A través de los muros, de Eyal Weizman
Si hay una realidad cada vez más patente es que el proyecto de la modernidad ha fracasado en más de un aspecto, siendo uno de ellos la pretensión de la creación de nuevas ciencias pretendidamente autónomas de las demás que pudieran discernirse por y para sí mismas. Hoy cada vez más nos vemos imbricados de una forma más directa en una forma de pensamiento que nos obliga, de una forma ciertamente radical, a pensar cada ámbito de la realidad no sólo desde un punto concreto del conocimiento, sino desde una pluralidad de ellos. Uno de los ejemplos más prodigiosos sería como la filosofía y la arquitectura se complementan hasta conformar una relación imbricada la una con la otra en tanto la arquitectura necesita ser pensada por el condicionamiento que produce en aquello que construye; si un edificio de Le Corbusier tenderá a producir con el tiempo que la zona se vuelva proclive a la criminalidad y uno de Bernard Tschumi hacia revivificar la zona será porque hay una filosofía del espacio arquitectónico-urbanístico que debe ser pensada. La comunión no es forzada, es una exigencia connatural a su necesidad.
Ahora bien, si la filosofía y la arquitectura casan bien en tanto la primera es capaz de explicar como la segunda influencia en la vida de las personas ‑y no sólo eso, también es capaz de explicar a la arquitectura en tanto tal- es obvio que esta relación se podría extrapolar hasta otra clase de relaciones. Es por ello que lo que propone Eyal Weizman en A través de los muros no es más que la evolución lógica esperable a partir de cuando la filosofía, particularmente la filosofía posestructuralista, comienza a preguntarse que ocurre en los espacios vitales y como deberían ser gestionados: el poder dominante en su conformación más brutal y sedentaria, el ejercito, toma nota de estos avances para crear una suerte de filosofía de la arquitectura que pueda ser llevada hacia una nueva práctica interdisciplinar. La arquitectura y la filosofía jugando en favor del poder militar.