Cuando todo va mal, cuando uno se siente un paria incluso dentro de su propio círculo de amistades, si es que existe, las fuerzas comienzan a desfallecer y las ideas suicidas nublan la razón. En ese justo instante hay algo que conduce tus actos hacia un final quizás tan irremediable como deseado. Y de esto nos habla My Neighbor Satan de los imprescindibles Boris.
En un tono pausado, incluso apesumbrado, se va desarrollando una sencilla linea de batería que acompaña el muro de ruido blanco originado por la guitarra que da forma al continuado punteo del bajo. Esto se repite una y otra y otra vez hasta un cierto estallido hacia el final tras el cual, se vuelve a la ortodoxia contemplativa para, finalmente, deshacerse en un ejercicio de estilo de puro y malévolo stoner. Toda la canción lleva el ritmo del suicida protagonista de la letra. El está allí, contemplativo y dubitativo de que hacer, la música le penetra en el pecho como la hoja del cuchillo que utilizará mientras se pregunta que le ha hecho a la humanidad entera para ser así despreciado. El desprecio de las personas nos puede llevar a las más inefables de las decisiones. Cuando nos sentimos absolutamente solos, cuando no nos queda nadie que se digne a escucharnos, a cogernos de la mano, solo nos queda arrastrarnos como gusanos por la senda de la oscuridad.