La existencia es una carrera, nuestro camino por la carretera es lo importante, no el cuando o como llegaremos a nuestro destino. Esto es lo debe pensar el gran Monte Hellman, pues es ni más ni menos lo que vemos en el zeitgeist del principio de los 70’s que es Two-Lane Blacktop.
El conductor y el mecánico conducen por todo el país retando a carreras a cuantos pilotos creen que pueden derrotar. Un día la chica aparece y se queda con ellos viajando en busca de nuevas carreras. Un día conocen a un hombre al cual retan a una carrera, le dejan decidir a este el destino y deciden ir a Washington, D.C.., quien gane se lleva el coche del otro. El Chevy 150 contra el Pontiac GTO. Una carrera de honor donde todos se paran a charlar y cenar juntos, no son enemigos, son aliados en una carrera donde solo uno puede vencer. Todo se vuelve circular. La chica va del Chevy al Pontiac una y otra vez, para acabar yéndose sin ninguno. El conductor solo ama a su coche, o lo aceptas o te vas. El Pontiac va recogiendo autoestopistas en una cíclica consecución de mentiras, historias y personas que buscan llegar a su destino.