La paradoja común en la concepción humana del tiempo es que éste se define en un ciclo continuo a través del cual hay un antes y un después perfectamente ordenado en una linea continua. El problema se da cuando nuestra noción de tiempo se desbarata pues, ¿qué ocurriría si nuestra noción de tiempo sufriera de solapamientos donde lo anterior pueda ocurrir después, y viceversa, en el tiempo; si el tiempo en vez de ser un continuo constante fuera un laberinto de posibilidades? Entonces nos encontraríamos en medio de Donnie Darko de Richard Kelly.
Donnie Darko es un adolescente bajo tratamiento psiquiátrico que una noche sufre una extraña pesadilla en la cual un conejo antropomórfico gigante llamado Frank profetiza el fin del mundo. Al despertar descubre que está en mitad de un campo de golf y que sobre su habitación cayó la turbina de un avión, salvando así su vida gracias al sonambulismo; gracias a Frank. El resto de la película es un intento por deconstruír lo ocurrido mientras toda la vida de los Darko y sus allegados se va desmoronando de un modo tan trágico como inexorable. De éste modo el argumento se va sosteniendo a través de dos hechos perentorios: la enfermedad mental y los viajes en el tiempo. Como elemento divergente, con una comprensión más allá de la lógica común, Donnie Darko es sistemáticamente instado a aplacar su carácter divergente pretendiendo ser reconducido no hacia lo que es sino lo que debería ser. Él sería la nota discordante que produce que la perfecta armonía del mundo se desmorone al instituirse en flujos deseantes divergentes, lineas de fuga, que desestabilizan el orden de la realidad social.