Ver la belleza en el hecho fallido es algo que necesita de una sensibilidad especial de la cual el consumidor medio del melodrama y el bestseller barato de la temporada carece. El porque rebuscar entre los juguetes rotos del vertedero de la cultura solo lo sabe aquel que sabe paladear los guisos de las más altas y las más bajas cocinas. Y si alguien es perfecto para guiarnos en semejante periplo ese es Jordi Costa con Mondo Bulldog.
En este imprescindible Mondo Bulldog nos encontramos un psicotrónico por lo más granado y lo más abyecto de la bizarrez tanto allende los mares como en nuestra propia piel de toro. Dividido en cinco capítulos nos da una sórdida mirada hacia las acanaladuras de la cultura mientras, entusiasmado, nos explica la pura genialidad de estos despiadados artefactos naïf. Aunque el grueso del libro, casi la mitad, este dedicado al cine no duda en abordar todos los espectros de lo audiovisual además de darnos un buen repaso por el mundo del ser humano como producto trash: el freak. Con un estilo ligero y con profusión de nombres de toda índole vivisecciona con certeza mientras nos enseña las tripas del monstruo que hay detrás de la pared. Un monstruo que, por otra parte, nos encarga de señalar una y otra vez que no es malvado o premeditado, es accidental y ahí está su encanto, es genuino. Lo trash surge, generalmente, en un accidental intento de hacer un ente cultural o artístico de valor que sin embargo acaba en un fracasado intento. En otras ocasiones es premeditado pero en otras muchas ni siquiera existe ninguna clase de intencionalidad cultural en el producto trash. Lo trash lo es por el mérito propio de serlo.