Etiqueta: Kyusaku Yumeno

  • An open door. Tres recomendaciones (rápidas) para la noche de Halloween

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    Siempre hay cier­to gra­do de re­la­ti­vi­dad en nues­tros ac­tos. Aquello que es­tá bien o mal de­pen­de del cri­te­rio y la com­pren­sión del que juz­ga, ha­cien­do que sea di­fí­cil dis­cer­nir al­go así co­mo una re­gla uni­ver­sal. Y Halloween no es una ex­cep­ción. Si de­be­ría­mos ce­le­brar­lo o no que­da pa­ra la re­fle­xión in­ter­na de ca­da uno, por­que en es­ta san­ta ca­sa ig­no­ra­mos ese de­ba­te es­té­ril: aquí ce­le­bra­mos Halloween. Al me­nos, has­ta don­de nos dan las fuerzas.

    Eso im­pli­ca tam­bién que es­ta­mos li­mi­ta­dos por las cir­cuns­tan­cias. Halloween es tan­to el al­coho­lis­mo de­sen­fre­na­do y los dis­fra­ces (pre­ten­di­da­men­te) te­rro­rí­fi­cos co­mo el re­co­gi­mien­to y el pla­cer en­con­tra­do en la in­ti­mi­dad de un li­bro o una pe­lí­cu­la de te­rror. Ninguna op­ción es me­jor que la otra. Pero da­da la na­tu­ra­le­za del blog —y de los blogs, que exis­ten só­lo en Internet — , nues­tro úni­co mo­do de po­der ce­le­brar la fes­ti­vi­dad es del se­gun­do mo­do. Y así es­tá bien. Por eso he­mos ele­gi­do tres ar­te­fac­tos cul­tu­ra­les pa­ra que po­dáis pa­sar una no­che tran­qui­la, a la par que te­rro­rí­fi­ca, o, si el al­cohol y la tra­ge­dia se in­ter­po­nen, pa­ra que lo ha­gáis cual­quier otro día. Al fin y al ca­bo this is Halloween y ca­da uno lo ce­le­bra co­mo quie­re. O co­mo puede.

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  • Lo femenino es algún otro. Sobre «El infierno de las chicas» de Kyusaku Yumeno

    nullLa di­fe­ren­cia, la otre­dad, ra­ra vez bus­ca ser com­pren­di­da. Creemos co­no­cer el tras­fon­do vi­tal de los otros, po­der com­pren­der por qué ac­túan co­mo lo ha­cen —es­pe­cial­men­te cuan­do no ha­cen lo que no­so­tros que­rría­mos; re­du­ci­mos sus mo­ti­va­cio­nes a al­gu­na cla­se de brú­ju­la mo­ral ab­so­lu­ta, sea es­ta po­lí­ti­ca o mo­ral — , co­mo si no fue­ran en­ti­da­des que siem­pre es­tán, al me­nos en cier­ta me­di­da, en un plano um­brío a nues­tros ojos; no vi­vi­mos sus vi­das, no son no­so­tros, por lo cual su ex­pe­rien­cia del mun­do siem­pre se­rá más com­ple­ja de lo que su­pon­ga­mos a prio­ri. Las per­so­nas no son ar­que­ti­pos, plan­ti­llas, com­por­ta­mien­tos pre­de­fi­ni­dos. Si son otre­da­des, al­gún otro, es por­que tie­nen un Yo que se de­fi­ne a tra­vés de la ex­pe­rien­cia per­so­nal que no po­de­mos de­li­mi­tar, de for­ma es­tric­ta, a tra­vés de pa­tro­nes pre­es­ta­ble­ci­dos. Las per­so­nas son al­go más que sus ideas o la to­ta­li­dad de sus ex­pe­rien­cias, por­que tam­bién son de­pen­dien­tes del va­lor que con­fie­ran a ca­da una de ellas.

    Entre las otre­da­des, la fe­me­ni­na es la más sis­te­má­ti­ca­men­te mal­tra­ta­da. Con un sis­te­ma crea­do por hom­bres y pa­ra hom­bres, las mu­je­res en nues­tra so­cie­dad son siem­pre ciu­da­da­nas de se­gun­da cla­se; la ex­pe­rien­cia de sus cuer­pos se in­vi­si­bi­li­za, se pre­ten­de que es­té ahí só­lo co­mo com­ple­men­to de lo mas­cu­lino. Como si lo fe­me­nino ema­na­ra de lo mas­cu­lino. En esa pre­ten­sión in­cons­cien­te en la cual so­mos edu­ca­dos, Kyusaku Yumeno en­cuen­tra la po­si­bi­li­dad de re­tra­tar no só­lo la tra­ge­dia co­ti­dia­na de la mi­tad del gé­ne­ro hu­mano, sino tam­bién de la im­po­si­bi­li­dad de pe­ne­trar en la ex­pe­rien­cia vi­tal de otra per­so­na: sus chi­cas son víc­ti­mas, pe­ro no dé­bi­les, ya que ha­cen to­do lo que es­tá en su mano pa­ra no nau­fra­gar en un mun­do he­cho a ima­gen y se­me­jan­za del in­fierno. Infierno no por­que sea un cas­ti­go por ha­ber na­ci­do del gé­ne­ro equi­vo­ca­do, sino por­que es­tá for­mu­la­do a tra­vés de la su­bor­di­na­ción ab­so­lu­ta de su existencia.

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