Paprika, de Satoshi Kon
Aunque se suela considerar los sueños como una puerta de entrada más profunda hacia los recovecos del ser la realidad es que los sueños, en su mayor parte, son inconexas concatenaciones de fragmentos de memoria, ideas y pedazos de imaginación que flotan sin un sentido claro en nuestro inconsciente. Es por ello que aunque pudiéramos hacer una recapitulación profunda de nuestros sueños sería dudoso que fuéramos capaces de sacar algo en claro de ellos: el caos onírico que contienen haría que el proceso de discriminación de lo intrascendente de lo útil fuera excesivo para merecer la pena en la mayor parte de los casos. Aunque sí es cierto que hay memoria a largo plazo que no está latente de forma consciente y que de hecho también hay recuerdos reprimidos por uno mismo pretender extraer estos de los sueños sería como intentar encontrar un grano de maíz en una montaña de mierda: un hecho absurdo. Pero no por absurdo algo deja de ser fascinante y, por ello, todo onironauta parte con la ventaja de ser un pionero del absurdo que podría erigirse como triunfo.
Quizás por esa imposibilidad de sacar algo en claro de los sueños el gran maestro Satoshi Kon se vio seducido por la novela de Yasutaka Tsutsui hasta el punto de adaptarla al anime, tenía fe en la posibilidad de sacar en claro algo de ese viaje doblemente onírico. Es por ello que Paprika no funciona sólo como reflexión de los sueños sino que añade una dimensión lógica ulterior: el paralelismo entre los sueños y el cine como dos medios próximos con dos mecánicas diferentes. Si en los sueños hay una narración desordenada basada en un cut-up aleatorio donde vale absolutamente todo aun cuando no guarde una estricta coherencia entre sí el cine sería el medio a través del cual se selecciona y monta una versión lógica con los elementos que se relacionan de un modo estable entre sí; Kon digiere el tratamiento de los sueños como una forma de hacer inteligible el arte: es netamente indistinguible hacer cine de poner orden en los sueños. Es por ello que aquí el psiquiatra que analiza el subconsciente y el crítico que analiza una película son, en último término, entidades paralelas que rastrean su objetivo (una realidad ulterior más allá del marisma narrativo-secuencial) a través del orden secuencial que les presenta una reconstrucción a posteriori de la mente del paciente/autor.