Holy Terror, de Frank Miller
Cuando decimos que el medio es el mensaje no podemos obviar que un cambio de medio, por muy exclusivamente nominativo que sea éste según algunos, produce un cambio radical en la forma de abordar el mensaje. Es por ello que el cómic es un medio dado considerado propicio para la evasión que cuando cristaliza en la novela gráfica adopta ciertos aspectos de lo literario ‑la reflexión intelectiva y un propósito edificante más allá de la diversión-. Esto, tremendamente discutible pero que aceptaremos sólo por esta vez sin mayor debate, hace que no sea lo mismo leer un cómic que una novela gráfica o, incluso, un fanzine, ya que cada uno de estos medios son producto, y son ellos en sí mismo, un contexto particular que condiciona las ideas que contienen en su interior. Es por ello que una novela gráfica debe ser juzgada como literatura, pues está más cerca de esta que del cómic, especialmente ‑o, quizás, exclusivamente- en el caso que nos ocupa pues Frank Miller afirmó muy taxativamente que lo suyo era propaganda ideológica y, por tanto, un artefacto literario. Y como tal, pues esa es su voluntad, lo criticaremos.
Aun cuando esto no deja de ser una obra de literatura, cosa que demuestra sus profusos one line sin sentido y sus conversaciones absolutamente trasnochadas carentes de cualquier coherencia interna, no estaría de más hacer un pequeño recenso sobre su dibujo. El trazo es simplista, el color está usado arbitrariamente y Miller parece estancado en un descenso cada vez más tróspido hacia una absoluta carencia de estilo en una extrema simplificación de su estilo; las formas simplistas de las que hace gala se adornan con un barroquismo insípido indigerible. ¿Y por qué nos interesa su trazo si esto es Literatura? Porque así es todo lo demás: confuso, simplista y contradictorio.