Un manifiesto hacker, de McKenzie Wark
La defensa del socialismo en el siglo XXI, después de los numerosos fracasos obvios del comunismo ‑desde su colapso definitivo hasta sus masacres, pasando por entre medio en su completa indiferenciación del capitalismo‑, se ha convertido en un absurdo prácticamente incomprensible por lo anacrónico de todas sus propuestas teóricas; el marxismo está moribundo por los achaques lógicos de la edad. Es por eso que se hace casi obligatorio para nosotros, si queremos defender un discurso coherente con nuestra época, una nueva forma de lidiar con las más problemáticas formas del marxismo: es imposible hoy pensar una lucha de clases que no redunde en la imposibilidad de concienciar a las clases en sí, las clases que defiende Marx de su existencia, de la conveniencia de la lucha. Es imposible hacerle comprender hoy al obrero medio que no sólo no es parte de la clase media, sino que está lejos de ser siquiera parte de alguna clase de canon económico soberano al respecto de su propio poder — aun cuando decidimos el qué y el cómo consumir, incluso quienes nos representan, estamos lejos de estar emancipados y, por extensión, de haber superado la lucha de clases.
Para hacer comprender que esta lucha sigue vigente de un modo radical y no como un vestigio alucinado de fósiles de pensamiento incapaces de ajustarse a la realidad presente haría falta no sólo dar una teoría consciente de la evolución histórica hasta el presente, sino también de los cambios intelectivos acontecidos hasta el momento. En éste sentido podríamos entender que éste texto de McKenzie Wark funciona en dos ámbitos fundamentales de la creación ‑o incluso, para ser más exactos, actualización- del pensamiento en su forma teórica más abstracta pero con un valor incalculable por su función en la realidad en sí: la (re)contextualización histórica de las diferencias sociales que surgen en la sociedad en un determinado contexto socioeconómico (el capitalismo vectorialista, según la terminología de Wark) y la formulación de nuevos conceptos a través de los cuales dirimir ese nuevo paradigma.
En un sentido histórico lo que hace Wark es actualizar la perspectiva marxista compuesta en El manifiesto comunista, pero no sólo en él ya que aludirá al marxismo en general, para construir lo que podría ser una refundación de la teoría socialista en el mundo. Para ello parte de la re-apropiación de los textos de filósofos marxistas anteriores a él, con una especial predilección por Deleuze y Guattari además de por todo el círculo acéfalo de Bataille; su refundación de la idea del socialismo ya es, de entrada, algo diferente de la refundación del comunismo ‑pues, en último término, no pretende componer una comunidad (lo cual es imposible con sus referentes elegidos) sino que pretende componer nuevas formas comunitaristas a través de una nueva perspectiva de las clases sociales. A partir de estos irá desgranando diferentes conceptos a través de los cuales llega a una conclusión común que atraviesa todo el libro, que es la deslocalización de los recursos a través de la forma base de la información. Así la lucha que nos propone Wark ya no es una lucha por las formas de producción, una lucha ya obsoleta, sino que nos propone que de hecho el hacker como entidad que manipula la información ‑y, por tanto, tan hacker es el filósofo, el artista o el científico como el informático (si es que no más)- es la nueva fuerza revolucionaria que debe unirse en conjunto con el obrero y el agricultor para la conformación de una nueva comunidad.
Para conseguir esto funda una serie de términos ya originarios pero los vacía de su significado a posteriori que impregnó en ellos la sociedad para dejarlos en una articulación a contextualizar de nuevo: el hacker como fuerza intelectiva de liberación de recursos, el vector como motor nómada de la información (o máquina de guerra estatal) y la abstracción como principio de naturaleza hipercaótica son algunos de los conceptos que se nos lanzan para que dominemos con fruición para poder representar una realidad infinitamente más compleja que la acontecida hasta el momento. ¿Y acaso no son todos sus conceptos alusiones mas o menos directas hacia la informática, hacia la desmaterialización de la información? Efectivamente, porque para Wark la lucha actualmente se da única y exclusivamente en la posesión de la información: quien posee la información, posee el poder; si todos poseemos la información, todos poseemos el poder. A partir de aquí se erige un discurso fragmentario, hecho con los trazos de los pensamientos de otros, a través del cual articular un discurso unificado en el cual se puede crear una linea de fuga que pueda devenir en su propia perversión de las formas comunitarias, que no necesariamente estatales, de producción. De información, sí, pero por extensión también de producción obrera y agrícola.
En éste sentido el libro funciona más como esbozo, como disparadero de infinitas ideas inexploradas ‑o, para ser más exactos, aun por explorar‑, que como de hecho una obra monolítica a la cual acudir como santa Biblia de lo real. Y eso está bien. Su crítica hacia el capital es siempre tibia, basada más en una optimización más realista de todos sus recursos que en una destrucción de su sistema, porque de hecho ya da por hecho que hoy por hoy la única manera de componer un nuevo contexto sistémico, trascender el capitalismo, es refundar el capital. Aunque el discurso nunca deja de eludir a un ámbito claramente socialista, a la izquierda del pensamiento político, nunca cae en el maniqueísmo propio del marxismo ortodoxo donde la única posibilidad es la completa destrucción del capital; para Wark la refundación del capitalismo es un acto necesario por la propia lógica de la dinámica comunitaria del presente donde la revolución ya es imposible, lo cual se intuye desde sus propios referentes.
¿Es entonces Un manifiesto hacker un libro teórico? No, es un manual de combate en la misma medida que podría serlo Mil Mesetas ‑siempre guardando las distancias de la humildad y sencillez pretendida del primero con lo nomádico y exploratorio del segundo. Con manual de combate referimos tanto a que tiene un claro cariz guía de como actuar para aquellos que quieran hacer devenir una forma más justa de comunidad al mundo como el hecho de que tiene una base intelectual lo suficientemente abierta como para poder ser fácilmente explorada en otros ámbitos; lo prodigioso del texto no es su propia clarividencia, que no lo es tanto cuando nos narra en lo que estamos ya sumergidos, sino precisamente en su capacidad para llevar más allá las necesidades de nuestro tiempo. Sólo a partir de esto podríamos entender la necesidad imperiosa de éste breve manifiesto que no es tal, de este tratado sobre la lucha de clases que se disfraza de apología llana cuando no lo es. Todos somos hackers en la medida que todos creamos y distribuimos información, quizás ya va siendo hora de comprender que esa lucha por la libre circulación de la información es siempre y último término no sólo una lucha por nuestro entretenimiento, sino una lucha política por nuestra emancipación.
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