Voxatron Alpha, de Lexaloffle.
Seguramente la palabra vóxel no diga nada al común de los mortales, ni siquiera a los proselitistas más férreos del videojuego, más allá de un cierto parecido connotativo de proximidad con la palabra pixel. Esta apreciación no estaría equivocada ya que si el pixel es la medida mínima esencial de las imágenes en dos dimensiones, el vóxel será su equivalente paralelo para las imágenes en tres dimensiones. Su uso, aun minoritario en el campo de los videojuegos, parece estar despegando en algunos juegos indie como el que nos ocupa, pero también ya famosos logros de la escena independiente como bien podría ser Minecraft. ¿Y por qué nos interesan los vóxeles en general y Voxatron, que aun apenas sí es un alpha, en particular? Los primeros por su condición monádica, de particular esencial constituyente del mundo, y el segundo por su capacidad para subvertir las nociones de género del videojuego a través del uso de una tecnología en proceso de implantación.
Sin historia, sin ninguna noción más allá de un cartel que nos dice como movernos, saltar y disparar (principios básicos esenciales de la existencia en el videojuego) nos veremos arrojados en un mundo con unas leyes que conocemos por intuición. Todo en el mundo de Voxatron deviene en una condición de familiaridad: cogemos las llaves y los items, disparamos a los monstruos y pasamos por las puertas no porque tengamos una razón específica, sino por la inercia de que eso es lo que es más lógico; el juego parte del hecho esencial de que nosotros sabemos que debemos seguir las leyes esenciales del uso de la iconografía presente en el mundo.