Etiqueta: basura

  • Koan 101. Curso acelerado de satori para jóvenes caníbales

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    Resolver el si­guien­te acer­ti­jo des­ve­la­rá el ho­rri­ble se­cre­to ocul­to del uni­ver­so, siem­pre y cuan­do no te vuel­vas lo­co en el intento:

    Digamos que tie­nes un ha­cha, ba­ra­ta, de la fe­rre­te­ría. Un gla­cial día de in­vierno la usas pa­ra de­ca­pi­tar a un hom­bre: aho­ra tie­nes un ha­cha ro­ta. Así que vas a la fe­rre­te­ría y ex­pli­cas que las man­chas ro­jas del man­go ro­to son sal­sa de bar­ba­coa. En la si­guien­te pri­ma­ve­ra co­ges tu leal ha­cha y tro­ceas en pe­da­ci­tos la co­sa que se ha me­ti­do en tu co­ci­na pe­ro, en el úl­ti­mo gol­pe, se rom­pe. Naturalmente, la ca­be­za de­te­rio­ra­da pre­ci­sa re­pa­ra­ción en la fe­rre­te­ría. Pero en cuan­to vuel­ves a ca­sa con tu ha­cha, te to­pas con el cuer­po re­ani­ma­do del ti­po que de­ca­pi­tas­te un año atrás; aho­ra tie­ne una nue­va ca­be­za su­je­ta a su cuer­po con alam­bre de es­pi­nos. — ¡Esa es el ha­cha que me mató!

    ¿Tiene ra­zón?Esta es una adap­ta­ción li­bre del pri­mer mi­nu­to y me­dio de John Dies at the End, pe­lí­cu­la di­ri­gi­da por Don Coscarelli, el cual pue­de ver­se tal que aquí http://www.youtube.com/watch?v=9rQC7XC79w4

    Suponiendo que el ha­cha es un ob­je­to fí­si­co cu­ya exis­ten­cia va más allá de lo ma­té­ri­co, el acé­fa­lo re­con­ver­ti­do ten­dría ra­zón: no im­por­ta cuan­tas ve­ces cam­bies las pie­zas de un ha­cha, pues si­gue sien­do la mis­ma ha­cha que usas­te. El ob­je­to se car­ga de sig­ni­fi­ca­do a par­tir del uso que tie­ne en el mun­do. La sus­ti­tu­ción de di­fe­ren­tes pie­zas den­tro de una ló­gi­ca co­mún, co­mo el Argo que vol­vió sin nin­gu­na pie­za ori­gi­nal con las cua­les par­tió, no ha­ce que el ob­je­to sea di­fe­ren­te de su pe­rio­do ini­cial: in­clu­so ha­bien­do cam­bia­do to­das sus par­tes, el ha­cha si­gue sien­do la mis­ma en tan­to se ha tras­to­ca­do su ma­te­ria­li­dad, pe­ro no se ha cam­bia­do ni su for­ma ni la ex­pe­rien­cia ad­qui­ri­da en és­ta. Sigue sien­do la mis­ma por­que man­tie­ne aque­llo por lo cual se da en la ex­pe­rien­cia in­me­dia­ta del ase­si­na­to co­me­ti­do con ella.

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  • la belleza es la hermana gemela de la fealdad

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    Lo ex­tra­or­di­na­rio no exis­te. O, si qui­sié­ra­mos ser más cer­te­ros, po­dría­mos de­cir que to­do aque­llo que es ex­tra­or­di­na­rio en la vi­da es me­dia­do por la en­can­ta­do­ra fu­ti­li­dad de la co­ti­dia­ni­dad. Todo aque­llo que es ma­ra­vi­llo­so, que pa­re­ce que flu­ya fue­ra de la cons­tan­te de la nor­ma­li­dad, só­lo es tal en tan­to se en­cuen­tra en con­tra­po­si­ción con lo que es exac­ta­men­te co­ti­diano; con aque­llo siem­pre gris. Y de ahí sal­dría ese má­gi­co vi­deo­clip y can­ción que es Beautiful Waste de The Triffids.

    Anidando en­tre cán­di­dos ca­rri­llo­nes que apor­tan el la­do más ino­cen­te de la can­ción se su­mer­gen en una can­ción de or­ques­ta­ción pop pa­ra al­can­zar ese pun­to ideal en­tre la be­lle­za mis­ma y el sa­ber­se pro­du­ci­do. Como in­tu­yén­do­se par­te del ca­pi­ta­lis­mos sen­ti­men­tal ha­cen que la can­ción sue­ne ac­ce­si­ble, sen­ci­lla, pe­ro siem­pre es­con­dien­do ese se­gun­do plano me­lan­có­li­co pe­ro in­clu­so más be­llo que el pri­me­ro. Lejos de ven­der­nos las apa­rien­cias, al­go tan pro­pio del pop, se mo­les­tan en crear una in­trin­ca­da com­po­si­ción de arre­glos pre­cio­sis­tas; aun­que su in­ges­ta sea fá­cil y có­mo­da es mu­cho más com­ple­ja en su gé­ne­sis de lo que sue­na. Como un en­can­ta­dor mun­do de in­fi­ni­tos sa­bo­res que se ha de­se­cha­do en pos de la pro­duc­ción ex­clu­si­va de go­mi­no­las el pa­la­dar in­quie­to des­cu­bre que, de­ba­jo de la uni­for­mi­dad cro­má­ti­ca de es­tas, es­con­den den­tro de sí una ga­ma asom­bro­sa de pla­ce­res. Así, ca­si sin que­rer­lo, di­na­mi­tan el prin­ci­pio bá­si­co de la pro­duc­ción es­pec­ta­cu­lar: el nun­ca sa­tis­fa­cer los de­seos pro­me­ti­dos al con­su­mi­dor fi­nal del producto.

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