Etiqueta: Mao Tse~Tung

  • Mao Warhol, el devenir de la entidad metafórica

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    Mao II, de Don Delillo

    La his­to­ria tie­ne al­go par­ti­cu­lar­men­te fas­ci­nan­te pa­ra cual­quie­ra que es­té más cer­ca de in­tere­ses con­tem­po­ri­za­do­res que de cá­ba­las tras­cen­den­ta­lis­tas, y es así por­que la his­to­ria siem­pre co­rre en, co­mo mí­ni­mo, dos ni­ve­les: el li­te­ral y el me­ta­fó­ri­co; lo cual se po­ne en pre­sen­cia po­nien­do en dis­la­te las fi­gu­ras de Mao Tse~Tung y Andy Warhol. En un sen­ti­do li­te­ral la his­to­ria nos di­ría que en­tre am­bos per­so­na­jes exis­te una re­la­ción de ser per­so­na­jes de­ter­mi­nan­tes ‑en ma­yor o me­nor me­di­da; en sus cam­pos respectivamente- del si­glo XX sin un ma­yor pa­ra­le­lis­mo en­tre sí que el ser ob­je­tos es­tu­dia­bles por la his­to­ria. Todo es­to sin con­tar las si­mi­li­tu­des de gé­ne­ro, es­pa­cio tem­po­ral y otras mí­ni­mas mi­nu­cias co­re­la­cio­na­les que no tie­nen un ma­yor va­lor his­tó­ri­co. En un sen­ti­do me­ta­fó­ri­co, el que nos in­tere­sa real­men­te aquí, nos di­ría que am­bos per­so­na­jes son esen­cial­men­te lo mis­mo: am­bos son fi­gu­ras que de­fi­nen un dis­cur­so artístico-político ‑en el sen­ti­do de que no se pue­de crear ar­te que no ten­ga un efec­to político- con el que re­no­var el pen­sa­mien­to en el mun­do. Y es me­ta­fó­ri­co por­que jue­ga a dos ni­ve­les, el li­te­ral (Mao Tse~Tung es ar­tis­ta co­mo Andy Warhol) y el me­ta­fó­ri­co (Andy Warhol crea una reali­dad po­lí­ti­ca co­mo Mao Tse~Tung).

    ¿Tendría sen­ti­do de­cir al­go más so­bre obra al­gu­na de Don Delillo y más aun en par­ti­cu­lar de Mao II? Seguramente no. Y no por­que el ame­ri­cano no ha­ce más que re­crear una his­to­rio­gra­fía me­ta­fó­ri­ca de las re­la­cio­nes ins­tru­men­ta­les de di­fe­ren­tes ob­je­tos que acon­te­cen con­tin­gen­te­men­te en el mun­do. Considerar que en Mao II asis­ti­mos in­ce­san­te­men­te a la co­li­sión de ob­je­tos cu­yos usos ins­tru­men­ta­les son opues­tos (el te­rro­ris­ta y las fuer­zas del es­ta­do) o co­mu­nes (el te­rro­ris­ta y el es­cri­tor) es la úni­ca ma­ne­ra de po­der ha­cer una lec­tu­ra más allá de la su­per­fi­cia­li­dad de “el es­cri­tor con­tra la, con­tra su, literatura”.

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  • tres millones de dragones de jade alzan el vuelo

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    Título: Mao Tse~Tung
    Páginas: 189
    Medidas: 15.5cm x 22.2cm
    Peso: ~70g
    Fuente: Times New Roman
    Estilo: ta­pa rús­ti­ca, pa­pel poroso
    # de pa­la­bras: ~5.000
    # de poe­mas: 37
    # de fo­tos: 10
    Edición: Ediciones Jucar
    Prologado por: Alberto Moravia

    Hagamos una bre­ve y ne­ce­sa­ria abs­trac­ción: Mao Tse~Tung no fue un dic­ta­dor, ni ja­más tu­vo que ver con nin­gu­na gran mar­cha por China; fue só­lo un poe­ta. Al rea­li­zar es­ta abs­trac­ción, al des­mi­ti­fi­car a Mao y de­jar só­lo an­te no­so­tros un hom­bre des­nu­do, po­de­mos leer a tra­vés de él, de su poe­sía, co­mo si su cuer­po fue­ra tras­pa­ren­te ha­cia su al­ma. De es­te mo­do re­cor­de­mos una va­lio­sa lec­ción que ya pa­re­ce ha­ce mu­cho ol­vi­da­da; que no os cie­gue la política.

    Pu: Quinping le

    Monte Liupan

    Octubre 1935


    El cie­lo al­to, nu­bes claras,
    nos de­te­ne­mos a con­tem­plar los ána­des salvajes
    que vue­lan ha­cia el sur.
    Si no al­can­za­mos la Gran Muralla
    no so­mos chi­nos de verdad,
    cuen­to con los de­dos el ca­mino ya recorrido:
    diez mil kilómetros.

    Sobre la al­ta ci­ma del mon­te Liupan
    las ban­de­ras ro­jas lentamente
    se des­plie­gan al vien­to del oeste.
    Hoy te­ne­mos en nues­tras ma­nos la lar­ga cuerda.
    ¿Cuando ama­rra­re­mos al Dragón Verde?

    El va­lor de la poe­sía es re­tra­tar el al­ma de una per­so­na, un pue­blo, un tiem­po o un mun­do. No exis­te re­tra­to que sea más cer­te­ro por su sub­je­ti­vi­dad que el del poe­ta hil­va­nan­do las pa­la­bras que con­for­ma­rán el per­fec­to ros­tro de una reali­dad en cier­nes, de una reali­dad que no se de­be ol­vi­dar. Recordemos a Mao, el que poe­ti­zó una ver­dad y ac­tuó con­tra ella. Seamos co­mo la poe­sía, un ac­to dra­co­niano de resistencia.