Nada dejamos atrás salvo tierra por conocer. Sobre «El regreso de Driver» de James Sallis
¿Qué es la vida sino viaje? Aunque es una de las constantes más visitadas a lo largo de la historia de la humanidad, el viaje como experiencia, el viaje físico como viaje interior, no cabe cuestionar que, de hecho, más que un lugar común es un asunto de urgencia inevitable. Todos estamos en viaje. La vida, en tanto tal, no es más que un tránsito en el cual se pueden elegir entre dos modos de transitar por su llano vacío de todo: o quedarse estático esperando la muerte o dejarse llevar no buscando, sino colonizando aquellas tierras en las cuales deseamos encontrar algo nuestro. Un mundo propio. Propio no porque antes no hubiera nada y ahora esté nuestra huella, sino porque en ese tránsito encontramos nuestra propia huella indeleble, aquello que nosotros somos, en la huella que dejaron otros que, antes de que nosotros siquiera pudiésemos soñar en llegar, ya dejaron como una parte de una tradición de la cual somos parte. Viajar al exterior es viajar al interior, porque la meta no existe y la vuelta a casa es saberse en casa en las huellas de otros.
Driver habla, Driver mata, Driver viaja. Quizás no sea una novedad, al menos no en tanto sólo hace más aquello que antes hacía poco, pero El regreso de Driver supone encontrarnos con una perspectiva nueva del personaje: conduce, le obsesiona conducir, también arreglar los coches, hacerlos suyos, y su elegancia sigue tratando sobre la precisión milimétrica, rayano la magia, que hace de la conducción arte, cirugía del asfalto. Salvo que va más allá. Aquello que antes estaba vetado sólo hacia la conducción, su precisión de movimientos, su mística arrogante ante el volante, ahora ha trascendido en su capacidad de matar, convirtiéndolo en conductor de más aspectos: conduce metal y cristal, pero también carne y hueso, en direcciones que sabemos que no deberían ser posibles. Si antes hacia chirriar las ruedas entre el asfalto, dirigiéndose en la muerte por aquello que hacía entre pedales y palancas y volantes, ahora también es capaz de hacerlo con sus manos y sus pies convertidas en las mecánicas herramientas capaces de hacer llevar los cuerpos, coches o humanos, hasta unas expectativas consideradas, cuanto menos, improbables.