No siempre comprendemos lo que leemos, por más que hayamos entendido todo lo que se nos quería contar. Donde entender sólo requiere saber qué dicen las palabras, qué intenta referir un texto dado siguiendo el hilo lógico del discurso que desarrolla, la comprensión es un trabajo más complejo en tanto requiere interiorizar el texto de forma crítica, apropiárnoslo más allá de la superficial estructura comunicativa; si bien entender un texto es condiquio sine qua non para su comprensión, para alcanzarla requerimos otras muchas cualidades que trascienden al mero entendimiento. Por ejemplo, la interpretación. Sólo si aceptamos que para alcanzar la comprensión se hace necesaria la interpretación, elegir entre diferentes posturas contrastándolas de la forma lo más imparcial que nos sea posible, podremos alcanzar cierto grado de conocimiento al respecto del mundo. Conocimiento limitado, siempre en construcción, en ningún momento absoluto, pero sí funcional para el momento presente.
Entender Rituales no es una tarea compleja. Álvaro Ortiz continúa con sus obsesiones temáticas, historias personales sobre la pérdida tamizadas por un trasfondo místico acompañado de situaciones de violencia extrema —aunque digeribles dado su estilo de dibujo: si bien no evade la representación gráfica de las mismas, si evita hacerlo desde el naturalismo — , como con las formales, imprimiendo un ritmo frenético a la lectura al combinar acción constante con una narrativa cimentada sobre un orden no-cronológico. De ese modo, dado que el estilo de Ortiz ya nos es conocido y, además, funciona muy bien incluso a ojos de los neófitos en el mundo de la novela gráfica, entender Rituales es tan sencillo como dejarse atrapar por una espiral constante de conflictos que nos conducen, de forma inexorable, hacia un final que nos hace pedir más.