Batman de Berlín, de Paul Pope
Aunque podemos considerar que la figura de Batman es lo suficientmenete maleable como para que se introduzcan diversas variaciones del énfasis ideológico dentro de su propia personalidad desarrollado en cada cómic, lo cual incluye también la total desposesión ideológica ‑o, al menos, el no mostrar ningún rasgo ideológico claro al enfrentarse contra amenazas con una abstracción de grado sumo que no permitan la metaforización de los actos- o la contradicción con otras formas anteriores del personaje; Batman es siempre la herramienta puesta a cargo de la mente y, por extensión, de la ideología de cada guionista que se sirve de él para su trabajo. Es por eso que las variaciones de Batman no se dan tanto por los cambios históricos o geográficos, especialmente siendo un personaje que ha existido desde la edad de piedra hasta el futuro distópico y desde el EEUU actual hasta la Alemania nazi ‑siendo éste el caso que nos ocupa‑, sino por como cada autor decide abordar sus singularidades particulares. Lo que queda claro es que nunca podremos ver un Batman estatalista y/o comunitarista, pero dentro de su individualismo libertario siempre va moviéndose entre diferentes niveles de su ideología.
La idea de Pope de transportar a Batman hasta un pasado diferente donde lucharía contra los nazis siendo el un cripto-judío millonario que financia el partido nazi para luego sabotearlo en su identidad secreta es buena porque no pretende hacer una crítica del nazismo en sí, sino de algo más general: de toda forma de estado. El estado como gestor social, como lugar de toma de decisiones de la población, toma sus formas más extremas dentro del nazismo y el comunismo ‑lo cual, además, lo asocia con el Superman: Hijo Rojo de Mark Millar donde Batman tenía el mismo papel: terrorista- pero no deja de ser su condición existencial básica a través de la que genera su propio discurso. Es por eso que en esta breve historia lo que hace Batman no es liberar al pueblo de la criminalidad nazi, que también, tanto como liberar al pueblo de un tutelaje por parte del estado que no se corresponde ni se debería corresponder con la realidad social imperante; no hay un combate de Batman contra una forma esclerótica del mal como forma corrupta de la sociedad en éste caso porque, de hecho, esa forma del mal (absoluto) se caracteriza en el acto de censura propia del estado; el mal no es sólo el pequeño criminal que te roba la cartera, también lo es, y en mayor medida, el estado que censura tu pensamiento.