Etiqueta: Walter Benjamin

  • casi humanos

    Intentando di­ver­si­fi­car el con­te­ni­do del blog pen­sé que po­dría apor­tar y me di cuen­ta que no me gus­ta en ab­so­lu­to co­mo se ha­cen en­tre­vis­tas ac­tual­men­te y, aun me­nos, co­mo se en­tre­vis­ta a los mú­si­cos. Debido a ello in­ten­to apor­tar mi gra­ni­to de are­na con una se­rie irre­gu­lar de en­tre­vis­tas. La pri­me­ra en­tre­vis­ta, di­vi­di­da en tres par­tes, irá de­di­ca­da a tres de los tra­ba­jos de elec­tró­ni­ca del mú­si­co Marlon Dean Clift don­de nos irá des­ve­lan­do los se­cre­tos y ve­ri­cue­tos de su mú­si­ca y su al­ma. Aunque nos hu­bie­ra gus­ta­do abor­dar tam­bién su fa­ce­ta más roc­ke­ra, ten­drá que ser en otra oca­sión. En es­ta pri­me­ra par­te nos alla­na­rá el te­rreno pa­ra en­ten­der su obra más bá­si­ca, Almost Ghosts, la cual pue­den des­car­gar des­de aquí. Y es que a tra­vés de es­ta abor­da­re­mos su pa­sión por el dro­ne, sus pri­me­ros usos de la elec­tró­ni­ca y el amor co­mo cons­truc­ción des­de el otro; hu­mano o musical.

    A. Una cons­tan­te en tu tra­ba­jo es la bús­que­da de un amor que se mues­tra siem­pre es­qui­vo. En Almost Ghosts pa­re­ces que­rer mos­trar el amor, al otro, co­mo al­go ne­ce­sa­rio pa­ra con­for­mar la iden­ti­dad per­so­nal, ¿es al­go intencionado?

    M. Totalmente in­ten­cio­na­do. Creo que es bas­tan­te evi­den­te. Pero no se tra­ta só­lo de amor es­qui­vo; la cul­pa de mu­cho de ello la tie­ne Hal Hartley, ya sea co­mo mú­si­co o ci­neas­ta. Viene a tra­tar­se de di­vi­ni­zar lo vul­gar. Tengo la sen­sa­ción de que hoy en día lo ro­mán­ti­co es una po­se, y co­mo po­se fun­cio­na. Pero el ver­da­de­ro ro­man­ti­cis­mo crea re­cha­zo. De ahí qui­zás que se dé esa cons­tan­te a es­ca­par ha­cia el es­pa­cio, o fa­bri­car es­pa­cios ima­gi­na­rios. Vengo a trans­cri­bir mi per­cep­ción del amor, sí. Pero tam­bién fa­bri­car es­pa­cios don­de és­te po­dría cre­cer sin interferencias.

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  • medianoche en el año 2525

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    El ima­gi­nar el co­mo se­rá el fu­tu­ro es una cons­tan­te en el ser hu­mano, el ima­gi­nar­lo co­mo al­go ho­rri­ble y des­hu­ma­ni­za­do es otra cons­tan­te con­ti­nua. Aun así no de­ja de sor­pren­der co­mo el men­sa­je apo­ca­líp­ti­co de una can­ción del 69 sue­na in­clu­so más mo­derno hoy. Hablo de In The Year 2525 de Zager and Evans.

    La can­ción nos va re­la­tan­do la de­ge­ne­ra­ción de la ra­za hu­ma­na, el co­mo po­co a po­co va ex­tin­guien­do su pro­pio cuer­po en fa­vor de las ma­qui­nas. Al fi­nal, con el mun­do ex­tin­to, Dios de­ci­de que nues­tra pre­sen­cia en el mun­do ya no es bien­ve­ni­da. Pero la con­tem­po­ra­nei­dad de la can­ción se de­be a la con­cep­ción de ese tra­sun­to de trans­hu­ma­nis­mo ne­ga­ti­vo y de la con­cep­ción de la ci­vi­li­za­ción des­pués del pro­pio apo­ca­lip­sis. Si es­tos con­cep­tos eran mar­cia­nos e im­pro­pios de la épo­ca es cu­rio­so co­mo, a su vez, ha­ce el via­je de vuel­ta con nues­tra épo­ca. Una can­ción de una le­tra tan ener­van­te, de un ca­riz prác­ti­ca­men­te mi­sán­tro­po, se­ría hoy en día im­po­si­ble en un gru­po mains­tream. Solo ca­be su­mar a to­do es­to el ma­ra­vi­llo­so co­lla­ge que hi­zo Ivan Zulueta pa­ra ilus­trar la can­ción en es­pa­ñol pa­ra pre­sen­ciar el te­rror del fu­tu­ro ya ex­tin­to que nos presentan. 

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