El hecho de que la realidad, lo que ocurre mientras vivimos, se nos escapa por delante de nuestras narices es algo tan obvio que se hace necesario el papel de alguien que nos cuente que es lo que está ocurriendo en el mundo, ahí entra en juego el papel del periodista. Con la búsqueda de los hechos por bandera y dejando la opinión, que no la subjetividad, en un segundo plano; hace un retrato lo más exacto posible de una realidad que elude cristalizarse en las mentes o las lineas de nadie. Y esa es su labor última: retratar, lo más exactamente posible, una realidad dada, una noticia, siempre consciente de que habrá puntos que quedarán oscurecidos por la imposibilidad de conocer todas las perspectivas de la verdad. Y bajo este prisma es donde encontraríamos el excelente trabajo del periodista Pablo Pardo, “El monstruo: Memorias de un interrogador”, publicado recientemente como primera referencia de la editorial especializada en textos periodísticos Libros del K.O.
La historia, porque el libro se puede ‑y, por otra parte, se debe- leer como un exquisito ejercicio de estilo confesional, que nos narra Pablo Pardo es la de Damien Corsetti, un joven soldado el cual se vería sin ninguna preparación anterior en el papel de interrogador en la lucha contra el terrorismo en Afganistán e Irak. La Crueldad Informal, un muy conveniente eufemismo para referirse a la tortura, que destila cada una de las páginas nos hace estremecernos al obligarnos a mirar el abismo de la cultura occidental: queremos ser protegidos a toda costa pero no conocer los métodos que se usan. Y todos estos trapos sucios salen a la luz aquí.