Ilustración original de Mikelodigas.
1. Introducción.
Abordar un especial de un cineasta tan peculiar como Kim Ji-woon es, por definición, una tarea delicada que requiere de ver más allá de las premisas más obvias de su cine. Algunos críticos lo circunscribirían bajo un renovador del cine de género mientras otros querrían ver superfluas separaciones de su obra según se trate de sus obras con un particular énfasis en lo humorístico o en un cierto acicale metafísico; ambas posibilidades son tan válidas como absolutamente inexactas. Uno de los puntos más importantes de la obra de Kim Ji-woon es como hace un viaje no ya circular sino rizomático; desde el cine de género occidental mira los problemas orientales devolviéndonos así el género convertido en una mirada oriental de los problemas occidentales. Por eso, además, se hace totalmente absurda la separación entre obras de calado metafísico y de tintes humorístico: en Kim Ji-woon el humor, que se da en todas sus obras en mayor o menor medida, es un catalizador del componente social que aborda en todas ellas.
Ahora bien, todo lo anterior nos sitúa en el centro mismo de la obsesión que circulará libremente por toda la filmografía del director: como se configura la identidad del hombre. En cada una de sus películas investigará como las personas se configuran con respecto a instituciones como la familia o el trabajo pero también ante figuraciones abstractas como la venganza o el deseo; profundiza en el seno íntimo de aquello que produce la formación socializada de los entes humanos. De este modo podemos ver su obra como una metódica investigación proyectada en su arte, Kim Ji-woon categoriza y visibiliza obsesivamente todos y cada uno de aquellos flujos molares que nos preconfiguran. Así se aprovecha de la estética como un medio para subvertir estos cánones sociales; su mirada atraviesa la estricta realidad para hiperbolizar estos componentes de configuración para así hacer imposible apartar la mirada ante ellos. Ya sea a través de una violencia explicita o un humor desbocado su cámara es el ojo inorgánico que retrata la realidad del hombre.
Para poder abordar del mejor modo posible la obra de Kim Ji-woon he invitado a algunas de las mejores ‑y por supuesto de mis favoritas- plumas de Internet para que cada uno aborde la película que mejor le pareciera del director. Aquí encontrarán análisis desde (casi) todos los espectros posibles del análisis fílmico pretendiendo así, desde una diversidad cegada, poder alcanzar algún punto común coherente que se nos pudiera escapar individualmente. Antes de dejarle con los apasionantes textos de mis compañeros y yo mismo sólo me queda desearle las gracias, tanto a colaboradores como lectores, y desearles una feliz profundización en la críptica mente de uno de los directores más interesantes de la contemporaneidad.