Mientras duermes en tus sueños aparece una chica preciosa que pasa fugazmente por ellos. Una y otra vez. Al final acabas encontrándote con esa chica en la realidad y consigues hacerla tu novia. Lo más normal es que tenga una liga de siete ex-novios malvados a los que tengas que derrotar. Bienvenidos a Scott Pilgrim de Bryan Lee O’Malley.
Ante todo y sobretodo no debemos llevarnos a engaño, Scott Pilgrim es un slice of life y como tal nos va narrando la relación de Scott Pilgrim con Ramona Flowers desde el momento que sueña con ella hasta el fin último del líder de la liga de los ex-novios malvados: Gideon. Entre medio nos encontramos una fabulosa ensalada de hostias como panes aderezadas con guiños cómplices sobre la cultura pop de los 90’s. De este modo la música y los videojuegos son dos de los ejes coordinadores de esta epopeya posmoderna. Así la propia vida de los personajes se trastoca y reformula en términos, literales y metafóricos, alrededor de la cultura pop. Pero lo más importante de esto es, precisamente, como los personajes interactuan entre sí, como van cambiando sus personalidades y sus vidas según va pasando el tiempo. Ningún personaje acaba igual que empieza, incluso el secundario más insignificante va evolucionando y conformándose en un nuevo yo. Así no es dificil ver que esa golosa capa de cultura popular que va engrosando esa estructura de slice of life sirve para definir a unos personajes cuyos pilares existenciales son precisamente esa cultura propia; esa cultura que sienten como suya. Los personajes no solo viven su cultura, sino que dan vida a esa misma cultura literalizándola.