Etiqueta: Jordi Costa

  • sólo el deseo en flujo te arrastrará hacia donde necesitas (tú) ir

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    Fargo, de Joel y Ethan Coen

    1.

    ¿Qué exis­te de su­bli­me en Fargo? No hay na­da de su­bli­me en él. Pero si de­be­ría­mos en­con­trar una con­cep­tua­li­za­ción de lo su­bli­me de los Coen, una es­pe­cie de san­to grial que ex­pli­ca­ra las de­ter­mi­na­cio­nes fi­na­les del idea­rio ex­pre­sa­do por los her­ma­nos a lo lar­go de to­da su fil­mo­gra­fía, en­con­tra­ría­mos un prin­ci­pio in­elu­di­ble: el sue­ño ame­ri­cano; y su con­se­cuen­cia: la in­de­ter­mi­na­ción de to­do sue­ño. Su triun­fo y sus erro­res; co­mo el sue­ño ame­ri­cano nos si­túa an­te lo su­bli­me a tra­vés de la dis­tan­cia tem­po­ral en­tre el pro­pio sue­ño ame­ri­cano y su cum­pli­mien­to fi­nal. Fargo es, en úl­ti­ma ins­tan­cia, una con­tex­tua­li­za­ción de la idea pri­me­ra de los Coen a tra­vés de su fun­da­ción en el deseo.

    2.

    Las ar­ti­cu­la­cio­nes de de­seo no tie­nen na­da que ver con la re­pre­sión.DELEUZE, G. Deseo y pla­cer, Magazine Littéraire, nº 325, oc­tu­bre 1994, pp. 57 – 65

    3.

    Los per­so­na­jes apa­re­cen en di­co­to­mías per­fec­tas (Jerry-Jean, Carl-Gear, Marge-Norm) que se dan en cons­pi­ra­cio­nes en tríos (Jerry-Carl-Gear, pla­nea­do­res del se­cues­tro; Carl-Gear-Jean, víc­ti­mas del se­cues­tro; Marge-Gear-Jerry, su­per­vi­vien­tes del se­cues­tro) que se de­fi­nen por sus afi­ni­da­des elec­ti­vas. Estas afi­ni­da­des siem­pre se dan con un agen­te ex­terno que se in­tro­du­ce ‑o es in­tro­du­ci­do, ge­ne­ral­men­te, a la fuerza- en un con­tex­to di­fe­ren­te al pro­pio pa­ra bus­car al­gún be­ne­fi­cio la par­te introducida/introductoria del triun­vi­ra­to. Las con­se­cuen­cias siem­pre son ne­fas­tas pa­ra una de las dos par­tes con­tra­tan­tes. La nu­me­ro­lo­gía se re­pi­te constantemente.

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  • los caminos del trash son inescrutables

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    Ver la be­lle­za en el he­cho fa­lli­do es al­go que ne­ce­si­ta de una sen­si­bi­li­dad es­pe­cial de la cual el con­su­mi­dor me­dio del me­lo­dra­ma y el bes­tse­ller ba­ra­to de la tem­po­ra­da ca­re­ce. El por­que re­bus­car en­tre los ju­gue­tes ro­tos del ver­te­de­ro de la cul­tu­ra so­lo lo sa­be aquel que sa­be pa­la­dear los gui­sos de las más al­tas y las más ba­jas co­ci­nas. Y si al­guien es per­fec­to pa­ra guiar­nos en se­me­jan­te pe­ri­plo ese es Jordi Costa con Mondo Bulldog.

    En es­te im­pres­cin­di­ble Mondo Bulldog nos en­con­tra­mos un psi­co­tró­ni­co por lo más gra­na­do y lo más ab­yec­to de la bi­za­rrez tan­to allen­de los ma­res co­mo en nues­tra pro­pia piel de to­ro. Dividido en cin­co ca­pí­tu­los nos da una sór­di­da mi­ra­da ha­cia las aca­na­la­du­ras de la cul­tu­ra mien­tras, en­tu­sias­ma­do, nos ex­pli­ca la pu­ra ge­nia­li­dad de es­tos des­pia­da­dos ar­te­fac­tos naïf. Aunque el grue­so del li­bro, ca­si la mi­tad, es­te de­di­ca­do al ci­ne no du­da en abor­dar to­dos los es­pec­tros de lo au­dio­vi­sual ade­más de dar­nos un buen re­pa­so por el mun­do del ser hu­mano co­mo pro­duc­to trash: el freak. Con un es­ti­lo li­ge­ro y con pro­fu­sión de nom­bres de to­da ín­do­le vi­vi­sec­cio­na con cer­te­za mien­tras nos en­se­ña las tri­pas del mons­truo que hay de­trás de la pa­red. Un mons­truo que, por otra par­te, nos en­car­ga de se­ña­lar una y otra vez que no es mal­va­do o pre­me­di­ta­do, es ac­ci­den­tal y ahí es­tá su en­can­to, es ge­nuino. Lo trash sur­ge, ge­ne­ral­men­te, en un ac­ci­den­tal in­ten­to de ha­cer un en­te cul­tu­ral o ar­tís­ti­co de va­lor que sin em­bar­go aca­ba en un fra­ca­sa­do in­ten­to. En otras oca­sio­nes es pre­me­di­ta­do pe­ro en otras mu­chas ni si­quie­ra exis­te nin­gu­na cla­se de in­ten­cio­na­li­dad cul­tu­ral en el pro­duc­to trash. Lo trash lo es por el mé­ri­to pro­pio de serlo.

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