El rosa es quizás uno de los colores que tienen una historia más convulsa dentro de la historia de la interpretación sociológica de los mismos. El color rosa tiene las connotaciones heteronormativas de los valores de lo femenino ‑lo dulce, taimado y delicado que sin embargo se muestra accesible en su contemplación- lo cual se vería, además de en el uso casi exclusivo de las mujeres según dictámenes estético-sociales, en los valores del pinku eiga, cine erótico japonés basado en la figura maltratada de porcelanosas nínfulas. Aunque esté asociado casi de forma indisoluble con la feminidad, el rosa ha conseguido penetrar en muchos otros ámbitos, así el triángulo rosa sería asociado con los colectivos LGTB aun cuando, en último término, se debería interpretar como una marca irónica de catalogación heteronormativa. Quizás la única excepción clara y evidente del uso del rosa como un valor positivo alejado de cuestiones de normatividad de género lo encontraríamos, siguiendo a Deleuze y Guattari en “Rizoma”, en La Pantera Rosa. La pantera rosa no tiene género y vive libre no camuflándose, sino pintado el mundo a su alrededor de su propia color; la pantera rosa es rosa porque hace devenir la existencia en rosa para indiferenciar el mundo de sí mismo. Y el otro gran hito de lo rosa como nudo de divergencia, que se asocia con el anterior, sería precisamente el disco “Pink” de Boris.
El disco empieza irónicamente con una despedida, “Farewell”, donde Boris ya de entrada nos abren la posibilidad de que el viaje necesariamente nazca de la necesidad de ver partir a los otros. He ahí la ironía, no nos habla en ningún momento desde la posición del que se va, de la supuesta entidad nomádica, sino que el que se queda es el que ejerce una actitud repulsora sin acción de movimiento. Es por eso que dice claramente que “Me aparto de esta clase de cosas”, de las despedidas, pues aunque nace en la despedida no ve necesaria la despedida como acción; la despedida es sólo un momento del conocimiento. Y quizás por ello el nómada no sea otro ya que, como sentencian hacia el final de la canción, “Levántate y vete, mi voluntad” haciendo que la despedida sea la de la condición de sedentario; la condición de nómada no es física, sino que es la voluntad personal viajando más allá de los límites de la norma. Por eso es necesario comenzar despidiéndonos de lo que nos es familiar: de la normatividad. “Simplemente di adiós con la mano”, porque la voluntad va más allá del gesto mismo.