I. Robert Bloch
Si existe algo temible en la muerte, es aquello que anida en el interior de nuestras mentes; aquello que supone estar vivo. La consciencia de la vida es lo que nos provoca la imposibilidad de aceptar la muerte, porque nos parece una paradoja sin sentido existir para no-existir, y por ello existe la imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo: no podemos aceptar de forma natural la paradoja del tránsito del ser al no-ser en tanto nos situamos en el ser. Nos somos dados en la imposibilidad de aceptar un estado que es percibido como contradictorio a nuestra situación. Por eso es común el testimonio de familias arruinadas (económica o existencialmente) afirmando que «nunca pensamos que ésto podría pasarnos a nosotros». En la mente de algo vivo existe la imposibilidad física del cambio de los estados particulares de su existencia, incluso cuando ésta se define a través de la necesidad constante del cambio para perpetuarse de forma efectiva en el tiempo.
Para Robert Bloch, que no por nada se consideraría alumno de H. P. Lovecraft, la manifestación de esa imposibilidad del cambio se debe dar siempre como un agente exógeno en tanto, en último término, toda percepción se nos da como acto fenoménico: aquel que no puede aceptar la muerte, proyecta su imposibilidad sobre el mundo. Aunque permanezca en la mente, nosotros la arrojamos en el mundo. La percepción de lo real se nos da en su propia varianza, no existiendo como un fundamento sólido y eterno sobre el cual edificar cimientos de lo absoluto.
La peculiaridad que desarolla Bloch en Psicosis es como el terror apócrifo no sólo nace de un acto del terror, un asesinato propiciado por una entidad oscura e insondable, sino que, a su vez, se produce en la anómala percepción que precede al acto en sí: lo oscuro, retorcido y malsano no es el asesinato, sino las condiciones fenoménico-psicológicas que le preceden O lo que es lo mismo: el terror no nace del acto criminal, sino que se hace desde la disyunción mental —disyunción, y no disfunción, porque la mente toma un camino diferente del que es considerado más habitual, pero no por ello hace que su comportamiento deje de ser funcional; en último término, todos los personajes de Psicosis llevan una vida no menos (dis)funcional que el común de los mortales — . He ahí que toda la historia se nos presenta constantemente como una disyunción entre lo que realmente pasa y lo que nosotros conocemos a través de la visión parcial de los personajes, ya que cada uno de éstos define su historia según lo que conoce y percibe de forma particular. No podemos estar seguro de conocer la historia tal y como es, la cual sólo se nos muestra al conocer la totalidad de testimonios en tanto ésta se nos muestra en fuga perpetua.
Los personajes de Marion Crane y Norman Bates son particularmente significativos: ella se fuga con un dinero robado que, antes de morir, pretenderá devolver por el sentimiento de culpa que siente al respecto — el resto de personajes creerán sin embargo que ésta se ha fugado con el dinero, buscando una nueva vida mejor; él la asesina por causa de una fuga psicogénica que le hace creer ser su madre — el resto de personajes creerán sin embargo que si ha habido algún crimen, la culpable fue su madre. Los personajes son espejos que nos devuelven imágenes distorsionadas. Lo que ocurre en el interior de la cabeza de los personajes es inasible, incognoscible para nosotros, más allá de lo que el narrador nos cuente de ellos en cada momento. En Psicosis lo más relevante se nos en la sutil construcción de una narración prolija en detalles que nos permite intuir, pero no constatar, que hay algo mal en la visión que nos estamos cultivando al respecto de la novela: cuando se descubre la verdad de los crímenes del Motel Bates, nos descubrimos en la más oscura de las situaciones posibles: hemos estado siguiendo de forma constante el punto de vista del monstruo, del anormal, del psicótico.
Nosotros, en tanto lectores, somos engañados para asumir un punto de vista que nos resulta aterrador. Bloch nos manipula sutilmente —de forma constante, pero con los suficientes agujeros en la historia de Bates como para suponer verosímiles los acontecimientos— al situarnos en una posición que no nos corresponde para, a través de ella, conseguir contarnos una historia que no podría ser narrada sin engañar nuestros sentidos; al implicarnos de forma profunda con Norman Bates, nos sitúa en medio de la posibilidad de lo paradójico.
Si Bloch se prestara exclusivamente a narrarnos como la madre de Norman Bates está muerta, que él es el asesino, se perdería toda la fuerza inherente a la historia: sería un asesino más, un ente cuya maldad se vería explicada a través del burdo caso de una infancia escorada hacia lo abyecto. Al situarse como una proyección de su propia madre, la figura se nos presenta como inasible. Para nosotros es tan inconcebible un hombre que es capaz de sostener tres personalidades (Norman Bates Niño, Norman Bates Adulto, Norma Bates) en un sólo cuerpo (Norman Bates Adulto) como para él es irreconciliable la idea de la muerte de su madre. Ante la imposibilidad de aceptar la muerte de su madre, la cual es la brújula de su propia existencia, asume de forma inconsciente la posición que ésta deja vacante en una figuración que resulta tan anti-natural como la muerte: para seguir existiendo, necesita ser tres personas diferentes; el Norman Bates Adulto en tanto tal, es una figura desvalida incapaz de tratar con el mundo por sí mismo sin el sustento de sus otras dos personalidades. Por eso, ante la imposibilidad de existir sin su madre, la re-crea en sí mismo; para sustentar su propio pánico infantil que sirve de punto de equilibrio para su figuración maternal, ya muerto por el tránsito a la madurez, re-crea su ser-infantil en sí mismo. Ante la negación de la muerte, re-crea la vida.
Lo brillante del conjunto se da en su situarnos en medio de la marisma de personalidades que son una, nos hace asumirla como posible, incluso aunque sabemos que es una proyección nacida de la imposibilidad de aceptar la muerte. Nos hace aceptar el cambio sobre la imposibilidad de aceptar el cambio. Por eso la psicosis que promete Bloch desde el título no refiere sólo al personaje de Bates, sino que se proyecta hacia nosotros mismos: la psicosis, la percepción paradójica de sí mismo y del mundo, es el estado natural del hombre en tanto existe la imposibilidad física de la muerte, o el cambio, en la mente de algo vivo. Y cada día vivimos la muerte, o el cambio, como un acontecimiento inevitable de nuestra existencia.
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