Como corderitos que van a ser sacrificados se mueve gran parte de la sociedad, es gracioso como a su vez los perros pastores son, ahora, también corderos solo que crecidos en sus ínfulas. El hype y su pretensión espectacular arrasa con el criterio musical mientras, a su vez, sostiene el difundir la palabra entre las propias victimas de su juego.
¿Qué es el hype? Se pregunta usted, mi atolondrado amigo que no debió entender la mitad de este blog. El hype es, por definición, el meternos por la garganta cualquier modalidad de producto, cultural o no, hasta que nos lo tragamos. El hype es la h(y)perbolación de las características positivas de un producto para así venderlo de un modo más eficiente. Los productos que cabalgan la ola del hype son los más guapos, lo más modernos, los más originales y los mejores de todos los productos posibles. Y no solo lo son, que no tienen porque serlo, tienen que parecerlo. Tú, joven confundido, debes pensar que lo que estás consumiendo es algo único, asombroso y especial que la mano de Dios, alias *inserte aquí el nombre de su empresa fetiche*, tuvo a bien entregarte a ti, oh, mero mortal. ¿Y como llega hasta ti, un, oh, mero mortal, el mensaje divino? A través de los mensajeros del hype, la prensa especializada. Y hoy, vamos a hablar específicamente de la musical, caso extrapolable a (casi) todas las demás.
Para ver esto pongamos un caso hipotético de hype desmesurado y como se va formando en un joven cualquiera. Un tal Mr. Mortem un día entra en su Facebook y ve un banner de un grupo nuevo llamado, hipotéticamente, Hurts, que se anuncian como los nuevos Joy Division. Ignorándolo los primeros trescientos millones de veces el anuncio va viendo cada día más y más información de este grupo. Tímidamente empiezan a darse videoclips en televisión, canciones en la radio y en general, cierta actividad mediática por la que, por curiosidad, se asoma a escucharlos. El grupo es una basura que intenta rescatar las más casposas formas de la new wave ochentera con el peor house à la David Guetta de los 90’s dando lugar a un bochornoso single digno de fiesta playera de niños pijos lobotomizados. Nuestro intrépido joven se pregunta como puede tener tanta repercusión esto, es imposible, e investiga. Detrás del grupo está el Dios, sello discográfico en sus ratos libres, Sony Music Entertainment. Así vemos un caso ejemplar de hype donde se intenta ganar adeptos mediante la saturación pura, ¿pero es suficiente con esto? No, y aquí entra en juego la prensa. Poco después del descubrimiento de nuestro joven, previo a la avalancha masiva de información en el país, la prensa anglosajona los ama. Y días después, la prensa musical del país, con especial pie en la «independiente». Así un grupo que aún no tiene un disco en el mercado llega a un triunfo masivo con un single de mierda y nuestro joven protagonista se suicida en un atentado terrorista contra las oficinas de Sony Inglaterra.
Esta historia ficticia en la cual cualquier parecido con nombres reales de los implicados es mera casualidad nos enseña cristalinamente que es el hype. Alguien con mucho dinero invierte cantidades obscenas de capital para vendernos humo mediante la saturación. No es que queramos escuchar a Hurts, es que necesitamos escuchar a Hurts. Son los más guapos, los más modernos, los más originales y los mejores de todos los grupos posibles. No importa que serían anticuados incluso hace dos décadas. No importa que el cantante parezca un enfermo de SIDA y el teclista un retrasado mental con neurosífilis. No importa que con un casiotone consiguieran un sonido similar incluso los gitanos de la cabra de tu barrio. Lo que importa es que tú, joven mortal, tienes que creer que si son lo que es evidente que no son. Y para eso no vale con que te pongan una y otra vez una canción que consiguió que nuestro insigne amigo imaginario Mortem optará por suicidarse después de escribir sobre el hype en su blog. Hace falta que gente de quien su criterio te fías entre en juego. Y aquí entra la prensa especializada.
No surge de la nada este machaque continuo y el mejor modo para que lo haga es la prensa especializada. Ellos mediante saturación pura de información, por nimia que sea, se encargarán de que se te vaya quedando el nombre del grupo por razones musicales, las menos, o por razones extra-musicales, la mayoría. Y de este modo consiguen lo que quiere el Dios Sony, que estés saturado de oír su nuevo grupo ad náuseam y que, además, también lo estés de leer hasta la más mínima e irrelevante información sobre ellos. Los medios musicales, con su estructura mediatizada y sensacionalista, solo consiguen potenciar y dar alas al hype que desde las salas de marketing mandan las corporaciones. ¿Música?, no, de eso poco se puede leer en la prensa musical. ¿Hype?, continuamente, es lo único que saben producir y, lo peor de todo, lo hacen sin saber que lo están haciendo.
Pero el hype es cruel y mortal, ya que acaba por condenar al ostracismo a los grupos de absoluta mediocridad que se lanzan como adalides de todo lo que debe ser la música cuando demuestran que no es así. O peor aún, cuando intentan moverse aunque sea un ápice de la propuesta que les encumbro en la cresta de la ola del hype. Lo que importa son los eslóganes, que «x son los nuevos y» o que «x es el grupo más original desde y» y lo nuevo, lo fresco, lo que no está creado en el laboratorio, es indeseable. Por eso es fácil caerse cuando demuestras ser una absoluta mediocridad (Hola Bloc Party, parece que Okereke solo tampoco gusta) pero también cuando pretendes hacer algo diferente aunque sea igual de malo y poco original (¿Qué tal Franz Ferdinand?) o peor aun cuando das la espalda a los éxitos de medianía y adquieres un tono personal (Suerte, Iván Ferreiro) El hype es una amante esquiva y cruel que te cambia, te viste y te maquilla para que seas lo que ella quiere que seas para que, si dejas de serlo, darte la patada y dejarte abandonado en tu suerte en mitad del desierto del solipsismo ¿O es que los demás existían (o existen) después del hype?
Los pastores silban, los perros ladran y van corriendo tras el rebaño para llevarlo al matadero. Y ambos, perros y rebaño, son decepcionados para cumplir los designios de sus bien amados pastores. El perro, como el corderito, es propiedad del pastor. Bienvenidos a la vida del hype.
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