La caza del Snark, de Lewis Carroll
El caso de La caza del Snark es excepcional en este análisis del sentido en la obra de Lewis Carroll por tres razones específicas: es el único de los relatos que nos transcurre en el país de las maravillas, está escrito en verso y lo primero que escribió de él fue su verso final. Aunque esto no parezcan más que datos irrelevantes o, en cualquier caso, hechos que tienen más de interesantes en un estudio literario ‑como sí, de hecho, lo formal no fuera indisoluble de la tesis en la buena literatura‑, en realidad nos aportan una cierta cantidad de información que quizás se podía escapar dentro de un análisis basado en la normatividad del sentido de Lewis Carroll; en tanto rara avis La caza del Snark es, en sí mismo, una recensión sobre la extrañeza, del sin sentido, dentro de la obra del propio Lewis Carroll. O, para ser más exactos, el interés de leer un poema que es un sin sentido dentro de la obra del propio autor es que nos enseña la perspectiva de qué ocurre cuando el sin sentido encuentra, dentro de su propio sentido, un afuera de sí mismo.
¿Por qué decimos que esto es un afuera del afuera, una expresión del sin sentido del sin sentido? Porque de hecho el relato se nos define desde el primer minuto como un irreverente acto de perversión de todos los códigos que le suponemos comunes a Alicia. Como ya hemos visto no transcurre en el mismo lugar que el resto de la obra de Carroll, no está escrito del mismo modo y está comenzado por el final, pero lo más importante se nos ha escapado hasta éste mismo instante. Aquí el nonsense es utilizado en su terminología más exacta, como una perversión del lenguaje para subvertir cualquier idea preconcebida sobre las palabras en sí; donde las historias de Alicia estaban plagadas de un sin sentido físico, de locura existencial en tanto tal, el Snark es una concatenación de metáforas del sin sentido.
No debería resultar extraño, o siquiera peculiar, a nadie que esté mínimamente versado en las artes literarias de que un poema sea más metafórico que los textos en prosa de un mismo autor, ya que parece que el simbolismo y la metáfora son casi un terreno donde se le es permitido de forma abierta, y no en forma de excepción, a la poesía. ¿Qué valor tiene entonces la metáfora? Nombra aquello que no puede ser nombrado a través de las cuales que le aludimos tanto en un sentido puramente literal como aquellas que tiene de una forma aproximativa; la metáfora nos presenta una realidad que no podemos o no queremos conocer directamente a través de un rodeo que nos permite verlo a través de su simbolización. Esto tiene que ver con el sin sentido en tanto pueden ocurrir dos cosas al respecto: que lo que queramos decir pueda ser nombrado y, por tanto, lo convirtamos en un sin sentido; o que lo que queramos decir no pueda ser nombrado y, por tanto, es un sin sentido en sí mismo (para nosotros) siendo su intento de nombrarlo un sin sentido al aludir a algo que ya no tiene sentido de por sí. En cualquier caso sería absurdo negar que tanto la metáfora como el simbolismo ya estaban en las aventuras de Alicia, pues el maquiavélico Humpty Dumpty ya afirmaba algo a este respecto, por lo cual visualizaremos mejor esto a partir de una de las soberbias sentencias del huevo:
- Mi nombre es Alicia, pero…
— ¡Qué nombre más estúpido! ‑le interrumpió con impaciencia Humpty Dumpty- ¿Qué significa?
— ¿Es que un nombre tiene que significar algo? ‑preguntó tímidamente Alicia.
— ¡Claro que sí! ‑dijo con una risita seca Humpty Dumpty-. Mi nombre significa exactamente la forma que tengo (una forma, por cierto, muy hermosa). Tú, en cambio, con un nombre así, podrías tener cualquier forma.
Cuando Humpty Dumpty afirma que su nombra significa exactamente la forma que tiene parece estar cayendo en el puro sin sentido ‑lo cual, al menos en parte, es cierto- cuando la realidad es que está afirmando una verdad absoluta. En un sentido literal, si decimos Humpty Dumpty significa exactamente la forma que tiene él podemos entender que en un sentido literal esto es así en tanto que sabemos que Humpty Dumpty es un huevo y, quien es llamado así, es porque de hecho tiene forma de huevo; en un sentido metafórico, si decimos Humpty Dumpty significa exactamente la forma que tiene él, deberíamos entender que Humpty Dumpty suena de tal modo que evoca la imagen de algo ovalado, exclusivamente por su sonoridad. Es por ello que aquí la metáfora deberíamos entenderlo como un sin sentido que se da sentido a sí mismo, pues aun cuando alude a algo que no está ahí más allá de su interpretación ‑que Humpty Dumpty suena como una forma ovalada es, en el mejor de los casos, una afirmación atrevida- esto se entiende como literalidad cuando se asume como tal y cuando alguien es llamado Humpty Dumpty se asume que, necesariamente, se alude a la forma ovalada de su cuerpo.
Bajo esta condición la metáfora nos deja en una extraña posición con respecto de la normatividad en uso del lenguaje, pues parece ser que es a través de ellas como se conforman nuevas palabras. Sólo cuando aludimos a algo con un sentido ulterior al sentido ya normativizado, cuando aludimos al sin sentido presente en el mundo nominándolo de algún modo sea cual fuere este, es entonces cuando podemos comenzar a nombrar lo innombrable; aquello que no se puede nombrar no se nombra hasta que se metaforiza y, a partir de allí, se crea una imagen dada a través de la cual se entiende literalmente. Es por ello que podríamos entender que el nonsense, el sin sentido, no es sólo algo que no resulta ofensivo sino que, en último término, ayuda a construir el sentido ulterior de una realidad en perpetuo devenir para la cual necesitamos aludir constantemente a través de nombres de los que están desposeídos antes de su bautismo. Para ver esta conclusión, acudiremos a los versos finales de La caza del Snark:
A mitad del vocablo que intentaba decir,
a mitad de la risa y del contento, un
suave y súbito hundirse en la nada fue el fin:
porque el Snark ‑sabéis- no era más que un Bujum.
El Snark es un animal desconcertante ya que estos tienen varias especies dentro de sí, distinguiendo los que tienen plumas y muerden de aquellos otros que tienen bigotes y arañan. Ahora bien, el problema es que algunos Snark no son Snark, sino que son Bujum por lo cual son lo mismo-pero-no-exactamente por lo cual aun cuando intentan nombrarlo no pueden; aunque el Bujum es un Snark al intentar nominarlo como algo que no es estos caen en un vacío infinito. Por supuesto esto no cabe interpretarlo literalmente pues no es más que el proceso a través del cual las personas descubren la problemática del nominalismo al percatarse de que el sentido ulterior de cuanto existe está dotado en sí mismo en su nombre por aquello que metaforiza, por aquello que nombra. El Snark es una cosa y el Bujum otra aun cuando son parecidas, y en tanto se ha decidido que son cosas diferentes no se les puede nombrar como la misma sin caer en el puro sin sentido. Sin embargo jamás se nos aclara que haya alguna diferencia real entre ellas, de hecho parece que la única diferencia entre ambos es si actúan o no violentamente con respecto de los marinos ‑y ni siquiera esto queda del todo claro. He aquí el auténtico nonsense, el perfecto ejemplo de como funciona la metáfora en el mundo, ya que aunque para nosotros no tiene sentido el cambio nominal, para los personajes de la aventura lo tiene y lo entienden.
¿Qué es un Bujum? Es aquello que si es confundido con un Snark te envía al vacío metáforico de la existencia. Cuando uno confunde al Bujum con el Snark es acusado de ser una entidad sin sentido, de loco, de imbécil o de infantil, arrojándole al sin sentido absoluto donde no cabe más que ver como una clarísima distinción ‑para los personajes del relato, no para nosotros mismos- ha conducido a un hombre a comportarse de un modo irracional, de nombrar a un animal con el nombre de otro. Porque si ustedes mañana dicen que una trucha es un siluro y viceversa, ustedes serán tan irracionales y absurdos, tan arrojados en el vacío del sin sentido, como aquel que confunde un Bujum con un Snark. El nonsense es el precipitarse hacia una realidad que no tiene sentido aquí y ahora para nosotros, pero quizás tenga sentido o en un futuro o en otro lugar o para otra gente al estar sumergidos en otras condiciones fácticas de normatividad lingüística en la sociedad.
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