1.
Cuando Eugene Ionesco compone El nuevo inquilino lo hace, desde el más esencial de sus comienzos, con la intención de crear un estado de absurdo que acontece sólo dentro de un sentido establecido como normal; la ama de llaves maruja, los vecinos insidiosos y la mudanza que se retrasa, todos problemas cotidianos que quien más quien menos ha debido vivir a lo largo de su vida, sirven como formas a través de la cual establecer un paradigma básico de esa tendencia normalizada: el nuevo inquilino no es nuevo por no haber estado antes, sino por resultar una completa rara avis dentro de ese contexto. Sus formas educadas y su completo desentenderse de las formas caducas, cuando no directamente insidiosas o trasnochadas, de cuantos le rodean crea su estado de novedad tanto o más que el hecho de que sea nuevo en el sentido de recién llegado. El llenar la casa, el edificio, la calle y la ciudad entera de muebles que resultan extraños, que su colocación resulta contranatura para los obreros que llevan sus objetos, es sólo otro rasgo más de todo auténtico nuevo inquilino: disruptir las bases esenciales del pensamiento anterior para imponer el suyo propio.
2.
Siendo esto la celebración de un premio cristalizado en forma de libro, quizás pueda parecer un acontecimiento absurdo guarecerse en la ausencia de imágenes, el evitar la reminiscencia de la memoria (también cristalizada) del acontecimiento. Somos blogueros, somos acéfalos; ¿qué sentido tendría acudir a la imagen, algo que evitamos de facto cuando nos escondemos tras una pantalla tecleando casi con desesperación, sin esperar mayor exposición que la que nuestras palabras demuestran? Igual que los faceless techno bollocks experimentaban su propio disruptir lo real a través de su novedad radical en tanto existir en ausencia, los blogueros tenemos esa tendencia equivalente a la desaparición: somos los faceless blog bollocks.