ha dejado las drogas, y parece que por primera vez en mucho tiempo… Cecilio está bien. En Million Dollar Baby, un triste pero esperanzador himno, representa todo ese camino. Nunca tuvo nada, se buscó la vida, hizo lo que quiso y lo que pudo, y ahora se reconoce a si mismo como lo que es: un referente para los que vienen de la puta mierda como él. No dejéis que el sistema os hunda jamás.
Pablo Muñoz
Dolor y Gloria, de Pedro Almodóvar (2019)
Me lo he pasado muy bien en el cine este año, pero ninguna película me ha parecido mejor que estas Fresas Salvajes de Pedro Almodóvar. También es una (tierna) historia de amor y ha rodado el beso más bonito del año, el que codician dos amantes con ojos ya cansados. Antonio Banderas y Leonardo Sbaraglia están sensacionales, claro. Pero es que la película nos habla del habitual laberinto de pasiones como un pequeño sortilegio que la memoria (y alguna que otra insolación) ejerce sobre la mente para que el cine le dé la forma y la arbitrariedad de un sueño. El director nos lleva a un territorio nuevo, la vejez, y el dolor del título no refiere al espíritu sino a los achaques de un cuerpo de nuevo vulnerable. En su estilo tardío, Almodóvar no quiere despedirse solamente, sino prometernos un nuevo comienzo para volver, claro, a sus películas de las que creíamos saber bastante.
Listas, guapas, limpias, de Anna Pacheco (Ed. Caballo de Troya, 2019)
Todo lo que puedo decir de esta novela empieza por quién la lee y desde dónde. Como la protagonista, soy un charnego nacido y crecido en la provincia de Barcelona, en uno de esos barrios levantados por la expansión tardofranquista para dar cobijo a la fuerza de trabajo. Como ella, me creí todos los compases de la dulce prosperidad de los dosmiles con su fabuloso ascensor social. Y también viví la crisis y sus obvios efectos sobre familia y amigos del barrio mientras la identidad personal vivía en el mundo de la universidad, la Cultura y la promesa imbécil de ser «distinguido». Pero a diferencia de la protagonista, no he nacido en el cuerpo de una mujer y no fui sexualizado con una mirada ajena sin alternativa, ni crecí con la viscosa autoconciencia de mi cuerpo, ni siquiera tuve que normalizar un deseo insatisfecho, desquiciado por torpezas ajenas. Así que esta novela me resultaba reconocible en parte, pero me ha llevado a otro cuerpo, otra conciencia y por lo tanto, otro lugar desde donde mirar y sentir.
Watchmen (HBO, Temporada 1)
El episodio piloto de esta serie, secuela y expansión del clásico tebeo de Alan Moore y Dave Gibbons, una ficción perfectamente cerrada pero bien explotada por la gracia divina de las fuerzas del comercio y el fandom, permitió al sabihondo engreído que llevo dentro cargarse de enclenques argumentos. Era divertida, pero. Era cuidadosa, pero. Bastaron los compases del segundo episodio para desmentir la burricie de las primeras impresiones y comprobar cómo el equipo de Damon Lindelof y unos actores, liderados por una magnífica interpretación de Regina King, concebían este deleite como una inteligente autocrítica y reescritura de sus materiales, una fantasía adulta, profunda, ocasionalmente deslumbrante y una magnífica y ambigua interpelación pública. Y naturalmente, Jeremy Irons ES Ozymandias.
Jordi de Paco
Siempre le he tenido un odio irracional a los youtubers y a los streamers. Por razones que aún estoy intentando entender, el contenido creado por estas personas desde siempre me ha hecho hervir la sangre. Pero 2019 ha sido el año en el que un bache cósmico ha hecho conectar un engranaje misterioso que andaba suelto dentro de mi cabeza y he empezado a devorar este tipo de contenido, no sé si como penitencia, disculpa o reconciliación, pero el caso es que ahora estoy enganchado. Me flipa especialmente el contenido creado en español, cosa extraña en mí, que siempre suelo preferir las cosas escritas fuera por algún tipo de hispanofobia interiorizada que aún no he terminado de deconstruir. Total, que todo este preámbulo es la justificación de por qué estas son mis cosas favoritas de este año:
La Villa de la Fantasía de Chuso
Este canal me hipnotiza. Por lo que he podido explorar en Twitch, considero que lo que emite Chuso Montero varias tardes a la semana conforma hoy por hoy el mejor canal de jugar a videojuegos del mundo, y no lo digo de manera hiperbólica. Es de esas cosas que pondría dentro del meme de «esta movida ha curado mi depresión». Cada segundo está cargadísimo de amor, tanto por los videojuegos como por la comunidad que se junta a participar en el canal. Y el secreto, no tan secreto, está en cómo juega Chuso con el croma: se mete dentro de los videojuegos a bailar, a pasar frío en un puente de Dark Souls, a hacer botellón en un parque de Pokémon, a huir por un pasillo de Resident Evil. Esto es amor por la diversión, y resulta altamente contagioso. En serio, mirad esta energía.
La Leyenda del Videojuego de Dayoscript
La Leyenda del Videojuego es un proyecto ambicioso, aún en desarrollo, que se inició a finales de 2018, pero como la mayoría de capítulos han sido publicados este año lo cuento como artefacto cultural de 2019. Esta serie es un análisis, a la vez crítica y homenaje, de la historia y cultura del videojuego desde el mismísimo principio. Está alarmantemente desestructurado, pega saltos temáticos, temporales y contextuales en todas las direcciones y dimensiones, y… está mezclado con algunos chistes. Vamos, como un mal viaje de Bojack Horseman en versión documental de videojuegos. Quizá sea por eso que me gusta tanto. Los que estamos más metidos en el academicismo del medio hemos leído muchas veces la Historia ™ de los videojuegos, pero Dayo la repasa por enésima vez de manera divertida y estimulante, con unos cortes diseccionales que, a pesar de aleatorios, son sorprendentemente profundos y exhaustivos.
El Canal de Youtube de El Comidista
Mikel López Iturriaga me hace feliz. Los vídeos de El Comidista es donde acabo muchas noches en ese momento en el que aún no tienes suficiente sueño como para irte a la cama pero tampoco te quieres empezar el siguiente capítulo de la serie que estás viendo. Me encanta la comida y me encanta cocinar, así que estas píldoras gastronómicas de 5 minutos me resultan muy atractivas. Pero no es sólo el contenido lo que me cautiva: es la forma. Mikel tiene una presencia sobrenatural y blande un humor blandito e inocente con el que te hace sentir que todo está bien. Además, me hace saber más cosas sobre aquello que no investigo de forma proactiva, como por ejemplo: qué pasa con esto de los ultraprocesados, cuáles son las mejores salsas de tomate frito o, quizá algo útil para los que estéis leyendo esto antes de que acaben las fiestas, ideas para preparar aperitivos navideños sin complicaciones. Mención especial al cierre de los vídeos, donde te pide que te suscribas de maneras ingeniosas y que no fallan en sacarme una sonrisa, que es como me gustaría ir siempre a la cama.
Iván Papiol
Los Canales de cocina de YouTube
Para mí, cocinar y comer son la mayor expresión de self-care que me puedo dar, y en un año en el que apenas me he dado un respiro los vídeos de cocina de YouTube tienen un formato tan a medio camino entre ciencia, mamarrachadas y personas haciendo cosas relajantes que se han convertido en mi sustituto diario de self-care. Si me hubieras dicho que este año me lo iba a pasar tan bien viendo un video de 40 minutos de una chef profesional llorando y siendo super pura mientras recrea una versión gourmet de los Mentos en el canal de Bon Appetit, o que iba a probar una salsa picante de 135K unidades de Scoville por culpa de un programa de entrevistas en el que el entrevistado y el entrevistador comen alitas picantes (The Hot Ones), me hubiera parecido una locura. Pero este es mi contenido audiovisual favorito ahora y parece haber llegado a mi vida para quedarse.
Otro año más de OhJoySexToy.com
Oh Joy Sex Toy es un webcomic gratuito de educación sexual actualizado semanalmente, cuyo contenido va alternando entre tiras educativas, reviews de juguetes sexuales y tiras cortitas auto concluyentes de autores invitados.
Todo lo de este año me ha gustado un montón, pero destaco de este año la tira Figuring Out How To Orgasm, de Bingo. En la tira comparte por lo que ha pasado (y por lo que hemos pasado muchísimas más personas con cuerpos asignados mujer) con tal de explorar y encontrar los tipos de placer que funcionan para su cuerpo, y habla de lo difícil que es compartirlo con otras personas aún después de encontrarlo. No es una tira super diferente respecto a las demás, pero da en el clavo con mi experiencia personal y me da calorcito en el corazón saber que existe este espacio en internet para leer a autores siendo así de sinceros, abiertos e íntimos con estos temas de los que tanto nos cuesta hablar a veces.
El concierto de Beícoli y Paroxia en el Dock
Hay algo muy especial en la música de Bea. Desde la banda sonora del Nongünz hasta las recientes canciones del ahora en Kickstarter The Longest Road On Earth, es música que me araña el alma y me pone super sentimental todas las veces que la escucho.
Para explicar por qué este fue mi evento favorito del año, tengo que explicar también que empezamos el año en nuestro estudio (Brainwash Gang) quedándonos sin publisher, sin sueldos y sin saber si podríamos seguir trabajando en el juego al que le habíamos dedicado más de un año de curro de un día para otro, y que llevábamos todo el año recogiendo los trocitos de lo que se rompió el diciembre del año pasado.
Cuando el concierto, había pasado ya un año de la movida y el estudio había sobrevivido; seguíamos juntos, estábamos bien y estábamos en una fiesta genial rodeados de nuestros amigos y de más gente maravillosa. La música de Bea me pone blandito de normal, pero su música durante el concierto con todo lo que hemos pasado fue lo más especial que me ha pasado este 2019.
Andrés Paredes
Chernobyl
Probablemente esta lista esté llena de Watchmens (y con razón), pero una joya que corre el riesgo de ser olvidada el 2019 es sin duda, Chernobyl. El rigor histórico de la narración, la interpretación de Jared Harris y sobre todo la excelente dirección, dividiendo el relato de manera genial, apostando por entregas semanales en vez de volcar toda la temporada el mismo día convierten a la serie en una joyita de HBO a reivindicar de cara a fin de año.
Apex Legends
La segunda sorpresa del año la ha dado Respawn, y no ha sido con Battlefronts ni Jedi Orders; Apex Legends, heredera de la grandiosa saga Titanfall (está ahora mismo el Titanfall 2 en PSN gratis, compradlo, por favor) dio el melocotonazo del año en cuanto a battle royale. Movilidad, armas fáciles de clasificar, modos simples pero divertidos y una cuadrilla de personajes pequeña pero carismática y potente son los pilares del siguiente paso en la evolución de los battle royale.
Anima, de Paul Thomas Anderson y Thom Yorke
Uno de los problemas de Netflix es el de su semanalidad; de un mes al siguiente las novedades son olvidadas (que no tiradas a la basura, gracias a Dios) y resulta, a veces, difícil recordar ciertos productos que se han estrenado este año. Es el caso, por desgracia, de Anima, el corto de Paul Thomas Anderson que se estrenó para apoyar la promoción del álbum de Thom Yorke. O quizá esa definición no haga justicia ni al CD ni al cortometraje. La película es un ente en sí mismo, protagonizado por Yorke, que nos entrega un viaje tanto épico como personal e íntimo, a través de paisajes bellísimos, simples y mundanos. Anima es una historia leve, rodada con un mimo increíble, unas coreografías preciosas que sirve como un recordatorio de que las cosas bonitas se encuentran a nuestro alrededor, en el transporte público, en el trabajo, en alguien a quien queremos.
Andrea Peñalver
¡No dejes de grabar!
Para hacer buen cine no hace falta un presupuesto desorbitado, con 25 000 dólares es posible realizar una película que supere todas las expectativas tanto del público como de la crítica. Pero lo que sí es indispensable son dos cosas: una idea buena y llevarla a cabo correctamente. Esto es lo que ocurre con One Cut of the Dead. Sin’ichiro Ueda firma lo que durante la primera media hora parece simplemente una espectacular comedia zombie rodada en una sola toma. Pero decir que es una película de zombies es incorrecto a la vez que injusto; es una película sobre el cine de bajo presupuesto, sobre todas las personas que trabajan detrás de las cámaras y que tan solo son un nombre que pasa a toda velocidad en los títulos de crédito que casi ningún espectador se queda a ver. Y, en última instancia, es una película sobre las relaciones humanas; sobre cómo las personas unidas podemos ser capaces de salir adelante por muchos obstáculos improvisados que aparezcan en nuestra vida. Porque en esta, en la vida, casi nunca hay lugar para ensayos; vivimos en tiempo real y sin cortes.
Las casas tienen ojos
Todo aquel que conozca mínimamente el cine de Yasujiro Ozu no habrá podido evitar notar la importancia que juegan las viviendas de los personajes en sus historias. Sus casas, tradicionales o modernas, cobran vida en cada escena ya que Ozu no dejaba escapar el más mínimo detalle. Gracias a la posición baja de la cámara y a su objetivo de 50 mm nos sentimos en muchas ocasiones como un intruso en los hogares de nuestros protagonistas. Es por eso que Marta Peris Eugenio, arquitecta y profesora, encontró interesante analizar desde un punto de vista más técnico algunas de las casas protagonistas de las películas de Ozu en su libro La casa de Ozu. En él nos encontramos con el análisis de seis películas. En cada análisis se incluyen escenas para que el lector entienda mejor las explicaciones de cómo funcionan independientemente y en conjunto los diferentes ambientes por los que los personajes transitan. Además, podemos encontrar planos detallados de las viviendas dibujados por la propia autora, lo que nos permite revisionar las películas siendo aún más conscientes de cómo funciona el espacio; porque si bien Ozu nos muestra las casas casi en su totalidad, no es sencillo hacerse una idea al instante de cómo se configuran las estancias. Cada capítulo arroja luz sobre la importancia de la narrativa visual que contienen todos estos lugares y nos ayuda a comprender mejor lo que está pasando en la vida exterior e interior de los personajes.
Revisando a Hosono
Han pasado 46 años desde que Haruomi Hosono publicara su primer disco en solitario, Hosono House, tras la ruptura de Happy End. El nombre de su primera obra en solitario era muy representativo, ya que lo grabó enteramente en el reducido espacio de la que por aquel entonces era su casa. Con un multipistas de 16 canales y sampleando los instrumentos directamente desde los amplificadores consiguió crear un disco que serviría de inspiración para futuros músicos. Hosono, en un acto de valentía, ha vuelto a producir el disco, esta vez con el nombre de Hochono House, con ciertas variaciones. Es un trabajo que ha hecho en solitario, como en los viejos tiempos. En la propia portada del disco, antes de darle al play, ya podemos comenzar a apreciar esas diferencias propias del paso de los años; vemos la misma fotografía de Hosono, pero esta vez nos lo encontramos canoso. El disco está formado por los mismos temas pero ordenados de forma inversa, con un tema central que se mantiene en su posición, la sexta, y que resulta ser una grabación en directo de los 70. Es como si Hosono hubiese querido mantener unido el cordón umbilical entre ambos trabajos. En el resto de temas sigue manteniendo el sonido que caracteriza a Hosono pero trasladado a esta época con la tecnología actual, siendo el tema que cierra el disco el más lo-fi, donde se puede apreciar claramente un metrónomo. Hochono House es un estupendo viaje hacia el pasado con los ojos del presente donde el músico nos vuelve a abrir las puertas de su casa.
María Pérez
Detectives
2019 ha sido un año estupendo para todos aquellos que disfrutamos resolviendo misterios y asesinatos. Empezando por Disco Elysium, un juego densísimo y lleno de capas (como una cebolla o un ogro) en el que llevamos al detective más resacoso del mundo y continuando con Ai: The Somnium Files, la vuelta de Uchikoshi a los videojuegos tras el irregular Zero Time Dilemma con un título mucho más redondo. También hay sitio para aventuras más ligeras, como el de Tangle Tower, un juego que recuerda a lo mejor de la saga Layton, especialmente con sus personajes carismáticos y un estilo artístico encantador; o Frog Detective 2 en el que nos volvemos a poner en la piel de la rana más dicharachera (con permiso de Gustavo) para resolver el caso del Mago Invisible. Mientras tanto, Rian Johnson nos ha demostrado que el murder mystery a lo Agatha Christie sigue funcionando siempre y cuando se haga bien.
Moominvalley
Esta serie financiada por crowdfunding adapta en 3D los libros y cómics de los famosos Moomin de Tove Jansson, actualmente es la serie más cara hecha en Finlandia. Sin embargo, hablar de Moominvalle y no deja de ser una excusa para hablar del renacimiento que han experimentado los Moomin. Gracias a el boca a boca de internet un montón de gente ha descubierto a estos simpáticos trols y el universo que les rodea, llenando las redes sociales de gifs y fanarts celebrándolos. En tiempos en los que Disney ocupa casi toda la conversación cultural resulta refrescante ver el amor hacia unos dibujos nacidos, no olvidemos, en fanzines antifascistas.
Kingdom Hearts 3
Kingdom Hearts 3 es el octavo de la saga
y ya me da igual lo que Nomura haga.
Que vuelva Xemnas o meta un Noctis nuevo
seguiré comprandole todos los juegos.
Cuanto más la lía con la línea temporal,
metiendo a Sora y Riku en un berenjenal,
a mi casi que más me conquista,
es como ser un poquito masoquista.
Blanca Rego
No reconocerías el arte ni aunque te escupiese en la cara
Este año, Nicolas ha hecho una serie, y cuando Nicolas hace algo, siempre es lo mejor del año. Hablo de Winding Refn y Too Old to Die Young. La serie no se ha visto mucho y parece que no ha gustado demasiado. A mí sí. Hay muchas patadas en las narices del audiovisual actual, desde un episodio en el que nadie habla en inglés hasta la persecución más antipersecución de la historia. El momento que mejor define la serie es cuando uno de los personajes enseña una película que ha estado produciendo. Lo que enseña es una escena de la propia serie rodada de otra manera, de una manera correcta, pero tópica, clásica y sin ningún interés; una escena que podría ser de cualquier película/serie de esas que se consideran «buenas», pero de las que dentro de 5 años no se acordará nadie. La enseña diciendo: «No reconocerías el arte ni aunque te escupiese en la cara». Pues eso.
Has pestañeado y he sacado tres discos
A principios de año, Astiberri publicó un cómic titulado Pop, de Luis Bustos, en el que hay una viñeta con Merzbow y John Zorn con la que me he reído más que con cualquier comedia que haya visto últimamente. Es más, a veces saco el cómic de mi estantería para ver la viñeta otra vez y reírme de nuevo. No os dejéis engañar por el título del cómic, lo de «pop» se refiere a la música popular en general, en contraposición a la música clásica. Vamos, que en el cómic hay de todo, desde punk a techno, así que es perfecto para cualquiera a quien le guste la música, o los cómics.
The Night Journey
Hace años que se comentaba que el videoartista Bill Viola estaba haciendo un videojuego y, aunque se publicó en 2018, yo no me enteré de que ya estaba disponible hasta este año. Después de pasarme unas cuantas horas perdida por sus paisajes, no sé todavía si tiene algún objetivo o consiste solo en deambular por la noche, pero me da igual. Es un videojuego experimental, así que no esperaba nada narrativo ni lineal, y a mí me gusta mucho deambular. Es un poco como pasear por el limbo o el inconsciente. No sé si es un juego que recomendaría porque para alguien no acostumbrado a lo experimental supongo que puede ser un auténtico aburrimiento, pero a mí es lo que más stendhalazos me ha dado este año.
Mik Remacha
Star Wars: The rise of Skywalker, de J. J. Abrams
Ja… ja… jaja… jajajajajajajajajajajajajajaja
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
Jajajajajajajajajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
ajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajajajajaajajajajajajajajajaja
jajajajajajaja
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajajajajaajajajajajajajajajajajajajajaj
ajaja
Jajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajajajajajaj
ajajajajajajajajajajaajajajajajajajajajajajajajajajajaja
Jajajajajajajajajajajajaja…. No, en serio, Glass de M. Night Shyamalan.
Silver Surfer Black, de Tradd Moore, Donny Cates y Dave Stewart
El brillo de un metal pulido es, con diferencia, una de las mayores mentiras de la naturaleza hacia nuestros ojos. Nos hace pensar que es perfecto, suave, y que nada puede perturbar su estado. Pero no es así. Los metales, como toda la materia, sufren a cada momento. Incluso los metales inoxidables se oxidan hasta el núcleo. Dejan de ser un espejo hipnótico para ser algo oscuro y mate. Cambian como lo hace todo, y eso nos pone nerviosos. El brillo es perfección y lo oscuro un error. Pasar de un mineral a una espada es bello, pero pasar de una espada a algo diferente es… no sé, algo para lo que quizás no estemos preparados, pero la espada sí.
Genndy Tartakovsky’s Primal, de Genndy Tartakovsky
Las lágrimas de un hombre, por más duro que sea, por más hipertrofiado que esté, siguen pesando exactamente igual. Por eso, para no sentirlas, tiene que correr rápido, sin descanso, haciendo que resbalen y caigan en sus huellas. Pero en algún momento deberá parar, y quizás sus ojos estén ya secos, o quizás no pueda seguir corriendo nunca más.
Alberto Rico
No hagáis ruido
Muerto en tres trozos colgaba el cartel del Modernícolas en esta exposición. A quienes no habéis vivido en Málaga esta última década, sólo os puedo decir que es como ver el cartel del Central Perk, o del MacLaren’s, pero en vez de ser el bar de una serie, es del antro donde hemos sido jóvenes en Málaga. El sitio ya no está, lo cerraron, como han ido cerrando prácticamente todos los locales de Málaga que no están dedicados al turismo, y de los que en la exposición veíamos carteles de conciertos, restos de locales, recortes de periódicos y letras de canciones que les hacían referencia.
Aunque ha durado poco, nos deja para siempre esta exposición una nueva forma de entendernos; que, aunque no nos hayamos dado cuenta, y aunque el ayuntamiento no cuente con nosotros (no hacemos los números que esperaban, explica alguien del ayuntamiento en el documental que forma parte de la muestra) estamos haciendo cultura en Málaga. Que existe una Málaga que no es una ciudad turística, que no es un parque de atracciones para las despedidas de soltero. Ojalá otras ciudades se cuenten a sí mismas su propia historia, por encima de las historias que nos vienen de fuera.
Blasphemous
Blasphemous ha sido para mí un juego a dos niveles; por un lado es el heredero de todo lo que está bien en Castlevania Symphony of the Night que necesitaba que fuera; pero haber compartido las referencias a la cultura andaluza con mis amigos (andaluces y no andaluces) ha sido una experiencia que nunca había vivido. Y de esto os vengo a hablar: porque si bien no pilla a nadie por sorpresa que es uno de los mejores metroidvanias que han salido últimamente, y tampoco se nos escapa que es la mejor subversión de la iconografía de la semana santa desde la Semana Santa Breakbeat de DJ Karpin. Pero en mi juventud en un pueblecito andaluz en esas fechas no sólo sonaba semejante esperpento musical, sin que, y probablemente más importante, todos los menores estábamos forjando una de las mecánicas de este juego. Veréis, las procesiones son bastante aburridas (para los niños, digo, no quiero ofender), así que se convierte en juego de una manera muy sencilla: cada crío sale de casa con una pequeña pelotita de papel de aluminio, y va por las procesiones pidiendo a los penitentes o nazarenos un poco de cera de la que cae de los cirios (las velas gordas que portan), haciendo una pelota de cera más grande a cada procesión que se visita. Ver la referencia que Blasphemous hace a esta parte de mi infancia lo hace un juego único para mí y me hace perdonarle hasta lo de los pinchos.
Flappy Bird en un filtro en Instagram
Instagram lleva ya años siendo sinónimo de vanidad, donde usamos filtros para que nuestra comida parezca mejor, para parecer más guapos y felices en nuestras fotos de vacaciones. Pero este año eso ha cambiado: hemos visto una apertura de las herramientas para hacer filtros (no hablo de democratización porque no vamos a hablar de democratización de algo que es propiedad de una empresa). Con esta apertura hemos visto aparecer filtros que no pretenden pasar desapercibidos, que no quieren hacernos aparentar ser de otra manera, sino que quieren hacernos jugar. Y de ese jugar que es convertirnos en personajes, o pintar con la nariz (si se pudiera enlazar fácilmente a estos filtros, aquí habría un enlace a uno que se llama paintnocchio, de jenherranz). Estoy convencido de que esto es simplemente la respuesta de Instagram a Snapchat, que lleva ya años haciendo que hacernos selfis sea un juego. Pero han aparecido también filtros que son simplemente un juego, donde nuestra cara no es el soporte para jugar sino el interfaz de juego, nuestros ojos o boca los controles. Y pum, de repente tenemos filtros muy difíciles (este era el peor debate de los videojuegos que exportar). Pero si Flappy Bird fue en su momento criticado por difícil, por la masa de público que lo jugó frente al poco esfuerzo de hacerlo, y por reutilizar gráficos de otros juegos (cuando no era así), su versión en filtro de Instagram es precisamente una celebración de todo esto, la cultura popular haciéndose aún más popular (y aún más cultura) a sí misma. Si no estuviera todo encerrado en una aplicación de una de las mayores empresas tecnológicas que más problemas legales está teniendo, esto sería una auténtica maravilla.
Emma Rios
A Gracious Gift of Tears
Sekiro: Shadows Die Twice, de Hidetaka Miyazaki (From Software 2019)
Si algo nos diferencia a los seres humanos de otros animales es una absurda necesidad de significado. Nos pasamos la vida buscando ideales cuya única intención es proteger nuestra autoestima, entender por qué estamos aquí, y en el peor de los casos, justificar acciones crueles por esa ilusión de validez. Un código sagrado que define nuestra moral y nuestra estética, y que empezando por nuestras propias leyendas ha gestado sociedades en gran parte representadas por el honor: lícito tanto para blindarse contra la tentación de rebelarse, como para justificar cualquier acción considerada legítima.
El bushidō, camino de aquel que sirve. Pero ¿servir a quién? El dogma no cobra sentido hasta que es sacrificado por compasión. Hasta que la ética individual deja de estar ciega y se vuelve carburante de mejores historias. Aquellas en las que ni la integridad ni la nobleza son limpias y obedientes. En las que el esclavo shinobi, capaz de deslizarse sobre un shōji de papel de arroz sin desgarrarlo, o de flotar sobre las tarimas de ruiseñor de los palacios de los tiranos, por fin habla como un mentiroso; con las fintas de una katana desenvainada y llena de ponzoña, que corta el espejismo de entender la permanencia como privilegio y no como herramienta de clase. La inmortalidad pudre, entristece, contamina. Morir significa salvar, cederle tu espacio a otras vidas. Pero, ¿a cuáles? El perro roto cree que a las justas. A las que no anteponen la suya a las demás, a las que no se sacrifican por pedazos de tierra o pedazos de dioses, a las que deciden seguir caminando a pesar de saber que van a perder y regalan gentilmente sus lágrimas.
When the town lights are shining. We lose the sight of the stars
Uchū Senkan Yamato, Matsumoto Leiji (1974)
Space Battleship Yamato: The Classic Collection (Ed. Seven Seas Entertainment, 2019)
Es el año 2199 y el mar ha muerto. Los vestigios de la comunidad terrana se encogen bajo la superficie ante la vibración de bombas planetarias. Dessler, líder supremo del imperio de Gamilas, espera paciente a consumar la cremación del antiguo planeta azul, del que solo resisten dos naves. El almirante Okita Jūzō vence en duelo a su orgullo y trata de salvar al último de sus capitanes, Kodai Mamoru, que interpreta arder como apagarse entregando su vida por nada y dejándolo herido de muerte. Sabe que no volverá a pisar el planeta pero ¿quién protegerá lo que quede? La joven Sasha de Iscandar, que ha perdido su vida tras un viaje altruista de 170.000 años luz para salvarnos. Kodai Susumu y Daisuke Shima recogen su legado en Marte: los planos del Wave Motion Gun, el cañón estelar más poderoso del universo conocido, y la promesa de su hermana Starsha de concedernos el Cosmo Cleaner, un dispositivo que puede eliminar la radiación de la Tierra y hacerla habitable de nuevo. Solo deben volver sobre sus pasos, sin guía y sin nave. No hay esperanza. Pero las heridas del almirante Okita palidecen en comparación con las de la Tierra, y la voluntad de las parcas cósmicas ante la suya propia. No muy lejos, en el mismo planeta rojo, el viejo lobo estelar escucha un eco oxidado. Un barco yaciente que abrasado por el sol se alza como contra espacio nutrido de esperanza humana. El Yamato sabe bien que hay que vivir para morir por algo. Sabe que sin luz solo se ven las estrellas y que debe desgarrar el cielo para finalmente alcanzar el soñado mar.
Un mar de aguas negras donde cometas brillantes alojan civilizaciones enteras. Donde todavía residen cicatrices que han inspirado generaciones. Donde veinte páginas no son suficientes para reflejar la tenacidad subyacente a desviar el curso de una nave.
Aguas turbias en las que los principios de una mujer mueren como imperios. Por amor. El amor por un padre tirano y por humanos gentiles. La hija del cosmos navegará sola toda la eternidad.
Generen parientes, no bebés!
Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene, Donna Haraway (2016)
Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chthuluceno (Ed. Consonni, 2019)
“Comes y eres comido.
Eres parte del cuerpo.
Te haces Tierra. Te vuelves bosque.
Eres solo un instante en la corriente”.
Kaijū no Kodomo, de Daisuke Igarashi, 2007
En la era de la «Gran Vacilación» once mil millones de habitantes aún nos sacudimos la muerte como motas de polvo. Seducidos por la falsa fortuna, nos obsesiona la forma. La nuestra. La que se hace sola, no con las demás. La que desecha otras vidas por disimular las ruinas que ocupa, mientras regurgita la miseria de un sinnúmero de “refugiados humanos y no humanos sin refugio” no tan excepcionales. El privilegio de estar paralizado y ser incapaz de “vivir y morir bien en un planeta dañado”.
Pero el chthuluceno no es un cuento triste sino una invitación de la Tierra sumergida a ser interesantes. A comenzar conversaciones cautivadoras y «respons-hábiles» para «ser-con», «devenir-con»; para ser algo más que genealogías y ancestros. Relaciones de mutualismo y comensalismo donde la ganancia de uno es ganancia de otro. Donde existe una recuperación posible en alianza multiespecies, creando familias no necesariamente humanas sino camadas de sufrimiento compartido. Simbiontes agitados por la posibilidad de algo que quizás sea mejor. El «compost», un parentesco elegido y recreado como complejos juegos de cuerdas, en los que los cuidados tentaculares se vuelven menos hipócritas. Un mundo de niños, no de bebés, para construir una vida tolerable lejos del colapso medioambiental, la extinción masiva, la descomposición social y la guerra.
La araña cthónica nos cuenta historias en pasado para contar otra: el relato de ser iguales para nada iguales. De ser familia terrana y compañeros en relaciones íntimas y víricas de curación. Para convivir con el problema debemos afrontar el espejismo tecnológico, dejar de ser negligentes, despertar como gorgonas.
«Heredar la intensa degustación del mundo de los insectos voladores, agregando placeres corporales al devenir-con».
La antropo-zoo-génesis tiene forma de pólipos. Apéndices que penetran bajo la piel y abrazan con la ternura del oankali de Octavia Butler.
Javi Román
Hace poco, hablando del tema del hopepunk, alguien me dijo que en 2019 no se podían hacer obras que pretendiesen contar algo relevante y te dejasen un poso optimista. Como yo no me lo creo, aquí va mi selección.
Kojima lo tenía todo planeado
En marzo de este mismo año tuve que hacer un viaje que no me apetecía demasiado para cubrir la Comic Con de Valencia. Para compensar el tedio que me producía tal evento, aproveché la visita a la ciudad para entrevistar a Deconstructeam para SYFY Games. Fue en ese momento cuando los conocí en persona. No lo sabía, pero estaba conectando el primer nodo que me llevaría a escribir esta texto. Aquel día Jordi de Paco llevaba una camiseta de Kojima, lo que propició una conversación sobre cómo la obra de Hideo le había influido a la hora de contar historias. Seguramente en esos mismos momentos Ryan Karazija de Low Roar estaba en su casa de Reikiavik cerrando las fechas de la siguiente gira, y decidiendo que una sala de 140 personas de aforo era más que suficiente para su concierto en Madrid, lo que propició que algún despistado como yo se quedase sin entrada. Meses más tarde, el 29 de noviembre, con Death Stranding ya en la calle, me encontraba de camino a tomar las cañas previas al concierto de Low Roar junto a amigos que sí asistirían al evento. En el metro, mirando Twitter de forma automática leí que a Cesar «Chesaronne» de Antihype le sobraba una entrada, pero al preguntarle por ella me contestó con pena que alguien ya se la había pedido. Y esa persona fue Jordi de Paco, que se la había pedido para mí. Como si de Sam Porter Bridges se tratase, la carga que me entregó sirvió para reconectarme con muchas personas, entre otros con Álvaro, al que conocí en persona mientras Low Roar tocaba de fondo las canciones de Death Stranding. Unos días más tarde me escribía para proponerme participar en esta lista. Fue genuinamente bonito ver el entusiasmo con el que todos hablamos esa noche de lo que nos emocionaba encontrar una escalera que alguien dejado de forma altruista o la sorpresa que nos llevamos al descubrir que en el juego los caminos de tierra se forman con las pisadas de los jugadores de todo el mundo, dejando constancia de que cada uno de tus pasos tiene un impacto para ti y también para los demás. Me cuesta pensar que Hideo no tenía esa noche planeada desde el principio para nosotros. Para ayudarnos a reconectar. El puto Kojima.
One Cut of the Dead
Por aquello de ligar los temas, diré que descubrí esta película gracias a Hideo. En su momento vi que estaba programada en el Festival de Sitges, pero con lo complicado que es elegir qué películas ves debido a los solapamientos de horarios, no se me habría ocurrido ponerla en la lista si no fuese porque en agosto de 2018 Kojima colgó el cartel de la película en su Instagram. Al verlo me llamó mucho la atención, así que guardé una captura. Aunque la película se lanzó antes en Japón, la incluyo en esta lista porque llegó a gran parte del mundo, incluida España, en 2019. Por un lado, da bastante reparo pensar que parte de la prensa cinematográfica la bautizó como «La Zombies Party japonesa». Entiendo que eso sonaba más catchy que «La Noche Americana del XXI y de clase obrera», pero cualquiera que haya visto ambas entenderá que las similitudes con la película de Edgar Wright probablemente se limiten a que alguien en algún momento del metraje dice la palabra «zombie». Es difícil hablar de la película sin arruinar la experiencia a los futuros espectadores, así que solo diré que pocas obras profieren un amor tan grande al medio al que pertenecen como One Cut of the Dead. Y que es todo un regalo el salir del cine cargado de esperanza y con ganas de abrazar a los que te rodean.
Rilakkuma y Kaoru
Me fascina la barrera invisible que impide a gran parte de la población adulta occidental consumir productos de aspecto cute o kawaii. Durante este año, cada vez que alguien me ha pedido alguna recomendación para ver en Netflix, una de las primeras cosas que mencionaba era Rilakkuma y Kaoru. El resultado fueron caras de escepticismo, y la anulación inmediata de la credibilidad del resto de mis sugerencias. Ninguna de esas personas acabó viendo la serie y francamente, me da pena pensar en lo que se están perdiendo. Lo primero que te sorprende al comenzarla es que se trata de una completa delicia visual. El stop motion, la cuidada selección de los materiales, la paleta de color… todo el aspecto visual es realmente encantador. Kaoru, la protagonista, es una veintipicoañera que vive con dos osos y un pollito. Nadie sabe por qué y nadie se lo pregunta. Y no, no son proyecciones de sus movidas mentales: los animales interactuan a menudo con el resto del mundo. Pero es que después de un par de episodios comienzas a ver que hay mucho más. La sutileza y la inteligencia con la que plantea problemas como la soledad, la depresión, el estar atrapado en un trabajo aburrido y aun así no tener un duro, etc. hace plantearte cómo es posible que una serie protagonizada por una mascota hile tan fino. Porque los problemas a los que se enfrenta Kaoru, a diferencia de los que enfrenta la panda rojo de Aggretsuko, son conflictos internos de los que no se resuelven simplemente cantando heavy metal en el karaoke.
Paula Ruiz
Outer Wilds
Outer Wilds es lo que pasa si coges la exploración espacial de No Man’s Sky, el misterio a resolver de Return of the Obra Dinn, y la libertad de resolver sus puzles de The Witness.
El mundo se acaba en 22 minutos, y tú, que no sabes ni pilotar tu nave, atrapada en un bucle temporal sin fin: condenada a morir una y otra vez, ahogada por la arena en una cueva, flotando en el espacio alejándote de tu nave, estrellada contra el sol, electrocutada por una medusa alienígena, masticada por un pez del tamaño de tu casa. O con suerte, simplemente derretida por la supernova que da fin al bucle.
¿De dónde somos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? Y muchas más preguntas cuyas respuestas encontrarás dentro de este juego. 22 minutos dan para morir muchas veces y de mil formas y eso ya lo hemos vivido en muchos videojuegos, pero cuando ese tiempo lo necesitas para encontrar las respuestas a las preguntas que te plantea el juego, acabas el día metiéndote en la cama con resignación esperando poder seguir jugando a esta auténtica obra maestra, una experiencia absolutamente única que sin duda alguna está entre mis juegos favoritos de la historia. El universo y sus secretos son terroríficos y contemplar su final aún más, pero una vez superado el miedo, lo que queda es algo de tal belleza que no me atrevo ni a intentar describir.
First We Feast’s Hot Ones
Entrevistador y entrevistado separados por el verdadero protagonista del programa: un muro de salsas picantes, siempre ordenadas de menor a mayor intensidad, desde la más simple Sriracha o Cholula hasta picantes infernales no aptos para cualquier persona como Da’Bomb Beyond Insanity o Blair’s Mega Death. En este programa de entrevistas las preguntas se intercalan con la cata de alitas picantes, eventualmente quedando en un segundo plano para darle relevancia a las reacciones de los invitados a los demenciales picantes que se dan a probar.
Este programa ha cambiado mi vida. Un programa de entrevistas a gente famosa que no conozco de nada y que me da absolutamente igual. Supongo que el hecho de que el presentador sea muy bueno en lo suyo ayuda, pero la verdadera razón por la cual estoy tan intensa con este canal de Youtube es por ese momento entre pregunta y pregunta en el que enseñan una salsa nueva, se la llevan a la boca y mis ojos se agrandan porque ME FLIPA EL PICANTE.
Gracias a este programa la mitad de mi frigorífico son salsas picantes. La mayoría de platos que cocino son picantes. El 70% de mi cuerpo está hecho de salsa picante.
Hypnospace Outlaw
Todavía recuerdo cuando mi padre volvió del trabajo con un ordenador con Windows 95, la primera vez que jugué a Doom, cuando mi hermano instaló el Broken Sword que le dejaron en clase y llenó accidentalmente el escritorio de iconos y nos castigaron por ello, la primera vez que fui a casa de un amigo y su ordenador hacía sonidos raros porque estaba «conectándose a internet». Lamentar no tener internet en casa e inventarme mi propio internet en Powerpoint en mi Pentium 133 sin modem. Finalmente tener internet y darme cuenta de que era un mundo de locos lleno de gifs absurdos, videojuegos raros, y cosas «gratis».
Hypnospace Outlaw es todas esas experiencias juntas, pero sin tener que esperar a que tu hermano te deje usar el ordenador: internet está dentro de un aparato de realidad virtual al cual te conectas desde tus sueños. ¡Y te pagan por moderarlo!
Sin duda no es un juego para todo el mundo, más bien orientado a un público ligeramente voyeur y/o stalker diría yo, donde explorar un sistema operativo retro y su internet ficticio son sólo el fondo de las historias de las personas que lo habitan, a través de sus relatos personales en sus blogs, de la música que hacen y distribuyen y que también es pirateada por otros, o del software que puedes descargar para decorar tu escritorio. De aquellos que se dedican a documentar el contenido de este internet para conservarlo, o los que basan todos sus esfuerzos en crear y propagar virus para dañarlo «for the lulz».
Jaime San Simón
Lisa Hanawalt y Raphael Bob-Waksberg
Los nombres de Hanawalt y Bob-Waksberg están unidos de manera irremediable a la tragicomedia Bojack Horseman, que en la primera mitad de su sexta temporada mantuvo su pulso y aprovechó para acercarnos más que nunca a las historias que hay detrás de las series y películas que consumimos. Este 2019 pudimos disfrutarlos también por separado: Hanawalt estrenó la divertidísima (e injustamente cancelada) Tuca & Bertie, con una animación psicodélica y uno de los episodios más devastadores del año, y en España pudimos leer al fin su novela gráfica Coyote Doggirl, donde sus acuarelas ilustran una huida que recupera códigos del western. Bob-Waksberg, por su parte, aprovechó en Undone la rotoscopia para fusionar de manera impecable ficción y realidad, thriller y comedia o viajes en el tiempo y drama familiar.
Bury your friends, de Billie Eilish
El álbum debut de Billie Eilish se pregunta en su título «a dónde vamos cuando nos dormimos»; vemos una posible respuesta hacia el final del disco en Bury your Friends, un tema con una potente imaginaría sacada de las peores pesadillas: «pisa el cristal / grápate la lengua / entierra a tus amigos / intenta despertar». La voz de la cantante se acompaña de una percusión agresiva y unos toques de sintetizador para crear una canción asfixiante que consigue transmitir como pocas el terror que produce no poder escapar de un mal sueño.
Disco Elysium
Disco Elysium empieza con un cliché del videojuego de rol como es el protagonista amnésico, que permite introducir a un adulto funcional en un universo desconocido como una tabula rasa a desarrollar mediante nuestras decisiones. A partir de ahí el juego se va despegando de las convenciones: nuestra hoja de personaje se convierte en un ecléctico coro de voces que nos hablan en nuestra cabeza, desarrollamos la personalidad de nuestro protagonista mediante un «gabinete de pensamientos», el juego nos insta a escoger qué queremos decir en lugar de darle a todas las opciones de diálogo sin pensar en las consecuencias que tendrán… Todo esto viene acompañado de los mejores textos que se pueden encontrar a día de hoy en un videojuego y de un rico universo cultivado a lo largo de una década en las partidas de rol de un colectivo de artistas estonio.
Mayka Scharff
¡Masaaki Yuasa lo hace todo bien!
Kimi to, Nami ni Noretara
Masaaki Yuasa es oficialmente el Takashi Miike de la animación: todo lo que hace lo hace bien y nunca deja de hacer cosas.
Esta vez con Ride Your Wave nos presenta una simple e inocente historia de amor estructurada en tres actos: amor, pérdida y sanación. En la película se lleva a cabo una conmovedora exploración sobre el dolor y la dificultad de seguir adelante que instantáneamente me hizo recordar a El jardín de las palabras, por la madurez y sensibilidad con la que ambas obras abordan estos temas sin compasión ante el espectador.
Puede que yo no haya ganado la lotería este año, pero Ride Your Wave si que ha conseguido la combinación ganadora: Reiko Yoshida (A Silent Voice) a cargo del guión, Michiru Oshima (FMA) como compositora y Yuasa y todo el equipo de Science SARU bajo la producción de la película. Sinceramente, ¿qué podría salir mal?
Anime Fall Season 2019
Soy una persona horrible cuando se trata de elegir cosas favoritas y os lo quiero demostrar escogiendo no uno, ni dos, (ni tres) animes preferidos sino…¡una temporada al completo!
Que me perdonen Sarazanmai, Kaguya-sama, Given y otros grandes títulos que han visto la luz durante el resto de estaciones, pero he de reconocer que la temporada de otoño ha sido la que más momentos de genuina felicidad me ha brindado en este 2019.
Y no es para menos con títulos como Hoshiai no sora y sus siempre impactantes escenas post-créditos, Kabukichou Sherlock y su distintivo «RAKUGO para resolver misterios», BEASTARS y su espléndido y original opening Wild Side de ALI; y por último y sin hacer mención a muchos otros títulos que me dejo en el tintero, Chihayafuru 3 y su gran lección de vida: «como esperar seis años a que continúen uno de tus animes favoritos y no morir en el intento».
Pelis y más pelis: Sion Sono y Bong Joon-Ho
¿Creíais que Yuasa era el único que lo hacía todo bien?
Este año varios de mis directores preferidos han trazado un plan infalible para hacerme feliz. ¿Que cómo lo han hecho? Fácil, estrenando muchas pelis muy guays. Por ello y volviendo al problema que ya os expuse en el párrafo anterior, (que no-sé-elegir-cosas-favoritas) me he visto en la obligación de reducir mi lista de cintas predilectas a su mínimo exponente:
→ Parasite, de Bong Joon-ho
A estas alturas creo que cualquier comentario adicional más allá de que bajo mi humilde opinión es la mejor película del año es completamente innecesario así que dejaré de escribir … aquí.
→ The Forest of Love, de Sion Sono
Como no podía ser de otra forma: de una de las mentes creativas más fascinantes que existen surgen las obras más interesantes, sublimes y retorcidas de la actualidad.
Sion Sono está de regreso (y aunque no nos lo merecemos), espero que haya venido para quedarse.
John Tones
Cristal Oscuro – La era de la resistencia
Esta precuela de la inclasificable película de dark fantasy para todos los públicos de Jim Henson de los ochenta me interesaba por lo que tenía de ofrecer unos cuantos alicientes ajenos a su ficción. Todo en este proyecto me sonaba a campo de minas, a cuenta atrás hacia el desastre a poco que se diera un paso en falso, pero a la vez me fascinaban los propósitos de la producción. Cristal Oscuro — La era de la resistencia quería mantener la estética de marionetas del original, pero había que extender la narración original, magra y esquemática incluso para sus escuetos noventa y pocos minutos iniciales, a las diez horazas inevitables de una serie. Había que multiplicar personajes y ambientaciones. Más aún: al ser una precuela había que mostrar un mundo en decadencia para conservar el tono y la atmósfera oscura de la película original… pero ambientarlo antes de que arrancara esa decadencia. Finalmente se obró la magia de la forma más artesanal y menos artificiosa posible: a base de trabajo (el documental de hora y media que lanzó Netflix con la serie es un complemento imprescindible), un meticuloso diseño de producción y una reverencia absoluta, pero elástica, a la producción original. Es decir, un proyecto que por mucho que contara con el dinero de Netflix se mantuvo reducido en escala gracias al concurso de los marionetistas herederos de los creadores originales, la Jim Hemson Workshop, y a la visión de conjunto de un creador —Louis Leterrier— entregado a unificarlo todo. Eso y los pequeños detalles (del exquisito uso del CGI al impresionante plantel de voces) conforman una obra complejísima pero que a la vez desprende una enseñanza sencilla y valiosa: para hacer las cosas bien a veces basta con… hacerlas bien.
Puñales por la espalda
Una excelente historia de suspense que, a diferencia de los asépticos procedurales mórbidos con los que nos asola el género desde Seven y su infausto legado, tiene bastante en común con la concepción clásica del whodunit, es decir, funcionar como observatorio clínico de la sociedad que ha propiciado el crimen. Clínico y cínico, porque Puñales por la espalda tiene mucho del toque de atención de Agatha Christie al frívolo microcosmos de los millonetis de su época, aquí convenientemente actualizado con una brújula moral (Ana de Armas) que es inmigrante e hija de inmigrantes ilegales. Un reparto perfecto (Daniel Craig, Chris Evans, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Don Johnson, Michael Shannon, Christopher Plummer…) tanto cuando ensaya registros poco habituales como cuando se tira en plancha a la farsa más desnortada es el contrapunto perfecto para una película en la que es imposible diferenciar la parodia de la reverencia respetuosa a los códigos del Cluedo. Que a su vez era también una parodia y un entretenimiento mórbido para altoburgueses, así que queda claro que Rian Johnson es uno de los nuestros y, además, uno de los buenos. Un sueño whodunit bañado en vitriolo y que nos hace soñar con una franquicia de crímenes y sarcasmo protagonizada por el hiperflamboyante Benoit Blanc.
La hija del sepulturero EP, de Rata Negra
Curiosamente, La hija del sepulturero es lo que saca nuestro grupo punk más relevante, Rata Negra, después de su LP Justicia cósmica, un disco en el que abandonan la contundencia y altas velocidades de lo que sigue siendo para mi gusto su mejor trabajo, Oído absoluto, y donde exploran sonidos más pop y más cercanos a Juanita y los Feos, donde ya militaban Violeta (cantante) y Fa (guitarrista). Y es irónico porque en La hija del sepulturero se decantan por un afterpunk muy personal y con el que siempre han coqueteado, arropado esta vez por una letra ajena: el poema semidesconocido de principios del siglo XX del salmantino Gabriel y Galán, que les descubrió Héctor Sudor, para que todo termine de quedar en casa. La hija del sepulturero es, directamente, el temazo punk del año, y viene acompañado de una versión de Diseño, Problemas no, que también llevan a su terreno, un sonido oscuro y obsesivo pero nada deprimente, y que hace completamente imposible predecir, visto lo visto, qué será lo próximo de esta gente a la que más nos vale cuidar, celebrar y lanzar dineros.
Sebastian Torrente
Mob Psycho 100, Temporada II, de ONE y Yuzuru Tachikawa
No sé a qué dios le rezamos en 2016 por una segunda temporada de Mob Psycho 100, pero sea el que sea es la divinidad a la que rezarle por todo a partir de ahora. Tachikawa, construyendo sobre lo ya establecido obra el milagro de hacer una secuela que no solo complementa sino que a veces hasta empequeñece a la serie original. Donde un Mob que ha estado reflexionando sobre los dilemas y preguntas planteados en la primera temporada consigue, por fin, llegar a sus propias respuestas. Ahora solo nos falta rezar por una tercera (y última) temporada.
Mob Psycho 100 puede verse en Crunchyroll, [aquí].
Ivrea publica el manga de Mob Psycho 100, cuyo último tomo salió este año.
Ultra Fight Da! Kyanta 2, de haramaself
Con sus gráficos de Microsoft Paint, sus efectos de sonido caseros y su diseño de personajes que incluye hallazgos como la niña seta y el detective cocodrilo, Ultra Fight Da! Kyanta 2 es un monumento al amateurismo. Y sólo por ese fanzinerismo se le podría meter entre lo más interesante del año. Pero detrás de este agujero negro de memes está el juegos de lucha más interesante en años. Accesible a la vez que desconcertante, reinterpretando personajes y mecánicas clásicas y trayendo ideas propias. Así que cantad conmigo «yo c’mon. Kyanta, Gyanta, Buttobi Spike Hisomi Garasha Anna…».
Este GOTY indiscutible se puede conseguir gratis total desde [su página de Steam.]
La historia nos sigue pasando por encima, de Todos Nosotros
Si hay un símbolo de esta segunda mitad de la década es el círculo rojo del «Breaking News». Y este año desde luego no hemos tenido mes para aburrirnos. Elecciones aquí y allá, y luego elecciones otra vez, Brexit, gobiernos chungos brotando como setas, el cambio climático llamando a la puerta diciendo que qué hay de lo suyo… qué puedo contar a estas alturas. Pero también este año hemos visto respuestas a este rodillo de Actualidad que van más allá del «haber si me muero». Con las movilizaciones sobre el cambio climático mostrando que a lo mejor, quizá, podemos salir de debajo de la piedra a partir de 2020.
Puedes experimentar la Historia simplemente existiendo. Pero con precaución, porque demasiada Historia puede matarte.
Julio Tovar
El Joven Ahmed
Las últimas décadas han hecho a los hermanos Dardenne los mejores cineastas sociales de Europa. El radicalismo musulmán, en la picota en Bélgica desde los hechos de 2016, sirve para narrar la historia de Ahmed: éste es un adolescente que vive en la zona valona donde es atenazado entre dos influencias. Una de ellas es un imán radical y la otra su joven profesora de origen musulmán y práctica laica. Estos dos vectores, unidos a una familia relativamente desestructurada, forzarán un drama vital que articula narrativamente un filme desnudo; frío y terrible. Se ha criticado esta película, premiada a la mejor dirección en Cannes, por su visión nihilista, sin apenas motivos socioeconómicos. Esto es más bien errar la diana, ya que la historia es más bien un filme adolescente que se disfraza bajo película sobre el fenómeno del yihadismo. Los Dardenne han hecho una triste y conmovedora, aún fría, criptohistoria romántica que por la edad de los protagonistas no deja de ser un Werther posmoderno. Notable filme y que consolida una carrera tan admirable como copiada: es incontable la pátina de cineastas europeos que han pretendido imitar el estilo de los Dardenne… sin su éxito y finura.
Serotonina
Es cierto, esta novela es Houellebecq a medio gas: toda la historia de la chica japonesa es delirante, las escenas sexuales son de una torpeza ridícula y la paranoia del protagonista es definitivamente cipotuda. Incluso, avanzado el texto, la historia del pedófilo parece salida de lo más inverosímil y ridículo de ese magma incel llamado 4chan. Ay, pero luego aparece el personaje maravilloso, el aristócrata arruinado por la agricultura (¡Bradomín!), y Houellebecq hace unas de las mejores y más agudas novelas sociales de los últimos años. Resulta no poco fascinante que una mini-novela pueda salvar una obra en conjunto, con tan escasas páginas. Pero es mérito del francés, ya que nadie, nadie, ha descrito con tanta precisión, con tanta tristeza, esa crisis entre lo local y lo global sin apenas moralina. No, el aristócrata no tendrá redención en su descenso a los abismos: «No me arruinan las mujeres, sino que me arruina la agricultura», que decía el clásico. Muy poco apta para millennial sensibles como hemos visto, solo por esas páginas se convierte en uno de los libros del año.
Fire Emblem: Three Houses
A esta franquicia de Nintendo desarrollada por Intelligent Systems le faltaba todavía un «gran» juego en alguna consola doméstica. Centrada en máquinas portátiles, tanto los juegos de GameCube como Wii se veían como apaños menores ante los títulos de GBA y Nintendo DS; nervio principal de la saga además de sustento económico. Todo ha cambiado con esta colaboración entre Intelligent y KOEI Tecmo que incorpora una «visual novel», casi en complejidad una aventura gráfica, a varios combates brillantes, algunos de ellos de una complejidad memorable (el duelo contra los jefes finales). Más aún, es probablemente uno de los pocos Fire Emblem con cierta evolución dramática, dentro de la trama juvenil, que permite sentir la pérdida, el dolor, de unos viejos amigos de secundaria que acaban enfrentándose en el campo de batalla. Lo que podría ser la novela del XIX tipo unida a un excelente simulador estratégico y un notable diseño de producción. Excelente título, un tanto olvidado, y que pasará a la historia como uno de los mejores juegos de la Nintendo Switch.
Miguel Vallés
Que el humor no os impida ver el bosque
No pongo en duda que por encima de mi hayan aparecido mencionados de mano de gente mil veces más capaz que yo juegos de la talla de Death Stranding o Disco Elysium, así que yo querría hablar de una joyita malagueña: Reventure, que bajo la premisa de reírse de los tópicos de la fantasía y encontrar cien finales distintos (¡cien chistes!), demuestra ser un portento del diseño de puzles y del uso del espacio de juego. Conseguir llegar al divertidísimo final verdadero nos hará planificar rutas, pensar en cómo conseguiremos los objetos necesarios para cumplir nuestro objetivo y usar mucho nuestro cerebro; porque Reventure no olvida que para reírse de lo lindo también hay que pensar.
Caminando en compañía
¿Ha ayudado a la hora de poner A Short Hike en la lista el hecho de que mi pueblo esté perdido en las montañas a 1078 metros sobre el nivel del mar? Bueno, sí, bastante. Últimamente aprecio más de lo normal los juegos pequeñitos y artesanales, supongo que por sentirme identificado al hacer un proyecto para ti sin medios millonarios, y noto que este jueguín de Adam Robinson-Yu es algo muy personal; con un escenario de encantadora estética (rompamos una lanza por ese 3D ya retro de la Nintendo DS) para pasear, explorar y relajarse; es un juego del que se notan las vivencias y recuerdos del autor, que me ha llegado especialmente por mi infancia en la montaña, y que les llegará a otras personas por otros motivos, un juego con alma.
Klaus
¡Tenemos tantísima suerte de que Klaus exista…! El cine necesita más películas como ella, aunando lo mejor de la animación clásica tradicional y lo mejor del arte digital contemporáneo nos da diseños de personajes memorables en cada frame; planos y fondos prodigiosos, con un conocimiento de la iluminación y la teoría del color perfectos; y un guión sólido y encantador, de los que te tienen con una sonrisa en la cara y alguna que otra risotada durante toda su duración. Basta ya de películas de CGI clónicas, viva Klaus y feliz navidad a todos, hostia.
Borja Varga
Guerrilla urbana cyberpunk
Una masa de jóvenes bajo un drone de la policía. No los está vigilando pasivamente, sino que aplica un avanzadísimo sistema de reconocimiento facial para, quizá, fastidiarles la vida en el futuro. Los manifestantes sacan punteros láser del bolsillo específico y apuntan al drone todos a la vez, creando una lluvia de haces verdes con suficiente potencia para derribar el robot volador. Cuando cae, lo celebran como cualquier resistencia galáctica que obtiene una pequeña victoria. Por supuesto, multitud de móviles lo capturan en vídeo y lo publican y lo vemos minutos después. No es cyberpunk noventero: es Hong Kong, es Chile. Son cámaras GoPro que nos sitúan en el interior de las cargas policiales con hiperrealistas planos secuencia, found footage de vanguardia. Son chicos de negro, con máscara antigás de fabricación casera, que posan con su arco y carcaj para tratar de ser el personaje más carismático, el que todo jugador querrá elegir. Es 2019.
El final de Juego de tronos
El acontecimiento pop del año no fue Juego de tronos, sino su final. Una fiebre colectiva transversal se apoderó durante semanas de la conversación en cualquier lugar del mundo con acceso a internet. El spoiler era elevado a tabú, en el sentido literal de la palabra, mientras decenas de millones de espectadores se tomaban como algo personal que no sucediera en pantalla exactamente lo que ellos esperaban, eso que habían dicho a quien quisiera escuchar que seguro, seguro, iba a pasar. El acontecimiento pop del año representa como ningún otro lo que han sido los acontecimientos pop de la década: muy poco después de haber terminado ya nadie, nunca, volvió a hablar de Juego de tronos.
Las listas de la década
Lo que terminará un día cristalizando como canon se gesta hoy, en buena medida, en las listas de lo mejor de la década. Los tops anuales sufren del influjo del hype y de la falta de distancia, pero diez años ya dan perspectiva para catalogar las producciones culturales con algo de criterio. Por supuesto, estas selecciones también siguen modas y se copian entre sí, pero es de lo más interesante comprobar cómo aguantan los años ciertas películas o libros, cómo empieza a descubrirse cuáles ganan con el tiempo mientras aquello que no hace tanto parecía una obra maestra incontestable comienza a caer en el olvido.
Alberto Venegas Ramos
Blasphemous, de The Game Kitchen (2019)
El título del estudio sevillano ha tenido la fortuna de buscar sus referentes para crear su propuesta en el contexto que le rodea. Ha roto la homogeneización de la producción independiente patria y su construcción por y para el mercado estadounidense. Revestido de pasos de Semana Santa, nazarenos, Barroco, sangre y pasión el personaje protagonista atraviesa las pesadillas de José de Ribera. Éste elemento, al margen de cómo utiliza y sobre todo para que utiliza esos referentes, convierten a Blasphemous en una referencia de la que, muy probablemente y dada su rentabilidad, veremos reproducciones muy semejantes tomando su relación con nuestra tradición estética como núcleo. La obra de The Game Kitchen está llamada a convertirse en una mediación maestra entre nuestra memoria estética y el videojuego.
The Deuce, deDavid Simon, George Pelecanos y Richard Price (HBO, 2017 – 2019)
The Deuce parte de una premisa que con el paso de los episodios se muestra falsa: narrar el origen y el desarrollo de la industria pornográfica en Estados Unidos. Se muestra falsa porque deja de ser relevante ya en el primer episodio para pasar a otros asuntos. The Deuce es un fresco que ocupa una iglesia entera. Cada episodio, cada personaje y cada temporada guía al espectador por una capilla diferente. Éstas se unen y se desunen, se acercan y se alejan. La intención de Simon, Pelecanos y Price es mostrar aquello que tan bien saben mostrar: la miseria humana y las flores que pisan los carros del progreso. Los tres guionistas sitúan a las víctimas del desarrollismo en el primer plano. Los despojos, los daños colaterales de la riqueza, son sus protagonistas. Las víctimas de la prostitución y de la pornografía, el tráfico y la esclavitud de mujeres. Aquellos que, víctimas del urbanismo, se quedan sin hogar y tienen que alejarse de sus hogares por la presión del alquiler y las bolas de demolición. Los afectados por el SIDA y la droga. No hay romanticismo, no hay idealismo, el Nueva York de Simon, Price y Pelecanos es crudo porque así lo desean, porque desean mostrar que la «gentrificación» de las ciudades tiene un coste al que hay que mirar a los ojos. Y si, por el camino, mientras narran todo esto, también hablan de la pornografía y de cómo ésta se adueñó de la cultura estadounidense y como consecuencia pasó a formar parte integral de nuestra cultura globalizada.
Melancolía de izquierda: Después de las utopías, de Enzo Traverso (Galaxia Gutenberg, 2019)
¿Para qué sirve recordar? ¿Cuál es la función de la memoria? Ésta ha sido la principal tarea investigadora de filósofos como Reyes Mate. Éste acude a Benjamin y Adorno para elaborar la idea de razón reparadora. La memoria, de acuerdo a esta idea, debe reparar el pasado truncado y cuestionar el presente para encarar un futuro justo basado en el imperativo categórico acuñado por Adorno: pensar y actuar para que Auschwitz no se repita. Sin embargo existen otras aproximaciones a la función de la memoria y es la enarbolada por Traverso en este libro. Para él, siguiendo una misma, aunque diferente, línea marxista, la memoria debe servir de munición para el futuro, debe ser un «amontonamiento» de experiencias que ofrezca munición al ciudadano para cuestionar el presente con el objetivo no de repararlo sino de transformarlo por completo. Traverso trata, en esta obra, de integrar el concepto de memoria en la tradición marxista contemporánea y emplear el concepto para ayudar a transformar la realidad. Este tema, dentro de las corrientes marxistas, es crucial dada las cadenas y el peso que han impuesto las experiencias políticas izquierdistas del siglo XX en el siglo XXI. Lo que ofrece aquí Traverso es una guía para pensar las experiencias revolucionarias pasadas y convertirlas en munición para las presentes y las futuras. Sin duda un ejercicio intelectual de primer orden.
Gerardo Vilches
Exposición «Osamu Tezuka, el dios del manga» en el MNAC
Aproveché un viaje relámpago a Barcelona en el mes de diciembre para visitar el Museo Nacional de Arte de Catalunya o, más concretamente, esta exposición dedicada al mangaka más importante de la historia, que tiene su origen en la muestra que albergó el festival de la BD de Angoulême. Lo hice sin apenas referencias visuales, pero con una oleada de amigos que me aseguraban que era algo que no podía dejarse pasar. Y se quedaban cortos. La amplia exposición tiene un montaje pensado con cierta gracia, pero, en realidad, habría dado igual que hubieran situado en fila los originales sobre una pared de cal blanca, porque la increíble fuerza de estos habría podido hasta con el comisariado más burdo. La experiencia de situarse enfrente de esta colección de páginas elaboradas por Tezuka es abrumadora por momentos, no solo porque haya ejemplos de prácticamente todas sus obras, ni porque haya una buena colección de las consideradas icónicas dentro de su trayectoria, sino por la oportunidad de sumergirnos en su proceso creativo. El trazo de Tezuka sobre el papel, el sorprendentemente pequeño tamaño de los originales, las correcciones, todos los aspectos técnicos de la pura artesanía de dibujar cómics, se despliega ante nuestros ojos en una experiencia inmersiva que permite asumir la talla gigante de quien es uno de los autores de cómic más grandes de todos los tiempos.
Ventiladores Clyde, de Seth
Ha habido muchos cómics importantes y excelentes publicados este año, tanto novedades como recuperaciones de clásicos. Algunos, quizás, mejores que el que he escogido. Pero se supone que esta es una lista subjetiva y personal, y pocos cómics de los publicados en 2019, por no decir ninguno, significa tanto para mí como Ventiladores Clyde, del canadiense Seth. Tras unos veinte años de elaboración intermitente, el autor ha concluido su obra más extensa, la historia de dos hermanos y una pequeña empresa de ventiladores, que le sirve como pretexto para profundizar en el pasado, la memoria y nuestra relación con la nostalgia. El cómic sirve también para constatar la evolución del estilo de Seth, que refleja todos los cambios que han sucedido en el medio durante en el siglo XXI. Se da la circunstancia de que yo entré en contacto con la obra de este dibujante cuando estaba empezando a serializar la historia en su revista (luego serie de libros) Palooka-Ville. Durante veinte años, más de la mitad de mi vida, he ido leyendo algunos capítulos, y el primer libro publicado por Sins Entido en 2003. Verlo concluido al fin, y hacerlo, además, con la visita de Seth a España para promocionar el lanzamiento, ha sido una gran alegría.
Cristal Oscuro: la era de la resistencia
Presupongo que varios de mis compañeros/as en esta lista se acordarán de la serie televisiva de Watchmen, y con buenos motivos para ello, porque es excelente. Pero a mí me gustaría recuperar la miniserie que regresó al universo del largometraje dirigido por Jim Henson en 1982. Jim Henson es seguramente el único ídolo verdadero que tengo en esta vida: un ser de luz, un auténtico genio en su campo, con una imaginación creativa y técnica desbordante, cuyo legado es, sin duda, uno de los más importantes de la cultura del siglo XX. Tanto Sesame Street como The Muppet Show continuaron tras su prematura muerte, como fue, de hecho, su deseo, y es innegable que sus creaciones se han convertido en una suculenta franquicia que alimenta la monstruosa maquinaria de la industria del entretenimiento disneyana. Por eso, cuando The Jim Henson Company y Netflix anunciaron el lanzamiento de Cristal Oscuro: la era de la resistencia, no esperé gran cosa. Hasta que vi los primeros trailers, y comprobé que iba a ser una genuina historia con marionetas y escenarios construidos físicamente, con algún aderezo de CGI. Una vez vista la serie, se trata de una más que decente y bien armada historia canónica de fantasía, que conserva intacta la sensación de maravilla de la original gracias al poder de las marionetas y de la artesanía. El esfuerzo y el talento de un equipo inmenso para recrear algo que hoy, cualquier otro estudio, habría hecho con ordenadores sin darle más vueltas, es un acto romántico que, además, demuestra ser completamente válido y actual, pues hay espacio aún para ello. Solo por la mágica escena de las marionetas manejando marionetas y representado una obra de teatro ya merece ser recordada.
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