Aunque tenga mala presenta en nuestro tiempo, no existe nada negativo en la ironía que le venga de forma innata. En tanto herramienta, utensilio del lenguaje que utilizamos para comunicarnos de un modo más efectivo, si la ironía es buena o mala dependerá del uso que hagamos de ella; ninguna herramienta está cargada per se en la totalidad de sus posibles acciones, sino que depende siempre de quién la esgrime. La ironía puede ser tanto un arma de liberación como de opresión. Por ello carece de sentido condenar la ironía de pleno, como si fuera un acto pernicioso por sí mismo, cuando puede ser también una herramienta efectiva para la emancipación de los oprimidos.
En Gainax siempre han hecho buen uso de la ironía. Además de saber reírse de su tendencia a los «finales Gainax» —caóticos finales abiertos con poca o ninguna explicación, dejando todo a la interpretación del espectador — , cuando han mirado hacia su interior-exterior, hacia el mundo otaku, no han tenido ningún problema en relativizar su importancia del mismo modo. En Otaku no Video hacen una parodia de lo que suponía ser otaku en los años 80’s, parodiando al mismo tiempo a los propios fundadores del estudio. Por el camino, como no podía ser de otro modo, ponen el foco en todos los prejuicios que la sociedad de la época tenía por cualquiera interesado por la animación, el manga o los videojuegos; el ejemplo más claro es el propio motor de la película: mientras el protagonista es aficionado al tenis nos lo presentan como un chico popular e interesante, pero cuando se aficiona al anime es automáticamente excluido por su entorno a pesar de ser la misma persona. Ironía, entonces, incluso desde su plano narrativo.