Gentlemen Take Polaroids, de Japan
El como ser un auténtico caballero ‑y, a partir de aquí, entenderemos caballero como algo no exclusivamente masculino, siquiera humano: una partícula podría ser caballerosa por tener un comportamiento físico elegante- es algo que ha preocupado de forma constante a la humanidad; la necesidad de medir la estética de la vida para crear una máscara que haga de nuestra identidad una obra de arte en sí misma es algo que ha acompañado siempre a cualquier persona consciente de la importancia de la imagen en el mundo. Por supuesto por el como ser un caballero no entendemos sólo un cierto valor estético y unas ciertas formas éticas empáticas con respecto de los otros ‑que, además, deben darse de forma constante en toda situación- sino también toda una forma rituláica de concebir el mundo. Es por ello que el auténtico caballero, el que camina con elegancia con el mundo, debe cristalizar toda su concepción de elegancia universal en mitos originarios de su caballerosidad, por ello el arte y sus afinidad electivas son una condición necesaria para el caballero.
Considerar a Japan, y a David Sylvian en particular, el paradigma de cierta forma de caballerosidad no sería, en ningún caso, una boutade dicha para epatar al público potencial. Cualquiera que conozca su discografía sabrá que la querencia por sonidos sobrios aunados con cierta tendencia hacia un tecnicismo solipsista, que no abruma al espectador con burdos juegos de artificio, hace que creen una atmósfera sutil que abraza pero no asfixia al oyente. En el caso de Gentlemen Take Polaroids esto se lleva hasta cierto paroxismo: todo es sutil, elegante y refinado; incluso aunque todos los instrumentos están haciendo algo técnicamente excepcional tenemos la sensación de que es algo normal, para nada fuera de lo común. La elegancia en el pop significa, en suma, la capacidad para hacer traslucir lo extraordinario sin ponerlo directamente presente.