Al borde del abismo, de Kōbō Abe
Si bien el hombre aspira constantemente hacia la cordialidad, hacia la paz absoluta de corazón, la realidad es que, en palabras de Heráclito, conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia; todo cuanto existe en el mundo actúa en constante conflicto con las demás cosas por su hegemonía en una relación de poder que, aunque el término esté significado negativamente, no es siempre un efecto negativo: el poder traspasa y produce cosas, da placer, forma conocimiento; la justicia, cuando por justicia hablamos de paz —entendiendo paz en cualquier ámbito, pues lo mismo da la paz social que la paz de espíritu en este sentido: la paz como antítesis radical de la guerra, como estatismo relacional absoluto entre las cosas — , sólo trae el vaciamiento del mundo: nada hay en lo justo, salvo la inconsciencia de justicia. Es en este sentido particular por el cual hablar de que el hombre es un ser que está en guerra constante consigo mismo no denota algo negativo, ya que ese estar en guerra es la condición necesaria que le conduce hacia su devenir presente constante; un ser lo es porque deviene, porque siempre es lo que podría ser, porque está siempre en guerra consigo mismo. ¿Por qué las cosas son perfectas, no cambian su modo de ser, y el hombre es imperfecto, está constantemente deviniendo otra cosa? Porque los entes, todo aquello que no es el hombre, no está en guerra consigo mismo.
Es en este particular sentido donde Kōbō Abe dota de neto sentido su relato, una perfectamente deshilachada narración interior donde un púgil, demasiado viejo y demasiado mediocre para aspirar a nada que no sea el retiro, intenta hacer de su interés personal realidad. Deshilachada narración porque su cabeza fluye de forma constante entre ideas, saltando de unas a otras sin siquiera concluir con agudeza aquello a lo que pretenda llegar en cada instante, situándonos en el mundo tan sólo en una realidad posible; nada nos es narrado desde una pretensión de objetividad, siquiera de la prometida realidad posible, sino que todo está pasado por el filtro de la batalla, el conflicto, el poder: su mundo interior.