Generalmente los actos más salvajes y repulsivos acaban teniendo las connotaciones más moralmente inofensivas o, incluso, un discurso dominante implícito que prácticamente roza el fascismo. Aunque en el segundo caso nos ocuparía hablar del último single de Lady Gaga, cosa que no haremos al menos en este momento, en el primer caso nos encontraríamos la última sensación catártica: A Serbian Film.
A nadie se le escapa ya a estas alturas cual es la problemática detrás de la dichosa película serbia, fue censurada e impedido su proyección de modo público debido al uso de escenas de violencia física y sexual contra menores. La cosa va a más cuando los medios de comunicación se hicieron eco de ello con una ignorancia inadmisible: llegando incluso a la admisión de no haber visto ‑ni tener intención alguna de hacerlo- la película. A los medios se les presupone, por desgracia, su capacidad desinformativa pero el último de los pasos, y el que instiga esta entrada, es la denuncia de la fiscalía de Barcelona contra Ángel Sala, director del festival de Sitges, por exhibir esta película. Antes de su prohibición y acusándole de proyectar pornografía infantil. Ante un tema tan delicado, será importante ir por partes para abordarlo en su absurda totalidad.