Lo inhumano es lo único exclusivamente humano del mismo modo que podríamos entender que lo extraterrestre es lo único que se puede considerar propiamente terrestre. Así somos únicamente en lo que nos es absolutamente abyecto, en la personificación de lo que no somos. Y si el picnic es el paradigma de la relación humana entonces solo un picnic extraterrestre, como el de Iván Ferreiro, será ilustrativo.
No encontramos nada aparentemente nuevo en la música de Ferreiro, ni falta que hace, su peculiar voz sigue canalizando de forma magistral una instrumentación tan sencilla como rotundamente efectiva. Pero donde siempre ha destacado ha sido como letrista y no es una excepción esta ocasión, solo que ahora ha llegado hasta el punto de resultar demasiado incómodo. Como si su maravillosa Fahrenheit 451 fuera una precognición sobre algunos cerdos ignorantes que machacarían el disco. Y es que este Picnic Extraterrestre es un disco que hay que escuchar con todo el cuerpo y que nos pide, incluso exige, que entendamos y reflexionemos sobre que nos está diciendo. Todas las letras se esconden detrás de cierto hastió, de mucho esputo liberado detrás del cual siempre se encuentra una visión tierna y amable de su entorno. Así el disco trabaja como un exorcismo, como un trabajo de psicoánalisis donde purgarse de todas las relaciones falsas, de la mierda que acumulamos en el alma de las relaciones que no nos llevan a nada. Todo el disco transita hacia ese equilibrio, hacia ese picnic extraterrestre, en el cual la visión de las relaciones absolutamente humanas solo se encuentra desde el distanciamiento, desde la pura sinceridad regurgitada sobre el otro. Sin acritud, sin rabia, solo con una exposición clara de lo que siente a través de una preciosa instrumentación y una aun más perfecta actitud lírica; doloroso y certero, como toda introspección.
No me importa que hizo antes Ferreiro para hablar de este disco, esto es un paso más allá, es una introspección externa que nos regala como propia y que resulta propia. En un eterno in crescendo en el cual solo en el cosmos, en un absoluto nada, es posible entender al otro desde nosotros mismos. Y nada más.