
Dentro los movimientos ciudadanos actuales que exigen al gobierno una más eficiente gestión hay, en todos los casos, una demanda común a su respecto: la necesidad de una mayor transparencia. Esto nos llevará a la necesidad de preguntarnos algo tan sencillo, a la par que problemático, como ¿qué es la transparencia? Siguiendo a Jean Staborinski ser invisible, y con ello transparente, es el punto o la extrema nulidad de el otro para convertirse en un poder sin límitesSTAROBINSKI, J., Jean-Jacques Rousseu. La transparence et l’obstrable, Gallimard, Francia, 1971 p. 302, lo cual nos lleva a que gracias, o por culpa de, la escritura de Staborinski se nos plantean a su vez otras muchas preguntas con respecto a que sería exactamente ser transparente. En primera instancia parece evidente que la transparencia implica la imposibilidad de los hombres para adquirir un poder sin límites, un poder absoluto con el cual regir sobre el prójimo, y, por otra parte, en tanto yo me defino en mi otredad para los demás parece evidente que esta misma condición me atañe a mi mismo en tanto ser humano pero, ¿cómo puedo devenir en transparente? Para eso deberíamos seguir los pasos de Jean-Jacques Rousseau y tender hacia una introspección del yo: hacia la confesión.
En el libro de Las confesiones nos habla Rousseau, en un estilo biográfico que crearía escuela, de todos aquellos actos de su vida que podrían considerarse en una última instancia no tanto un acto moralmente reprobable —lo cual quedaría, o debería quedar fuera, de un juicio introspectivo— como de hecho un análisis de los actos que él tiene consciencia de su malevolencia; se confiesa ante nosotros no por pecador tanto como por culpable. partiendo que la confesión es de facto un sacramento cristiano —aunque nuestro interés no radique en tal carácter— hemos de extraer de éste que no es sólo de limpieza del alma, sino también de la confianza hacia los demás pues, si hacemos caso a la Epístola de Santiago, la confesión tiene una gran importancia como forma de exhoneración y de conformación del poder cara a la otredad — confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.VV.AA., La Biblia, Santiago 5, 16. A partir de aquí es donde empezamos a ver donde aparece ese poder sin límites que nos prometía la transparencia: en la confesión me hago transparente cara al otro, no me muestro sólo en las virtudes que poseo sino también en mis defectos —o lo que yo veo como defectos. Cuando una persona, como el mismo Rousseau hace, nos narra con total explicitud y sin ningún pudor todas sus faltas tanto de carácter ético-moral como social no tenemos razón alguna para sospechar de esa persona; el otro se constituye como un espejo a través del cual observarme: no hay razón para desconfiar de los buenos sentimientos de Rousseau, del otro, cuando se nos confiesa en sus debilidades humanas.
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