Es verdad, no creemos en Dios —respondió Berlioz esbozando una sonrisa ante el miedo del turista extranjero — .
El único problema del escepticismo es que aquellos que se declaran como tal han olvidado que el suyo es un principio de intransigencia; afirman poner todo en duda, cuando sólo lo hacen con las convicciones de los demás. Sólo al empezar dudando de las ideas propias, aquellas que se sostienen como verdades universales, se puede empezar a cuestionar las verdades ajenas; aquel que no respeta las ideas que no emanan de sí pero habla sobre lo absoluto e incontestable de su opinión, lo único que hace es establecer sus prejuicios como única fe ante la cual contestar: el conocimiento auténtico nace del escepticismo permanente, de cuestionarlo todo y no dar jamás nada por hecho.
Supongamos que defendemos como incontestable que el hijo de Dios, Jesucristo, no existe porque antes de él hubo otros dioses solares con los cuales comparte rasgos, ¿no pueden ser todos uno y el mismo evocando diferentes formas según la conveniencia cultural de cada instante? Incluso suponiendo que la repuesta sea un no radical, ni siquiera entendiéndolo en sentido débil —que los dioses solares, como Jesucristo, son una interpretación de los acontecimientos físicos del mundo — , ¿qué ocurriría si hubiera habido un sólo hombre que fuera capaz de demostrar su existencia? Seamos más concretos: supongamos que hemos escrito una serie de poemas anti-cristianos que nos ha rechazado nuestro editor por cultistas, ya que al demostrar conocimiento sobre la doctrina se legitima al considerar que es necesario discutirla, cuando sólo deberíamos ridiculizar tal creencia sin molestarnos en demostrar su inadecuación específica, ¿qué ocurriría si entonces se apareciera Satán no sólo afirmando que Dios existe, sino que él lo ha conocido? Que no le creeríamos, que le haríamos el vacío ridiculizándolo; ¿y si nos lo demostrara de modo unívoco? Que reine la calma, por favor, no se pongan histéricos aún: podemos acusar de locos a quienes asistieron a la prueba si fueran pocos; encontraremos una explicación extravagante y absurda si son muchos. Ya está, no se preocupen: ya no tienen razón para cuestionarse sus creencias.