I. Robert Bloch
Si existe algo temible en la muerte, es aquello que anida en el interior de nuestras mentes; aquello que supone estar vivo. La consciencia de la vida es lo que nos provoca la imposibilidad de aceptar la muerte, porque nos parece una paradoja sin sentido existir para no-existir, y por ello existe la imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo: no podemos aceptar de forma natural la paradoja del tránsito del ser al no-ser en tanto nos situamos en el ser. Nos somos dados en la imposibilidad de aceptar un estado que es percibido como contradictorio a nuestra situación. Por eso es común el testimonio de familias arruinadas (económica o existencialmente) afirmando que «nunca pensamos que ésto podría pasarnos a nosotros». En la mente de algo vivo existe la imposibilidad física del cambio de los estados particulares de su existencia, incluso cuando ésta se define a través de la necesidad constante del cambio para perpetuarse de forma efectiva en el tiempo.
Para Robert Bloch, que no por nada se consideraría alumno de H. P. Lovecraft, la manifestación de esa imposibilidad del cambio se debe dar siempre como un agente exógeno en tanto, en último término, toda percepción se nos da como acto fenoménico: aquel que no puede aceptar la muerte, proyecta su imposibilidad sobre el mundo. Aunque permanezca en la mente, nosotros la arrojamos en el mundo. La percepción de lo real se nos da en su propia varianza, no existiendo como un fundamento sólido y eterno sobre el cual edificar cimientos de lo absoluto.