.jpg)
Siempre hay cierto grado de relatividad en nuestros actos. Aquello que está bien o mal depende del criterio y la comprensión del que juzga, haciendo que sea difícil discernir algo así como una regla universal. Y Halloween no es una excepción. Si deberíamos celebrarlo o no queda para la reflexión interna de cada uno, porque en esta santa casa ignoramos ese debate estéril: aquí celebramos Halloween. Al menos, hasta donde nos dan las fuerzas.
Eso implica también que estamos limitados por las circunstancias. Halloween es tanto el alcoholismo desenfrenado y los disfraces (pretendidamente) terroríficos como el recogimiento y el placer encontrado en la intimidad de un libro o una película de terror. Ninguna opción es mejor que la otra. Pero dada la naturaleza del blog —y de los blogs, que existen sólo en Internet — , nuestro único modo de poder celebrar la festividad es del segundo modo. Y así está bien. Por eso hemos elegido tres artefactos culturales para que podáis pasar una noche tranquila, a la par que terrorífica, o, si el alcohol y la tragedia se interponen, para que lo hagáis cualquier otro día. Al fin y al cabo this is Halloween y cada uno lo celebra como quiere. O como puede.
La diferencia, la otredad, rara vez busca ser comprendida. Creemos conocer el trasfondo vital de los otros, poder comprender por qué actúan como lo hacen —especialmente cuando no hacen lo que nosotros querríamos; reducimos sus motivaciones a alguna clase de brújula moral absoluta, sea esta política o moral — , como si no fueran entidades que siempre están, al menos en cierta medida, en un plano umbrío a nuestros ojos; no vivimos sus vidas, no son nosotros, por lo cual su experiencia del mundo siempre será más compleja de lo que supongamos a priori. Las personas no son arquetipos, plantillas, comportamientos predefinidos. Si son otredades, algún otro, es porque tienen un Yo que se define a través de la experiencia personal que no podemos delimitar, de forma estricta, a través de patrones preestablecidos. Las personas son algo más que sus ideas o la totalidad de sus experiencias, porque también son dependientes del valor que confieran a cada una de ellas.