En términos religiosos, el lenguaje de uso cotidiano se demuestra siempre en exceso limitado. Cuando decimos que alguien ha perdido la fe, que se ha dado en la experiencia de desesperanza ante la imposibilidad de seguir creyendo en una fuerza superior, estamos hablando de una experiencia que va más allá de la simple inversión de la creencia hasta ahora sostenida: entramos en la perdida de las virtudes teologales. Cuando se da la perdida de la fe, la ausencia de esperanza en la existencia de un ser superior que hasta ahora creíamos velando por nosotros, se hace a partir de la aniquilación de las otras dos virtudes inferidas por éste en nuestra inteligencia: la esperanza y la caridad: no queda esperanza de que exista alguien que pueda traer la luz al mundo; no queda caridad en un mundo donde nada puede hacer clarear la oscuridad del mismo.
La evidencia de la dimensión polihédrica de esta perdida se da en Thirst por el doble movimiento que nos propone al encargarse de forma constante en recalcar como el personaje protagonista, el padre Sang-hyun, está situado entre las dos posibles formas de la virtud cristiana: entre la religiosa y la pagana —esta última podríamos denominarla satánica pero, como la interpretación presupone que su contrario es un salir de la cristiandad, el satanismo sólo sería una forma equivalente del cristianismo — . La virtud cristiana sería seguir las virtudes tealogales stricto sensu. Por otra parte, la virtud pagana, la cual es sostenida por la película a través de una constante simbología que recalca el origen profundo de ésta en términos cristianos, sería aquella que asume el cristianismo como una raíz carente de cualquier vinculación con lo divino, bien en la tierra o en el cielo, más allá de una forma mitologizante a través de la cual guiarse por la vida; en términos paganos, el cristianismo como religión en general y las virtudes teologales en particular, no sería más que una expresión de como deberían regirse las conductas humanas en sus principios más básicos.
Sang-hyun no pierde la fe, sino que se encuentra luchando con la incapacidad de seguir las virtudes tealogales en el sentido religioso y la incapacidad de aceptar de forma ciega esas mismas virtudes en un plano pagano. He ahí que el conflicto se da en su condición de vampiro no por vampiro, sino por elegido por la divinidad: su vampirismo es, al tiempo, castigo y recompensa que demuestra su condición de próximo al absoluto —hecho que no es desconocido al cristianismo, pues el santo es aquel que se da en la fe cuando ésta más se debilita— en tanto se da como una condición milagrosa. Es un monstruo, porque necesita violar las leyes que ha establecido la religión cristiana para vivir; es un santo, porque ha vivido una experiencia mística que le ha hecho adentrarse en el camino de la divinidad.
¿Por qué podemos afirmar entonces que el vampirismo de Sang-hyun es algo que, en último término, le acerca hacia una experiencia religiosa más plena? El hecho mismo de que el vampirismo no le hace ser menos humano, como sí ocurre en el caso de su amante Tae-ju, sino que le acerca hacia lo que es propiamente humano: se deleita en el sexo, acerca la muerte pacífica hacia quienes lo desean y administra la justicia que el señor no puede, o no quiere, administrar sobre la tierra —y, por ello, también puede equivocarse o arrepentirse: su brújula le guía, pero no determina su destino — . Su condición de vampiro le ata con mayor firmeza en el mundo humano a través de su divinidad. Cuando se fustigaba por sentir deseos sexuales no se acercaba hacia Dios, sólo se acercaba al ideal de celibato que los hombres erigieron como ofrenda hacia una idea espuria del mismo; al buscar su propia auto-realización como ser humano, al buscar sus límites pretendiendo crecer como persona en la experiencia, sí se encuentra más cerca de él al sostenerse sobre la experiencia del mundo inmediato. El vampirismo le dota de una proximidad mayor a la virtud cristiana en un sentido pagano: renuncia a los rituales caprichosos o basados en el control social, y se atiene a la experiencia pura que él experimenta como más cristiana.
Por eso su figura contrapuesta es Tae-ju, la cual sigue sus pasos —simbolizado de una forma elegante por su intento de escapar de su familia descalza, dándose al encuentro con Sang-hyun, quien le da sus zapatos — , pero acaba haciendo el trayecto inverso al suyo. Donde Sang-hyun crea una experiencia religiosa personal, basada en la mística heredada de la constante duda sobre sí mismo, Tae-ju erige su experiencia religiosa en una superioridad natural supuesta en el vampirismo —o, para ser más exactos, en una superioridad personal nacida en su ego— que le aproxima de forma flagrante hacia una forma institucionalizada del mismo: no duda sobre ella o sobre su condición, los vampiros son superiores y pueden hacer lo que les plazca. Por eso la lucha de Sang-hyun acontece tanto en su duda, porque el estado connatural a la fe mística es la duda, como en la confrontación de aquella fe que pretende imponerse como una verdad absoluta incuestionable, porque el estado connatural a la fe religiosa es la clarividencia total.
Él busca la paz que sólo puede conferir una experiencia interior nacida de la pura creencia personal. Por eso no soporta que se le tome por santo o figura que adorar, porque la vivencia del cristianismo que propone debe seguirse de tal modo que sirva de inspiración, pero no de guía: he ahí que cuando decide abandonar el mundo de los hombres, antes decide destruir su reputación como líder impuesto de una creencia religiosa, al forzar una pantomima de intento de violación de una de sus fieles. Su experiencia nace de sí y para sí, y no puede ser trasvasada sin convertirse en religión, en absoluto, en institución.
No existe la posibilidad de concebir su pérdida de fe como algo dado hacia la nada, sino que su perdida de fe es hacia aquellas verdades que se le instituyen como absolutas: la iglesia, el vaticano, la interpretación religiosa de las virtudes tealogales. Su experiencia es primitiva, mística, basada en su propia experiencia interior.
Pretender hacer una lectura de Thirst que excluya o pretenda olvidar la dimensión divina del vampirismo, en como nos aproxima hacia un carácter más profundo de nuestra humanidad, pero no diferente de ésta, nos conducirá necesariamente hacia interpretaciones parciales que reducen el conjunto hasta ser apenas sí una clásica historia de amor fou. Que lo es, pero es mucho más. Por eso acaba con el agua del mar tornándose en el rojo fluir de la sangre y con el Sol haciendo chocar su luz sobre unos zapatos que quedan tendidos sobre la arena: no queda nada tras de sí ni podría quedarlo, la experiencia de la fe se ha dado en una elección radical y anti-cristiana —el suicidio es el peor de los pecados, dice al principio de la película Sang-hyun — , pero sólo en el sentido religioso. En un sentido místico o existencial, hace la más cristiana de las elecciones posibles: la auto-extinción es la más radical decisión que puede asumir un hombre como soberano de sí mismo.
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