Manhunt 2, de Rockstar
El principal problema de cualquier reflexión ética es que toda forma de actuar sobre el papel parte de las cábalas de como sería necesario que se comportara la gente, no como de hecho se comporta la gente. Esto podríamos extenderlo hasta un análisis particular de los individuos y sus circunstancias -¿bajo que circunstancias comportarse moralmente bien está bien? O, como en el caso que proponía Kant, ¿es moralmente aceptable mentir a un asesino para que no pueda encontrar a su futura víctima?- en tanto toda moral se define a través de su imposibilidad de ser originado más allá de su generalidad. Los problemas morales siempre se esgrimen en la teoría, en lo que podemos conocer de un modo lógico, pero el problema es que los problemas morales están circunscritos en una serie infinitas de what if… en los cuales podríamos enumerar de forma infinita particularidades en los cuales actos morales que son irreprochables podrían ser contraproducentes; si alguien intenta asesinarme sin motivo alguno, ¿es justo que yo le mate en legítima defensa?¿Y que lo hiera? Y si puedo herirlo, ¿hasta que punto? Toda problemática moral parte de su singularidad y, por ello, es necesario que toda ética sea lo suficientemente flexible como para que cada individuo particular pueda flexibilizarlo según su situación.
Esto es algo que han comprendido siempre de una forma particularmente notoria en Rockstar, todos sus juegos nos sumergen en problemáticas éticas que podemos resolver de dos modos radicalmente diferentes según nuestro propio criterio de lo que es más debido; sus juegos nos ponen en situaciones tensas, en ocasiones simplemente maniqueas, para que tomemos una decisión que sabemos que no podemos tomar de forma razonable: estas decisiones no nos dicen nada del juego sino que, más bien al contrario, nos dicen cosas al respecto de nuestro propio sentido moral; toda decisión que asumamos en un videojuego de Rockstar está siempre mediada, calculada, para que hagamos no lo que haría nuestro personaje sino lo que haríamos nosotros. Es por ello que podemos asumir sus juegos como estúpidos mata-mata donde hacer la mayor cafrería posible en cada momento, aprovechar las herramientas que nos dan para hacer el animal, pero eso sólo nos dice que nosotros mismos sin las cadenas de la opresión social, sin la culpa de lo absoluto de nuestras acciones en el mundo, nos comportamos de otra manera de la que dictamos moralmente. El bueno no lo es porque sus acciones sean buenas en circunstancias proclives, el moralmente bueno es aquel que se comporta bien cuando las circunstancias le son perniciosas para ello.