Etiqueta: literalidad

  • «Nadie parece advertir los aspectos filosóficos de mi música». Entrevista con Marlon Dean Clift

    nullEl ar­tis­ta au­tén­ti­co es aquel que no se rin­de ja­más an­te la ad­ver­si­dad. Por eso Marlon Dean Clift, pu­bli­can­do to­dos los años no me­nos de un par de re­fe­ren­cias en Bandcamp, es un no­ta­ble ejem­plo de lu­cha por la su­per­vi­ven­cia ar­tís­ti­ca: a los már­ge­nes de la in­dus­tria, lu­cha ca­da día pa­ra ha­cer­se oír sin nun­ca per­mi­tir­se ha­cer con­ce­sio­nes al ten­di­do. Su me­lan­có­li­co es­ti­lo folk rock, in­clu­yen­do sus in­cur­sio­nes elec­tró­ni­cas más pró­xi­mas al am­bient y el dro­ne, le co­lo­can co­mo un mú­si­co a se­guir de cer­ca por su ex­cep­cio­nal pro­duc­ti­vi­dad, que nun­ca se en­cuen­tra re­ñi­da con la ca­li­dad fi­nal. Y aho­ra, ha sa­ca­do nue­vo dis­co. Celebrando la oca­sión ha­bla­mos de Farewell, Star, su úl­ti­mo tra­ba­jo has­ta el mo­men­to que se pue­de es­cu­char y com­prar en Bandcamp, pa­ra abor­dar las cla­ves ocul­tas no só­lo de­trás del mis­mo, sino tam­bién de to­do su trabajo.

    A. Aunque ha­blar de tu mú­si­ca es ha­blar de una cons­tan­te ló­gi­ca, cual­quie­ra que se acer­que a Farewell, Star no­ta­rá cier­tas di­fe­ren­cias con res­pec­to de tus an­te­rio­res tra­ba­jos. Es qui­zás me­nos ci­ne­ma­to­grá­fi­co, me­nos pai­sa­jís­ti­co, abra­zan­do y des­pren­dién­do­se al tiem­po de un es­ti­lo más pró­xi­mo al ini­cia­do en Spleen: di­rec­to y emo­cio­nal, «un hom­bre a so­las con su gui­ta­rra» —po­dría­mos de­cir. ¿Cómo has vi­vi­do esa evolución?

    M. No di­ría evo­lu­ción, es más, el grue­so de can­cio­nes del dis­co lo es­cri­bí en ve­rano de 2013. De he­cho pro­si­gue la na­rra­ción que ini­cié en Blonde On The Tracks y que hi­zo es­ca­la en Spleen II. Las can­cio­nes de Farewell, Star son can­cio­nes de adiós, de uno re­sig­na­do. Abordarlas des­de lo acús­ti­co y lo des­nu­do es ple­na­men­te de­li­be­ra­do, me pa­re­cía el for­ma­to más na­tu­ral pa­ra con­tar esas historias.

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  • Lewis Carroll y el nonsense. La lógica como normatividad en construcción (y IV)

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    La ca­za del Snark, de Lewis Carroll

    El ca­so de La ca­za del Snark es ex­cep­cio­nal en es­te aná­li­sis del sen­ti­do en la obra de Lewis Carroll por tres ra­zo­nes es­pe­cí­fi­cas: es el úni­co de los re­la­tos que nos trans­cu­rre en el país de las ma­ra­vi­llas, es­tá es­cri­to en ver­so y lo pri­me­ro que es­cri­bió de él fue su ver­so fi­nal. Aunque es­to no pa­rez­can más que da­tos irre­le­van­tes o, en cual­quier ca­so, he­chos que tie­nen más de in­tere­san­tes en un es­tu­dio li­te­ra­rio ‑co­mo sí, de he­cho, lo for­mal no fue­ra in­di­so­lu­ble de la te­sis en la bue­na literatura‑, en reali­dad nos apor­tan una cier­ta can­ti­dad de in­for­ma­ción que qui­zás se po­día es­ca­par den­tro de un aná­li­sis ba­sa­do en la nor­ma­ti­vi­dad del sen­ti­do de Lewis Carroll; en tan­to ra­ra avis La ca­za del Snark es, en sí mis­mo, una re­cen­sión so­bre la ex­tra­ñe­za, del sin sen­ti­do, den­tro de la obra del pro­pio Lewis Carroll. O, pa­ra ser más exac­tos, el in­te­rés de leer un poe­ma que es un sin sen­ti­do den­tro de la obra del pro­pio au­tor es que nos en­se­ña la pers­pec­ti­va de qué ocu­rre cuan­do el sin sen­ti­do en­cuen­tra, den­tro de su pro­pio sen­ti­do, un afue­ra de sí mismo.

    ¿Por qué de­ci­mos que es­to es un afue­ra del afue­ra, una ex­pre­sión del sin sen­ti­do del sin sen­ti­do? Porque de he­cho el re­la­to se nos de­fi­ne des­de el pri­mer mi­nu­to co­mo un irre­ve­ren­te ac­to de per­ver­sión de to­dos los có­di­gos que le su­po­ne­mos co­mu­nes a Alicia. Como ya he­mos vis­to no trans­cu­rre en el mis­mo lu­gar que el res­to de la obra de Carroll, no es­tá es­cri­to del mis­mo mo­do y es­tá co­men­za­do por el fi­nal, pe­ro lo más im­por­tan­te se nos ha es­ca­pa­do has­ta és­te mis­mo ins­tan­te. Aquí el non­sen­se es uti­li­za­do en su ter­mi­no­lo­gía más exac­ta, co­mo una per­ver­sión del len­gua­je pa­ra sub­ver­tir cual­quier idea pre­con­ce­bi­da so­bre las pa­la­bras en sí; don­de las his­to­rias de Alicia es­ta­ban pla­ga­das de un sin sen­ti­do fí­si­co, de lo­cu­ra exis­ten­cial en tan­to tal, el Snark es una con­ca­te­na­ción de me­tá­fo­ras del sin sentido. 

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