¿Es posible hacer algo así como una poética de la política? La pregunta no es baladí, porque eso podría ayudarnos a comprender cómo se expresa la ideología. Las contradicciones propias de determinados actos discursivos, aquellas que se atienen a principios básicos cuya aplicación práctica se da siempre en una interpretación abstracta, son difíciles de detectar; la diferencia existente entre palabra y acto, su distancia inviolable, puede dificultad la comprensión de las posibles contradicciones, o ausencia de ellas, en una ideología dada. Es más eficiente juzgar los textos desde los textos. O lo que es lo mismo, carece de sentido interpretar ninguna presunción política en su sentido literal o en sus consecuencias fácticas; todo texto oculta siempre un subtexto, lo que en realidad quiere decir en el fondo. No debe extrañarnos pues que conocer el pensamiento de un político pase necesariamente por diseccionar sus textos como si fueran literarios, no teóricos. Incluso cuando no siempre nos encontramos con exactamente lo que ellos o sus exegetas han pretendido vendernos como su pensamiento.
La poesía de Mao tiene estructura clásica, sin detalles de vanguardia o la introducción de un marcado estilo propio —lo cual no sólo demuestra querencia por la cultura clásica, sino también desprecio por las formas modernas — , que permite seguir sin demasiadas dificultades lo que intenta transmitirnos. La temática no podría ser más clara: el proletariado como entidad absoluta contra la tiranía histórica de la burguesía. A partir de ahí puede llevar a cabo su programa. Según él la belleza artística del discurso debe sublimarse a su adecuación política, por eso elegimos un poema bélico de carácter triunfal, De Tingzhou a Changsha, para diseccionar su pensamiento.